Guión: Taiyô Matsumoto.
Dibujo: Taiyô Matsumoto.
Páginas: 624.
Precio: 24,95 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Julio 2017.
No es nada exagerado bautizar Tekkon Kinkreet como la obra más destacada y destacable de la trayectoria de Taiyô Matsumoto, un autor sobre el que pesa una aureola de independiente dentro del manga, lo que le convierte en uno de todavía más difícil degustación en Occidente. Y es verdad que Tekkon Kinkreet es una lectura exigente, compleja. ¿Es demasiado definirla como una rareza? Probablemente no, porque hay poco convencional en su planteamiento o en su desarrollo. Y sí, partimos de una suerte de futuro en Tokio, pero ahí acaba todo lo que podemos vincular a otras obras. Matsumoto se centra en dos chavales, dos huérfanos de unos diez años a los que se conoce como los Gatos y cuyos nombres, Blanco y Negro, ya nos dan una idea de por dónde va a tirar el autor. La obra es profundamente psicológica. Hay efectivamente un escenario plagado de criminales, de violencia y de peligros, pero no es ese el eje sobre el que gira la historia. Se trata de entender, y no es nada fácil, a los dos hermanos protagonistas como las dos caras de la misma moneda. Por eso estamos ante un manga que va creciendo, que se hace más fascinante a medida que van pasando las páginas y cuando las peleas, visualmente sugerentes desde la primera página, encuentro un poso mucho más complejo y analizable.
El hecho de que Blanco y Negro sean tan diferentes, que uno sea tremendamente infantil sin perder capacidad para ejercer la violencia para defender lo suyo y que el otro sea una suerte de pequeño protector de su hermano que se ve obligado a afrontar los problemas en su desarrollo mental, ya nos coloca en un escenario complicado. Y Matsumoto lo desarrolla con acierto, porque nunca se limita a mostrarnos solo una zona de guerra urbana. De lo que se trata es de mostrar ese escenario pero con las consecuencias que tiene en los dos protagonistas. Cuanto más desciende Matsumoto en la psicología de Blanco y Negro, en una suerte de conexión emocional y mental que tienen, cuanto más van transformándose por los acontecimientos que tienen lugar en la historia, más fascinante se hace Tekkon Kinkreet. No se puede obviar que la historia tiene un tono de fábula bastante acusado, pero una fábula dura, adulta y con mucha violencia, que se va construyendo en torno a sus dos protagonistas pero también con villanos, presentes y en la sombra, que hacen muy bien su papel, con secundarios que complementan muy bien los puntos fuertes de Blanco y Negro, y haciendo que en todo momento tengamos la poco frecuente sensación de estar leyendo algo distinto a cualquier otra cosa. Fácil no es, pero distinto sin duda que sí.
En los momentos en los que la lectura se convierte en algo muy complejo, el salvavidas al que se agarra Matsumoto es el espectáculo visual que nos ofrece desde el principio. El diseño de su mundo es fascinante, y la manera en la que vemos en acción a los dos protagonistas es soberbia. No es fácil encontrar referentes, porque el autor opta por un estilo tremendamente personal, manga pero con matices, con cierta sencillez a la hora de desplegar sus líneas pero que sorprende por lo recargado que acaba siendo el conjunto de la viñeta. Y eso, aunque parezca contradictorio, no afecta en absoluto al dinamismo increíble que tiene Matsumoto a la hora de mover a sus personajes. Eso es, con diferencia, lo mejor que tiene el ilustrador, que las peleas, los saltos, las huidas son frenéticas y cargadas de adrenalina, parte esencial de la inmersión que Tekkon Kinkreet propone en un mundo distinto, sugerente y atrevido. Probablemente no sea una obra pensada para contentar a lectores mainstream, e incluso puede que quienes estén habituados a los códigos del manga se encuentren con continuas sorpresas en la forma en la que Matsumoto narra su historia. Pero descoloca, en el mejor sentido, y eso hace que sea complicado soltar el volumen hasta acabar con sus más de 600 páginas y llegar a una conclusión más onírica que realista.
Tekkon Kinkreet apareció originalmente publicado por Shogakukan en la revista Big Comic Spirit entre 1993 y 1994. No tiene contenido extra.
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