CÓMIC PARA TODOS

‘El sueño de Dalí’, de Carlos Hernández

Editorial: Norma.

Guion: Carlos Hernández.

Dibujo: Carlos Hernández.

Páginas: 72.

Precio: 18 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Abril 2018.

Internet ha facilitado que haya biografías de los artistas más universales, pero al mismo tiempo, y esto quizá es incluso más interesante, ha disparado la imaginación de muchos autores para tratar de adentrarse en las mentes más complejas. Salvador Dalí ocuparía sin duda un puesto en esa categoría. Inclasificable en vida, ¿cómo podría ser la psique del pintor surrealista, esa que en realidad nadie conocía de verdad? Ese es el atrevimiento que muestra Carlos Hernández en El sueño de Dalí, creando una obra valiente y audaz, pero que a la vez encaja muy bien en el conocimiento universal que tenemos de su protagonista, producto también de su experiencia en La huella de Lorca. Tiene su parte autobiográfica, pero en realidad es una alucinación onírica vinculada a la muerte. Es, de alguna manera, la última aventura artística de Dalí, que no puede finalizar más que como lo hace, con la autoafirmación de la inmortalidad de un artista que, al margen de gustos personales, nadie puede discutir. Hernández no solo no la pone en duda, sino que la alimenta desde un punto de vista muy íntimo, tanto en lo que supone para el propio Dalí como seguramente para el propio autor. Con esas bases, la inmersión es gozosa desde muchos puntos de vista, también desde el biográfico, por supuesto, pero con la clara intención de ir más allá.

Eso se ve desde el principio. No tanto por partir del lecho de muerte de Dalí, en un recurso retrospectivo que funciona muy bien en las biografías de cualquier índole, sino por la propia base onírica que anuncian tanto el título como la primera secuencia. Ahí es donde reside la osadía de Hernández, en querer convertirse en portavoz no ya de Dalí sino de su mente. Y la cuestión es que sale bastante victorioso de semejante trance con una narración quebrada y que el propio protagonista podría hacer aceptado como natural. Hablamos, por supuesto, de espíritu. Dalí no necesita de una narración rigurosa e indiscutible desde un punto de vista histórico. De hecho, no la merece por ser el tipo de artista que era, uno que nos mostraba mundos alejados de lo cotidiano. Eso no quiere decir que Hernández se limite a inventar para que el mundo de Dalí sea más importante aquí que el propio Dalí y subida, incluyendo a Gala y a otros personajes irrepetibles de la cultura española del siglo XX. Es obvio que contar con la figura protagonista que tiene es algo que marca mucho, y que seguramente nadie se adentrará en esta obra con la mente limpia. Y aún así Hernández convence. Lo hace en lo humano, en lo biográfico y en lo fantástico. No es fácil lograr un resultado tan homogéneo con variantes tan distintas entre sí dentro de una obra, por lo que convendría no infravalorar su trabajo.

La forma además en la que dibuja Hernández añade nuevas dimensiones a El sueño de Dalí. Es evidente que en lo visual es donde se tiene que producir la primera conexión entre protagonista, autor y lector. Todos conocemos a Dalí, y si cualquiera de las tres partes sintiera que hay una ruptura en esa comunión la obra no tendría razón de ser ni tampoco éxito a la hora de abordar esta despedida de la vida carnal y nacimiento de la inmortal que en realidad nos quiere contar Hernández. Hay quizá un salto levemente pícaro entre el realismo fotográfico que los anuncia la cubierta y la forma en la que efectivamente retrata a Dalí en el interior, pero más allá de ese detalle el trabajo del autor es sobresaliente. Dalí, definido como una suerte de moderno Quijote en algunos aspectos, sobresale por lo que es pero también por cómo se le representa. Y si lo propio a Dalí es un mérito adquirido desde la misma concepción de la obra, lo segundo es algo que corresponde únicamente a Hernández y por lo que hay que alabar su trabajo. El sueño de Dalí, de hecho, es una muestra bastante atractiva dentro de esta suerte de cajón desastre en el que podemos incorporar a todas estas obras que tratan de acercarnos a artistas universales, porque, al final, convencen sus razones para pensar que Dalí, efectivamente, es inmortal.

El volumen no tiene contenido extra.

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Esta entrada fue publicada en 27 septiembre, 2018 por en Carlos Hernández, Norma y etiquetada con , , .

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