Título original: Ghost Rider: Spirit of Vengeance.
Director: Mark Neveldine, Brian Taylor.
Guión: Scott M. Gimple, Seth Hoffman, David S. Goyer.
Música: David Sardy.
Duración: 95 minutos.
Distribuidora: Sony.
Estreno: 24 de febrero de 2012 (España), 17 de febrero de 2012 (Estados Unidos).
Cuando una película sale mal o, al menos, tiene elementos mejorables o cuestionables, sus responsables suele vender la secuela como una oportunidad para enmendar los errores, una suerte de disculpa hacia los fans para que vuelvan a confiar en ellos. Y eso, para qué negarlo, no suele salir bien. Motorista Fantasma (aquí, su crítica) fue una película simple, poco lograda, que al menos nos dejó el logrado aspecto de su protagonista como piedra angular de esa fe que habría que depositar en una segunda película. Pero no, la continuación brilla por la indiferencia que provoca, por lo plana que es a pesar de contar con un reparto a priori de lo más interesante. Después de verla lo que más claramente se graba en la memoria es la secuencia en la que Nicolas Cage pierde el control, literalmente, al transformarse en el Motorista, en una colección inagotable de muecas y exageraciones que no casan con el pretendido carácter amenazador del personaje, un aura que queda plenamente destrozada con la insistencia en el chiste que hace referencia a qué y cómo orina el Motorista. No es fácil con momentos como este tomarse en serio una película que de principio a fin se muestra como un producto incapaz de la redención prometida y que, de hecho, es peor que su predecesora, incluso en aspectos en los que aquella más o menos conseguía sobrevivir.
Esto tiene que ver con el propio aspecto del Motorista, que se ennegrece quizá para dar la sensación de que la historia es más oscura, y en su base lo es, pero las propias decisiones que va adoptando la película van aligerando su contenido, hasta convertirse en algo rutinario y previsible, en lo que los personajes se mueven sin coherencia. Centrar la historia en el mismísimo Diablo que hace pactos como el de Johnny Blaze tiene su gracia, abriendo además una vía interesante, la de la fragilidad de su cuerpo mortal y la necesidad de encontrar un nuevo cuerpo, el de un niño. Pero Ciaran Hinds debía dar empaque al villano y solo aporta algo rutinario y sin gancho. Como el propio Motorista, con un Cage desesperado por encontrar su sitio en el mundo de las adaptaciones al cine de historias de cómic, como un Idris Elba que está aquí como podría estar en otro lado, un Christopher Lambert que no da matiz alguno a su personaje o Violante Placido, que interpreta a la madre del niño objeto del deseo del Demonio y que no sabemos si quiere ser la Sarah Comnor de Terminator o la clásica damisela en apuros. Y como todo esto falla, al final no importa demasiado si el Demonio se sale con la suya o no, porque el espectáculo visual se limita a dos apariciones del Motorista con efectos visuales más o menos aseados pero no sobresalientes.
Mark Neveldine y Brian Taylor, recogiendo el testigo de Mark Steven Johnson, no consiguen que haya nada en el filme que pueda verse a ese nivel, nada que justifique la secuela, nada que haga progresar al personaje, que de hecho transita caminos trillados y conocidos, el del héroe sin poderes que por ejemplo ya trató con bastante acierto el Superman II que inició Richard Donner y finalizó Richard Lester, o el del sacrifico final del protagonista para seguir viviendo con una maldición que, eso sí, le permita salvar el día. Todo lo que hay en Ghost Rider 2 lo hemos visto ya antes y mejor en otros lugares, y el subtítulo de Espíritu de venganza, la verdad, no se entiende en esta historia. Ni siquiera sus escenarios o sus secuencias de acción permiten el rescate de una película que se queda en muy poca cosa, en una muestra más de lo mucho que costaba fuera de Marvel Studios hacer una película digna de un personaje de la Casa de las Ideas y del potencial que el cine se empeñaba en desperdiciar con héroes de este tipo, limitándolos a un capricho puntual, en este caso el de Nicolas Cage, sin una buena historia detrás. Y con diseño y ejecución en pantalla decentes, porque al menos nos creemos a esa calavera en llamas andante, es como más fácilmente se puede uno dar cuenta de que esa es solo una excusa que el resto de los elementos del filme no sabe justificar.
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