Cine – ‘The Nine Lives of Fritz the Cat’, de Robert Taylor

Título original: The Nine Lives of Fritz the Cat.

Director: Robert Taylor.

Reparto: Skip Hinnant, Reva Rose, Bob Holt, Peter Leeds, Louisa Moritz, Robert Ridgely, Fred Smoot, Dick Whittington, Luke Walker, Larry Moss, Joan Gerber, Jim Johnson, Jay Lawrence, Carole Androsky, Peter Hobbs, Lynn Roman, Ralph James.

Guión: Robert Taylor.

Música: Tom Scott & The L. A. Express.

Duración: 76 minutos.

Estreno: 26 de junio de 1974 (Estados Unidos).

The Nine Lives of Fritz the Cat es una de las películas más extrañas que uno puede encontrar hoy en día, y eso que han pasado ya décadas desde su concepción, desarrollo y estreno. Secuela de El Gato Fritz, que fue la primera película de dibujos animados en recibir una calificación R, es decir, para adultos, es, en sí misma, una experiencia alucinógena de primer nivel. Es el mayor cuelgue cinematográfico que hayamos visto nunca, al menos en formato animado, ese es su planteamiento y su ejecución, siguiendo las directrices de un Robert Crumb que, irónicamente, había escrito previamente una historia en la que mataba al personaje. Pero The Nine Lives of Fritz the Cat, más allá de su título, no es irónica, sino muy bruta y bastante macarra. ¿Está aquí el origen de la polémica secuencia de baile por la calle con la que Sam Raimi quiso mostrar la deriva del personaje en Spider-Man 3 (aquí, su crítica)? Es bastante lícito pensar que sí, porque eso forma parte del alocado mundo de la película, que salta de un escenario de la Segunda Guerra Mundial a otro de claro protagonismo del jazz, pasando por situaciones urbanas muy propias de los años 70 y un marco de continua bronca marital de la que el protagonismo huye con esta delirante colección de ensoñaciones que tienen más origen en la droga que en la imaginación.

Este coctel, porque no se puede calificar de otra manera, es sorprendente. Esa es la primera reacción lógica a una película de desarrollo muy particular. Lo es, sin duda, aunque a ratos lo es para bien y a ratos no tanto. Lo que sí está claro es que la película sorprende, sí, es una continua evocación a que el espectador se pregunte qué demonios está viendo y cuál es el sentido de esta propuesta. Puede que no sea tan Crumb como la primera película del personaje y de hecho el creador del protagonista reniega de ella y la considera inexistente. Puede que, en realidad, tampoco merezca un juicio tan severo, pero sí se puede reconocer que no resulta tan fácil sentirse integrado en la propuesta. Es más, la película busca una perplejidad continua a este lado de la pantalla, pero casi por sometimiento, por la gran cantidad de información audiovisual que nos manda Robert Taylor, escritor y director del filme, quizá más pendiente de generar esas sensaciones que de crear algo coherente, firme e incluso inteligible, con un mensaje claro y un desarrollo que se detiene mucho más en el ahora que en pensar en unas conclusiones más o menos cerradas. No las tiene ni las quiere tener, porque lo suyo es la suma de episodios con ese nexo de unión que es el griterío doméstico y su evasión mediante la experiencia alucinógena.

Sí buen podemos tener dudas sobre su contenido, por la fidelidad el espíritu de Crumb que el propio autor pone entredicho, lo que sí está fuera de toda duda es que el estilo visual sí que encaja sin problema en la tradición del personaje y también en la época. Música y movimiento nos llevan directamente a los años 70, como el mismo diseño de unos personajes pensados para ser la versión destrozada por la realidad más aplastante de los dibujos animados familiares de toda la vida. Hay muchas cosas gratuitas en la película, eso también es cierto, metidas directamente porque es lo que se tiene que esperar de un filme de animación para adultos, pero al final hasta en eso se puede disfrutar con cierta facilidad. La clave parece estar en no esperar de The Nine Lives of Fritz the Cat lo que no es. Para empezar, no es una novela gráfica de Robert Crumb, aunque le tome prestado al protagonista. Si se acepta como la gamberrada que es, una menos atrevida y rompedora de lo que puede parecer a primera vista, se lleva bastante bien, incluso dejando por momentos la sensación de que es mejor película de lo que realmente es. Sus defectos de ritmo y la inverosímil transición entre secuencias, con un argumento débil, son palpables, por mucho que divierta el instante concreto, que ahí sí logra sus objetivos con relativa facilidad.

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