Guión: José Fonollosa.
Dibujo: José Fonollosa.
Páginas: 120.
Precio: 14,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Marzo 2019.
Con menos frecuencia que los Cabezones de Enrique Vegas, pero los gatos de José Fonollosa son una de esas costumbres del cómic español que da gustó ver cada vez que se asoma una nueva entrega. Gatos y ahora también perros, porque su último trabajo es el segundo volumen de Perros vs. gatos (aquí, reseña del primero), una nueva colección de gags sobre la convivencia entre estos dos animales de compañía en la que no hay ganadores ni preferencias por parte del autor, solo una sana diversión que resulta de llevar a un terreno humanizado las costumbres de canes y felinos que son fáciles de reconocer porquienes hayan tenido a estos animales en casa. Siempre puede parecer que Fonollosa, escribiendo desde la experiencia personal, se dirige fundamentalmente a aquellas personas que tienen perros, gatos o ambos en sus vidas, pero eso es un error. No, no hace falta tener uno de estos adorables bichos en casa para reírse de sus andanzas. Se les reconocerá mejor, pero no por eso nos reiremos más. Fonollosa lo sabe, y busca gags sencillos, claros, directos y siempre perfectos para sacar una sonrisa del lector. La empatía y la experiencia suman, desde luego, ¿pero quién ha dicho que hay que vivir algo para disfrutarlo también en las páginas de un libro? Lo que sí es evidente es que Fonollosa consigue que veamos a las mascotas como algo más que eso.
Ese es el primer gran mérito que tiene Perros vs. gatos 2, como lo tenía el primer libro o la serie de Miau (aquí, su reseña), que el autor busca ofrecernos una mirada divertida sobre comportamientos cotidianos. Sus animales generan una empatía inmediata, y eso es algo que hay que destacar siempre que vemos a un autor que dibuja con tan pocos trazos y con un bitono de blancos y azules que profundiza en la sencillez que necesita un libro de estas características. Las expresiones de sus personajes son muy claras, tremendamente divertidas cuando corresponde que lo sean, eficaces para que el gag funcione casi sin leer los diálogos. Si comenzábamos estas líneas hablando de los Cabezones de Vegas, hay un análisis del trabajo de Fonollosa que puede hacerse desde una perspectiva muy parecida: no importa cuantos años pasen o el número de tebeos que acumulemos, cuando Fonollosa se pone a dibujar gatos (y perros) lo afrontamos con una sonrisa antes incluso de coger el libro. Y cuando salimos de él seguimos pensando igual, queremos que salga otro aunque sepamos que nos estamos moviendo siempre en el mismo terreno y que no hay grandes sorpresas en el interior, solo una deliciosa sucesión de secuencias con las que pasar un buen rato. Lo ya cotidiano no ha eliminado la sorpresa y la eficacia, y eso cuenta mucho.
No tiene contenido extra.

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