Editorial: Harper Collins Ibérica / Harperkids.
Guión: Emmanuel Guibert.
Dibujo: Marc Boutavant.
Páginas: 128.
Precio: 12,90 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Septiembre 2018.
Siempre es un placer ver que lo bueno se prolonga. Esa es la sensación que deja Amigos del alma, tercer volumen del Ariol de Emmanuel Guibert y Marc Boutavant. Siendo sinceros, no es una sorpresa. Ariol usa una fórmula que, bien gestionada, puede durar tanto como quieran sus autores. Sus historias son pequeñas y concretas, momentos puntuales en la vida de un niño, secuencias y vivencias con las que es fácil que cualquier chaval se sienta identificado. No importa que Ariol y sus amigos sean animales antropomórficos, porque al final les pasan las mismas cosas que nos han pasado a todos con su edad. No admiraremos al Caballero Caballo porque nunca hemos visto sus aventuras, pero a todos nos ha enganchado sin remedio un héroe de ficción siendo niños. No nos enamoraremos de Pétula porque no la conocemos, pero todos hemos tenido una compañera a la que nos habría gustado acompañar a casa desde el colegio. Y así con todo, porque Ariol, pese a su aspecto, es pura realidad, «100% como la vida misma», que dice su contraportada. Y esa es la clave de su éxito, una capacidad impresionante para generar empatía en los más pequeños y nostalgia y recuerdos bonitos entre los adultos, haciendo de esta una serie ideal para unos y para otros, y, por qué no, para que ambos la puedan leer juntos.
Dado que estamos ante un tercer libro, quizá lo primero que haya que destacar de los guiones de Guibert es que están en las antípodas del agotamiento. La fórmula sigue tan fresca como al principio. El escritor sabe moverse en terrenos muy distintos de la vida de Ariol, y eso rompe la monotonía de una manera brillante. Saltamos con facilidad de los sueños del muchacho protagonista a la exposición en el colegio de un trabajo sobre volcanes, pasamos de diálogos muy naturales a historias con un trasfondo delicioso. Es encantador ver a Ariol sin saber qué decirle a su amada Pétula y de repente encontrar todas las palabras que buscaba en cuanto la deja en su casa, hay mucha diversión en la forma en la que sus padres le conducen a hacer sus deberes y dejar la videoconsola un rato y seguro que casi cualquier lector encuentra recuerdos parecidos en su infancia en los juegos que Ariol comparte con Ramono. Todo, además, con forma de animal, lo que supone un estímulo perfecto para los más pequeños lectores y la mejor manera de que se rompa la barrera de la vergüenza infantil ante episodios que hayan podido vivirse en la realidad. ¿Quién no se ha quedado sin ver un episodio de su serie favorita por culpa de un amigo o no ha hecho bien sus deberes por estos bisoños y encantadores amores (y desamores) escolares que vemos aquí?
Si Guibert se mueve con una comodidad que no deja de sorprender por su naturalidad, otro tanto se puede decir de Boutavant en el dibujo. Ya sabemos de lo que es capaz, lo vimos en los dos primeros volúmenes (aquí, su reseña), pero lo que no obtendremos ya con la sorpresa por desarrollarse todo con el estilo que ya hemos visto sí lo recibimos con el buen humor y el tono jovial que tiene la serie y que, claro está, se mantiene en este tercer volumen. Como el escritor no deja de plantear escenarios nuevos y va rotando los personajes que se mueven alrededor de Ariol, es prácticamente imposible que el dibujo nos suene repetitivo. Y tiene mérito, porque hay secuencias que prácticamente se desarrollan en un plano fijo como sucede en La luz del pasillo, en la que Ariol va imaginando historias de su héroe de ficción desde la cama de su habitación mientras no consigue dormirse y las acaba uniendo a lo que sucede en la realidad. Es una de las muchas muestras de la notable narrativa que tiene Ariol, incluso aunque sobre el papel no aspire a ser más que un tebeo ideal para niños. Quizá aspirar solo a eso, como si fuera poca cosa, es lo que hace que Guibert y Boutavant hayan dado con una serie tan divertida y agradable. Al final, el tebeo es en muchos sentidos patrimonio de los niños, independientemente de la edad que tengan cuando se sumerjan en sus viñetas.
Bayard publicó originalmente Ariol. Copain comme cochon en marzo de 2007. No tiene contenido extra.

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