Guión: Mauro Entrialgo.
Dibujo: Javi Rodríguez.
Páginas: 132.
Precio: 22,90 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Noviembre 2017.
En una entrevista que se publicó hace un par de años, Mauro Entrialgo decía que sus historias sobre redes sociales han sustituido a sus historias sobre bares. Comprobando la realidad, aunque no tiene mucho que ver con ninguna de esas dos historias, sí que se puede colocar, de alguna manera, entre ambas. Es una historia de ciencia ficción, sobre un futuro que tiene mucho de actual, y a la vez tiene una suerte de toque retro que procede de su tono de comedia que le da un encanto especial. En esa misma entrevista, Entrialgo decía que esta era una historia que iba sobre “sueños lúcidos, tribus urbanas, guerras empresariales de consolas de videojuegos, experimentación genética, arte público, realities televisivos y sexo”. ¿Cómo se come esto, sabiendo además que estaba pensada para ser publicada por entregas en El Víbora? Pues con mucho agrado, por lo bien que da forma Entrialgo a una historia que no es que sea rompedora pero sí ejecutada con mucho oficio, y a que Javi Rodríguez la dibuja con mucho desparpajo. Lo mejor, que siendo una historia de ciencia ficción que vio la luz en el cambio de siglo mantiene plena vigencia y se sigue leyendo con el mismo agrado. Puede que incluso más, porque comprobar que el paso del tiempo no le duele es otro motivo adicional para disfrutar de una historia.
Puede sonar a una definición descabellada, pero Comprobando la realidad tiene mucho de ciencia ficción a la española. Hay un enorme despliegue de imaginación para construir este futuro cercano que nos propone Entrialgo, en el que se pueden reconocer muchos elementos de nuestro momento actual, pero también está lo suficientemente aderezado con elementos, tramas y gadgets que permiten calificarla como una obra de género. Pero también tiene algo cercano, personal e intransferible que nos encontramos en personaje de nuestras mismas raíces geográficas. Y no es Comprobando la realidad un tebeo que necesariamente tenga que desarrollarse en España, no lo hace, pero se siente propio. ¿Será por el sentido del humor que tiene? ¿Por la descarada manera de afrontar el sexo que tiene su protagonista en sus sueños y en la propia realidad? Quizá sea algo que trae el lector o el crítico y que en el fondo no estaba entre los objetivos de Entrialgo, pero el caso es que su realidad gusta por su cercanía y por su sinceridad, aunque en algunos casos tire de lugares comunes para construir su historia. Pero los personajes son simpáticos, el ritmo fluído y hay muchos elementos dignos de interés, como por ejemplo el reality show de debate ininterrumpido del que la gente sale por agotamiento físico.
La clave, en todo caso, está en la frescura. La tiene el guion de Entrialgo, pero también el dibujo de Rodríguez. Ayuda mucho el intenso colorido de la historia, otro elemento que también nos saca de la ciencia ficción más dura para llevarnos a un terreno mucho más cercano, pero sobre todo se tiene esa sensación por los personajes. La misma portada del libro, un pequeño y delicioso engaño que nos saca por completo del relato de género para meternos prácticamente en un tono de sitcom, ya es una invitación a sumergirnos sin miedo en su interior. Y cuando estamos dentro nos damos cuenta del carisma que Rodríguez le da a los personajes, sí, pero también de lo bien que muestra ese mundo ligeramente adelantado en el tiempo para que encaje en esa simpática mezcla que propone, la de un entorno próximo con los suficientes toques de ciencia ficción. Comprobando la realidad es una muy buena muestra de lo que la revista ha dado al cómic español durante décadas, historias que no solo viven de su formato episódico sino que aguantan muy bien el paso del tiempo y la conversación hacia un formato de novela gráfica en el que incluso los episodios que tienen pierden peso en favor del conjunto. Una notable edición para un cómic que merece el mismo calificativo.
Comprobando la realidad se publicó originalmente en los números 251 y 263 de la revista El Víbora, entre octubre de 2000 y el mismo mes de 2001. El único contenido extra es un artículo de Mauro Entrialgo sobre cómo se hizo la obra.
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