Guión: Jean Van Hamme.
Dibujo: Francis Vallès.
Páginas: 208.
Precio: 34,90 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Julio 2018.
Tal es la fuerza que la cerveza tiene en nuestra sociedad, que leer el título de esta obra, Los maestros cerveceros, puede llevar a error. No es una historia que se base en el líquido dorado que con tanto fervor se consume en todo el mundo, sino que esa es la excusa para que Jean Van Hamme y Francis Vallès tracen una ambiciosa saga familiar que arranca en 1854 y que al finalizar este primer volumen nos deja en 1932. Sin necesidad de haber llegado a la Segunda Guerra Mundial, no hará falta decir lo apasionante, convulso y lleno de acontecimientos de especial trascendencia que es este período para Europa, y este relato acontece en Bélgica, centro del viejo continente y un lugar perfecto para que el marco en el que acontece esta saga sea espléndido. Hay que reconocer también que el primer álbum, Charles 1854, es un pequeño engaño al lector en cuanto al tono. Lo que parece que va a ser una historia de superación personal, una lucha por abrirse camino en el mundo de la cerveza de un aspirante a monje que abandonó la vocación por la debilidad de la carne, acaba siendo algo totalmente diferente desde su sorprendente final. Sorprendente y, hasta si se quiere, una trampa de Van Hamme, hábil hasta para tenderla, porque no se corresponde con lo leído hasta ese punto pero que sí anticipa lo que está por venir.
Los maestros cerveceros, en ese sentido no es una historia agradable de leer. No es un cuento de buenos y malos, como si parece haberlos en ese primer álbum, y abundan los sucesos violentos y los movimientos cargados de codicia y crueldad que elevan el drama hasta un nivel considerable. Ahí es donde crece más la serie, que alcanza su ecuador en este primer libro, es donde Van Hamme se siente más a gusto, en personajes con dobleces e intereses ocultos, en un mundo de intrigas y estrategias que buscan sacar partido siempre de las debilidades o los secretos de los demás. Esa es la historia real de Los maestros cerveceros, que se aleja del tono documental que puede inferirse de su título para convertirse en una lucha por la supervivencia en un mundo complicado. Van Hamme lidia con las herencias, con el árbol genealógico que arranca con Charles y que abre paso a varias generaciones en un ambicioso planteamiento que se basa en unas elipsis soberbias que no impiden en ningún momento que entendamos perfectamente lo que ha sucedido entre capítulos. El escritor tiene tiempo para que el marco histórico sea sobresaliente, para que se adapte al drama familiar que nos presenta con una naturalidad admirable. Nada hay forzado, por lo que se nota un fantástico trabajo de documentación y de preparación de la obra.
En muchos sentidos, es una obra eminentemente europea, y el dibujo de Vallès es uno de ellos. Su trazo es clásico y realista. No siempre es brillante, lo cual sería una hazaña viendo el contenido y la extensión de la serie, y hay alguna que otra perspectiva que parece fallar, pero impresiona bastante a la hora de meternos en la piel de los personajes, a los que retrata con un mimo solo comparable al trabajo que pone para crear la ambientación de cada época retratada. El de Valles es un dibujo minucioso y preciso, un estilo ideal para contar una historia como esta precisamente porque se apoya en los dos elementos que sobresalen en el trazo del dibujante, los personajes y los aspectos de ambientación que nacen del trabajo de documentación. Y no se puede negar que hay momentos en que la puesta en escena resulta también sobresaliente, ya sea para una escena de sexo, una en la que la violencia se desata de cualquier manera o una teóricamente simple conversación. Los maestros cerveceros es tebeo muy ambicioso, y lo mejor que se puede decir de él es que llega a la altura de sus pretensiones en estos primeros cuatro álbumes, de los cuales es difícil quedarse con uno pero en cuya unidad resulta decisivo el papel de Margit 1886, el segundo de ellos. Ahí es donde realmente se forja el espíritu de la obra en muchos sentidos.
El volumen incluye los cuatro primeros álbumes de Les maîtres de l’orge, Charles 1854, Margrit 1886, Adrien 1917 y Noël 1932, publicados originalmente por Glénat en octubre de 1992, 1993, 1994 y 1995. El único contenido extra son las portadas originales de esos álbumes.
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