Guión: Benjamín Blasco-Martínez.
Dibujo: Benjamín Blasco-Martínez.
Páginas: 128.
Precio: 26 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Febrero 2018.
En muchas ocasiones, cuando se habla del salvaje oeste, se pierde el adjetivo en alguna parte del camino. Es el oeste, sí, con sus vaqueros, sus indios, sus colonos, sus salones, sus caballos y sus pistolas. Pero no suele ser tan salvaje. Catamount nos devuelve esas sensaciones, y lo hace francamente bien, con una historia que Benjamin Blasco-Martínez coge de la literatura francesa, de la obra de Albert Bonneau, y a la que da un gran dinamismo. Buscando referentes cinematográficos, cuenta con la violencia gráfica del Grupo salvaje de Sam Peckinpah y la inherente de Clint Eastwood en Sin perdón. Su historia no tiene nada que ver con aquellas, Catamount es algo completamente diferente, es la historia de un chaval al que conocemos siendo bebé, viendo como sobrevive a un mundo inhóspito y lleno de peligros, y que va creciendo para formar parte en esa salvaje rueda de la vida en la que no hay nada seguro, en la que cualquier situación puede convertirse en un peligro mortal, en la que cualquier persona esconde secretos que pondrán en peligro su propia vida y la de quienes están a su alrededor. El cómic vuelve a conseguir que el western, ese género que el cine engrandeció y que ya no encuentra sitio en la gran pantalla, mantenga una vitalidad tan envidiable que casi resulta inverosímil que no consiga cruzar sus historias con las del noveno arte.
Porque Catamount es una película en potencia. Se nota desde la primera página. Blasco-Martínez parece tener esas influencias citadas, y probablemente muchas más, y maneja el tiempo de la historia con muchísima habilidad. Las elipsis juegan siempre a su favor, no se sienten nunca como tiempo perdido, los personajes saltan muy bien de una época a otra, empezando por el propio Catamount, tan creíble cuando es un niño impresionable de 14 años como un adulto, pero también el resto de su familia. Podemos pensar que las sorpresas argumentales que guardan estos dos primeros álbumes parten de las novelas en las que se basa el autor, pero igualmente hay que reconocer una ejecución envidiable de cada uno de los giros. Alguno es previsible, porque en realidad no hay muchos caminos a recorrer en determinadas circunstancias, pero ninguno se sale de lo que es verosímil, ni siquiera el espectacular cliffhanger con el que acaba el segundo de los álbumes, el instante que promete llevarnos a un escenario completamente diferente de esta historia que rezuma western del violento por todas partes. Y ojo, es fiel a lo que se espera del género, pero no se avergüenza de abordarlo desde su perspectiva más violenta, y no solo desde los disparos sino en comprender cómo funcionaba la sociedad entonces y cuáles eran sus peligros reales.
Esa apuesta por lo violento tiene un reflejo formidable en el dibujo. El estilo de Blasco-Martínez es sucio, intenso y recargada, con líneas nerviosas para mostrar elementos como las arrugas de la piel o la pólvora de los disparos, con una puesta en escena brillante ya desde la mencionada primera página, en la que se siente épica y peligro a partes iguales, y con un buen retrato de los personajes. Entre los muchos aciertos que hay en la obra a nivel visual también hay que contar el color, y sobre todo la ayuda que Émilie Beaud ofrece a Blasco-Martínez en el segundo de los álbumes, que de alguna manera se percibe como algo más arriesgado y complejo desde este punto de vista, sin salirse de las líneas marcadas en el primero. Catamount es una sorpresa muy agradable, una que nos vuelve a reconciliar no solo con un género que, por mucho que se quiera renegar de él en nuestros días, sino siendo un escenario magnífico para contar historias como la de este personaje que escapa de las garras de la muerte para encontrar una familia y que ve cómo su mundo cambia por completo por razones que ni siquiera entiende. Y también es una forma de volver a la vertiente más cruda y desgarradora del western. Habrá que esperar para continuar la lectura, porque en el mercado francobelga no han aparecido aún más álbumes, pero será una espera tensa.
El volumen incluye los dos primeros álbumes de Catamount, La jeunesse de Catamount y Le train des maudits, publicados originalmente por Physalis y Petit à Petit en marzo de 2015 y enero de 2017. El único contenido extra son las cubiertas originales de Benjamín Blasco-Martínez.
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