Guión: Tim Seeley.
Dibujo: Scott Godlewski.
Páginas: 144.
Precio: 13,50 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Noviembre 2017.
Cuando los libros de historia tengan que poner un nombre a la etapa cultural en la que vivimos, puede que el de revival aparezca en mucho. La nostalgia se ha convertido en un arma poderosísima, y más si se trata de recuperar títulos y franquicias nacidos o desarrollados en los años 80. No es ningún secreto lo mucho que nos gusta volver a estos mundos, y el cómic no es ajeno a esta ola de fervor por el pasado que tiene en el cine su exponente más evidente y multitudinario. Dentro de esta corriente se puede enmarcar Jóvenes ocultos, que no añade ningún subtítulo para continuar la historia de la película de Joel Schumacher de 1987. Aquella cinta fue un intento descaradamente comercial de llevar la figura del vampiro a terrenos que pudieran encandilar a una audiencia juvenil y adolescente. Con Kiefer Sutherland como protagonista, con un escenario playero norteamericano, con una música muy de la época y una estética joven y de cuero, la película buscaba captar público y, de alguna manera, alejarse del terror más clásico. Esta secuela en cómic de Tim Seeley y Scott Godlewski tiene objetivos parecidos, pero parte con el handicap de que no estamos en los 80 y el impacto no puede ser el mismo. Es digna, pero le falta personalidad. Entretiene pero está muy lejos de convertirtse en parte indeleble del mismo mito, por escaso que sea el alcance del mismo.
La cuestión es que, por momentos, el cómic parece más Buffy, cazvampiros que Jóvenes ocultos. Y eso que repiten todos los personajes que pueden repetir con respecto al film original, y que decide por supuesto olvidar las dos secuelas en formato de vídeo que tuvo la película e incluso el cómic con el que se trató de seguir la historia hace algunos años. Sí que es verdad que Seeley nos trata con cariño, no se conforma con hacer un simple refrito o con quedarse en la simple nostalgia para tratar de convencernos, y sí expande de una manera adecuada lo que ya conocíamos. Pero la más trascendente historia que uiere contarnos estira mucho más la credibilidad del escenario de Santa Carla que nos proponía el film de Schumacher, hasta el punto de que sí se sale en algunos aspectos de sus parámetros. Le falta, en realidad, el magnetismo del original. Ni David ni Estrella tienen el aura que tenían en la película para atraer humanos al mundo de los vampiros, y el protagonismo cae claramente hacia los nuevos malos que se inventa Seeley, algo que, eso sí, hace con mucho ingenio, sobre todo con el giro final que nos enfila hacia la conclusión de la serie cuando el gran clímax apoeteósico y vampírico ha terminado. Lo que ofrece es suficiente para satisfacer la nostalgia pero no da el paso añadido que habría sido deseable.
Quizá a esotambién contribuya el dibujo de Scott Godlewski. Bueno, correcto y aceptable, busca un estilo propio y alejado del simple retrato de los actores. Pero en ese camino se olvida de darles a los protagonistas ya conocidos un carisma que les haga reconocibles, y hay momentos en que no parecen los mismos. Algunos momentos de la acción tampoco terminan de ser lo fluidos que necesitarían ser. La ambientación, no obstante, sí es notable, funciona tanto para que nos sintamos de nuevo en Santa Clara como para disfrutar, lisa y llanamente, de vampiros modernos. El problema puede estar en que esa modernidad ya no rompe tanto como lo podía hacer en la segunda mitad de los 80. Si Jóvenes ocultos, la película, nos mostraba el mito de una manera que sin ser nueva sí que podía ser diferente, el cómic juega en un terreno que se ha explorado ya en incontables ocasiones en las tres décadas que han transcurrido desde el estreno del filme. Nostalgia, desde luego, y de la que se aprovecha bien. Pero no da para más que eso. Es un cómic más para quienes conozca la película de Schumchaer y quiere volver a su universo que para quienes abracen con fervor un cómic de vampiros y se lancen en busca de sus orígenes cinematográficos para ver si el efecto es todavía hoy igual de grande que en 1987.
El volumen incluye los seis números de The Lost Boys publicados originalmente por Vertigo entre octubre de 2016 y marzo de 2017. El contenido extra lo forman las portadas originales de Tony Harris y Joëlle Jones y un artículo de Jorge García.
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