Guion: Antonio Altarriba.
Dibujo: Keko.
Páginas: 136.
Precio: 19,90 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Noviembre 2018.
Cuando Antonio Altarriba y Keko unieron fuerzas en Yo, asesino (aquí, su reseña), fue para dejarnos una turbia historia sobre un hombre que mataba, sí, pero con ejecuciones basadas en el arte. Después de haber prolongado las buenas sensaciones de aquella en la también notable El perdón y la furia (aquí, su reseña), en Yo, loco dan una suerte de continuidad a ese universo personal, pero con nuevas motivaciones. Esta vez se adentran en los rincones más oscuros de la industria farmacéutica y en el peligro de la locura, de los trucos de la mente. Y el rojo que destacaba en Yo, asesino se convierte aquí en amarillo, un tinte con el que potenciar el brutal blanco y negro en el que ejecutan su obra. Es verdad que en algunos momentos se puede tener la sensación de que la crítica a las farmacéuticas, feroz hasta el extremo pero argumentada con precisión, puede llevarse un poco por delante las sensaciones de la locura a las que hace alusión el título. Pero hay dos cosas que potencian el resultado final. Su conclusión, brillante y descabellada fusión de los dos temas que ocupan a Altarriba y Keko, y la maravillosa forma de llevar a estos terrenos un thriller de lo más clásico, en el que resulta divertido aventurar qué busca cada uno de los personajes que aparece en escena. Ahí Altarriba domina como pocos la historia.
Puestos a encontrar un defecto, puede ser que en el tramo central se pierda algo el foco inicial de la trama. Pero nada de lo que expone el escritor está fuera de lugar o desconecta al lector. Es, simplemente, que pasa de un estadio a otro con una naturalidad mayor de la que insinúa el título o de la que podíamos prever después de ver el desarrollo de Yo, asesino. Así que bien puede decirse que, de esta manera, lo que está haciendo es sorprender al lector. Altarriba tiene muchos ases escondidos en la manga y consigue que aparezcan de manera inteligente. Más que en la primera parte de este singular universo, aquí lo turbio alcanza más esferas. Yo, asesino era, en cierto sentido, una obra más contenida en sí misma. Esta, en cambio, abre el abanico de temas y de posibilidades de una manera tan hábil como sutil. ¿Cómo anticipar la manera en la que el sexo se vuelve un trauma más de la delicada mente del protagonista, un doctor en psicología y escritor reconvertido en analista de trastornos mentales para una farmacéutica? ¿O el crimen que de repente aporta una nueva dimensión a este turbio mundo que nos está mostrando? ¿I la importancia que cada uno de los personajes va teniendo, incluso para sostener las paranoias oníricas de Ángel Molinos, que así se llama el personaje principal de la obra, en otro guiño literario y cultural que denota el nivel que tiene este cómic?
Porque esa es otra, es una delicia leer Yo, loco atendiendo a los detalles que se van deslizando y que hablan de una erudición maravillosa. Keko se suma a este espectáculo y convierte la obra en una auténtica delicia visual, como ya lo era Yo, asesino. Las pesadillas llaman la atención casi por sí solas, porque es donde la imaginación de Keko se desborda y nos hace partícipes del dolor del protagonista de una manera que sólo los grandes ilustradores son capaces de conseguir. A eso suma un uso potente del negro, porque Yo, loco, más que una obra en blanco y negro es una obra en negro, que tiene una puesta en escena bestial que, además, tiene una implicación bastante natural en la narración. Y, como siempre, resulta formidable ver cómo Keko hace evolucionar a los personajes. Ángel Molinos es el que más claramente muestra ese proceso porque, al fin y al cabo, es quien se coloca en esa primera persona del singular del título. Yo, loco es parte del mundo de Yo, asesino, pero a la vez algo diferente, lo que hace que Altarriba y Keko sean capaces de devolvernos las mismas sensaciones de la obra previa pero sin la necesidad de repetir modelos o arquetipos. Esa diversidad hace que este libro sea otra poderosa razón para que nos dejemos llevar por una propuesta fascinante y elogiable.
No tiene contenido extra.

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