‘Canción de Navidad. Una historia de fantasmas’, de Carlos Giménez

Editorial: Penguin Random House / Reservoir Books.

Guión: Carlos Giménez.

Dibujo: Carlos Giménez.

Páginas: 120.

Precio: 21,90 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Noviembre 2018.

Hace ya muchos años que Carlos Giménez traspasó muchas fronteras como autor. Eso es lo que, a día de hoy, le permite hacer realmente lo que quiera. Canción de Navidad es una muy buena muestra de ello. Siendo protagonista de la historia, o al menos lo es su alter ego, se permite ajusticiar a mucha gente, aunque sea a través de las páginas del libro, incluso a sí mismo y a su leyenda. Y eso es valiente, hay que reconocerlo, aunque también se pueda considerar como un rasgo egocéntrico de esos que un artista de verdad no sólo puede sino que probablemente debe tener. Es, además, una nueva muestra de lo mucho que a Giménez le gusta la novela clásica. No tiene la fidelidad al original que tenía La máquina del tiempo basada en la novela de H. G. Wells (aquí, su reseña), pero si es una manera divertida de llevar a un terreno diferente el Cuento de Navidad de Charles Dickens. Y es una obra que rinde tributo, autotributo, a la propia trayectoria de Giménez como autor, homenajeando obras como su Paracuellos en los recuerdos que el fantasma de las Navidades pasadas le muestra al protagonista. Y no, Giménez no apuesta por el mismo final que Dickens, sencillamente porque no se corresponde con lo que ha defendido como autor en los últimos años ni tampoco con esa mitología de autor huraño con la que sabe hacer bromas hasta en la introducción del libro.

Es evidente que a Giménez no le supone una preocupación lo que se pueda decir de su libro, que su foco está puesto en objetivos personales. Y, claro está, como es un historietista de categoría y con mucha experiencia, la cosa sale bien, incluso asimilando que hay algunos pasajes que pueden parecer algo forzados. La crítica social a la ceguera europea ante la crisis de los refugiados es algo que se nota que el cuerpo le pedía a Giménez soltarlo, además de una manera contundente, pero es un ejemplo de lo que puede no encajar con tanta naturalidad en el relato, aunque fuera algo que el propio Dickens probablemente aprobaría. Eso, a su vez, añade una dimensión global a la obra que hace que se supere la sensación de capricho personal, de mensaje propio e intransferible que durante muchos momentos da la sensación de estar lanzando. El cariño hacia su familia, su reclusión autoimpuesta, su dedicación al trabajo, el hachazo brutal a los editores que no quiere disimular… Todo está pensado para que se alimente la idea de que, efectivamente, Giménez se ha convertido en el protagonista de la actualización de la obra de Dickens. Y detalles hay a patadas para sentirla así. Eso a veces da la impresión de que puede limitar el cómic de alguna manera, pero eso son percepciones muy personales que dependen mucho de lo que se conozca a Giménez.

En el dibujo, el autor se mantiene muy fiel a lo que nos ha venido enseñando, en general desde siempre, y así se siente en la aparición de los niños de Paracuellos, pero sobre todo recientemente, como se aprecia a la hora de mostrarnos al protagonista y a su mejor amigo, Raúl, que ya fue la excusa para montar Crisálida (aquí, su reseña). Y como Giménez es un dibujante tremendamente hábil y con un estilo muy definido, es fácil entender su propuesta y admirarla casi sin reservas. Lógicamente, y teniendo en cuenta el material de referencia, lo más llamativo es su versión de los tres fantasmas navideños, adaptaciones libres y reconocibles que no se ciñen a una versión concreta, sino que cogen aspectos de aquí y allá para ofrecer algo notable, que funciona desde su diseño y también integrados en la historia. Es muy divertido ver el mundo fantasmal que nos ofrece el autor, y también la forma en la que nos habla de la Navidad, de la familia, de los amigos y hasta de la pareja. Hay en Canción de Navidad muchas reflexiones que se antojan como personales, pero que Giménez, como es costumbre en él, ha sabido deslizar dentro de una historia más amplia que hable de él como persona, como personaje y también como autor. Y eso es un lujo que no todo el mundo puede permitirse. Él sí. Y bien que lo aplaudimos.

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