Guión: Brian K. Vaughan.
Dibujo: Steve Skroce.
Páginas: 200.
Precio: 17,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Marzo 2018.
Brian K. Vaughan lleva ya un tiempo acostumbrándonos a crear historia de muy largo recorrido y que logran mantener nuestra atención durante todo el viaje. Saga (aquí, reseña de su primer volumen) es seguramente el ejemplo más claro, pero también podríamos recordar series como Y, el último hombre (aquí, reseña de su primer número) o Ex Machina (aquí, reseña de su primer número). Todas estas series denotan su capacidad de mostrarnos mundos ambiciosos y atractivos cocinados con el mismo acierto en el corto plazo que en el medio o en el largo. En We Stand on Guard vemos a un Vaughan diferente, uno que tiene el mismo efecto tanto en la creación de la idea original, tan rompedora como suele ser habitual en él, como en la ejecución. Pero no hay que perder de vista que la historia empieza y acaba aquí. Por eso, el ritmo es diferente de lo habitual. Vaughan idea algo brutal: dentro de cien años, Estados Unidos invade Canadá. Ese es el escenario. Y lo que nos muestra es una batalla, una escaramuza, un episodio. No es la guerra, no es un análisis sociológico, no es una historia a gran escala. Aunque, y ahí es donde Vaughan destaca, todo eso sí se ve. Pero en el marco que él quiere. Y funciona admirablemente, aunque en el fondo, sabiendo quién firma la historia, quede la sensación de que esto también podría haber dado para algo más prolongado.
Por todo esto, con We Stand on Guard tenemos claramente la sensación del vaso medio lleno o medio vacío. No vamos a poner en duda la capacidad que tiene Vaughan para engancharnos. Su planteamiento es formidable, pero los personajes que idea, en especial Amber, también. La cuestión es si podemos admitir como verosímil la misión casi suicida que nos plantea viendo a esa misma protagonista en flashbacks. Hay cosas que parecen más interesantes es la enorme elipsis a la que asistimos que en lo que realmente vemos en la página. La cuestión es saber por qué Vaughan se ha decantado por este relato en concreto dentro de este mundo, y ahí las dudas son lícitas. El resultado responde a muchas de esas dudas, pero no a todas, porque en el fondo sabemos que Vaughan podría haber montado algo mucho más complejo y ambicioso en base a esta propuesta, dado que las bases, las pistas y las claves están ahí. Las tenemos delante de nuestras narices. Y ahí se quedan porque Vaughan no las quiere tocar, las deja para la imaginación del lector. Eso, en el fondo, habla bien de él, porque sabe evitar el riesgo de sobreexplicación sin que se pueda achacar a vaguería o falta de pericia como narrador. Sea un experimento de Vaughan para probarse en un formato mucho más corto de lo habitual o quién sabe si un primer acercamiento a un mundo por explorar, el resultado es notable.
El encargado de dar vida con sus lápices a esta historia de Vaughan es Steve Skroce, un dibujante que, salvando las distancias, por momentos puede recordar a Juan José Ryp y en otras a Frank Quitely, y que entiende muy bien la violencia gráfica que el escritor ha abrazado en We Stand on Guard. Skroce busca el impacto, lo hace desde una primera secuencia soberbia que finaliza de una manera exagerada y brutal pero sin perder ni un ápice de verosimilitud. Y después puede sufrir un poco con la cierta frialdad que tienen sus figuras, sobre todo cuando no hay acción que justifique el movimiento, pero es algo que compensa bastante bien con la puesta en escena y con el carisma que imprime a los personajes. Se agradece también que su futuro sea realista, que se entienda que estamos hablando de sucesos que tendrán lugar dentro de cien años, pero que no cae en la fantasía visual fácilmente sobrepasable que vemos en buena cantidad de los títulos de ciencia ficción, incluso en los más memorables. Dicho de otra manera, se siente un futuro creíble. Y por eso, We Stand on Guard tiene suficientes elementos destacables tanto en lo narrativo como en lo visual como para el viaje merezca la pena. Vaughan sigue entendiendo sus historias como retos para el lector y sigue con sus escenarios impensables pero creíbles. Y eso engancha.
El volumen incluye los seis números de We Stand on Guard, publicados originalmente por Image entre julio y diciembre de 2015. El contenido extra lo forman las portadas originales de Steve Skroce y un portafolio con bocetos y textos sobre la obra.
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