Cine – ‘Dick Tracy’, de Warren Beatty

Título original: Dick Tracy.

Director: Warren Beatty.

Reparto: Warren Beatty, Al Pacino, Madonna, Glenne Headly, Charlie Korsmo, James Keane, Seymour Cassel, Michael J. Pollard, Charles Durning, Dick Van Dyke, Frank Campanella, Kathy Bates, Dustin Hoffman, William Forsythe, Ed O’Ross, James Tolkan, Mandy Patinkin, R. G. Armstrong, Henry Silva, Paul Sorvino, Catherine O’Hara.

Guión: Jim Cash y Jack Epps Jr.

Música: Danny Elfman.

Duración: 105 minutos.

Distribuidora: Buena Vista.

Estreno: 15 de junio de 1990 (Estados Unidos), 7 de septiembre de 1990 (España).

Resulta curioso que Dick Tracy no haya ganado en fama con el paso de los años. La de Warren Beatty es, de laguna manera, una película algo olvidada, que en su momento sucumbió ante el peso del Batman de Tim Burton (aquí, su reseña), pese a que no tiene nada que ver en muchísimos aspectos, y se adelantó en una década a algunos de los logros visuales que Sin City (aquí, su reseña) quiso hacer suyos. Lo que está claro es que no se trata de una película de cómic al uso. Beatty, que es un director inteligente, supo hacer una traslación modélica de la historieta de Chester Gould de una manera bastante atrevida, contando con grandes nombres de Hollywood, desde el director de fotografía Vittorio Storaro hasta el compositor Danny Elfman, entonces en pleno estrellato precisamente por su música para el filme que desató la Batmanía, pasando por un reparto en el que se colaron infinidad de nombres, para hacer pequeños papeles casi testimoniales en algunos casos. El paso de los años y el creciente valor de la nostalgia no ha hecho más que aumentar el valor de culto que tiene Dick Tracy, rareza entonces, cuando el cómic todavía no era la fuente de inspiración que ahora hoy, y rareza hoy, cuando el cine basado en las viñetas, con la mencionada excepción del filme de Robert Rodríguez y Frank Miller, ha optado por una vía mucho más realista.

Beatty, no obstante, trajo Dick Tracy quince años antes de que Sin City gustara, al parecer, más. Y eso hace que la mirada hacia esta película se beneficie del paso del tiempo, a pesar de que justo esos años han conseguido que la cinta quede de alguna manera algo enterrada. El hecho de que se quedara como película única, con una demanda por los derechos enfangando la posibilidad de que hubiera una secuela, ha he3cho que aumente su rareza en un mundo en el que el éxito prácticamente obliga a que haya continuaciones. Dick Tracy no la tuvo, y no habría estado nada mal que la tuviera, porque la película, por sencilla que parezca en su planteamiento y en su desarrollo, deja muchos escenarios que se podrían haber aprovechado. Lo que parece evidente es que Beatty partió de un respeto reverencial hacia la obra de Chester Gould, lo que le hizo plantear una fotografía cargada de colores planos y unas caracterizaciones exageradas, no solo por el fantástico trabajo del departamento de maquillaje, que ganó un Oscar, sino también por el propio vestuario del personaje, con esa enorme gabardina amarilla tan característica del personaje, que el propio director interpretó convencido de que jamás encontraría un actor a la altura de la creación de Gould, que se acabó apropiando del cartel de la película.

Y la cuestión es que funciona. Dick Tracy sabe que ha de tener cierta ingenuidad, y la explota. A veces con demasiado énfasis, como se ve en los reiterativos momentos musicales que ofrece para mayor lucimiento de Madonna o incluso en el misterio poco misterioso que rodea a un personaje de rostro oculto y voz distorsionada. Pero es puro Dick Tracy. Es una tira de los años 30. Como tal, da el salto a la pantalla, y de esta manera se disfruta mucho. Beatty, lo hemos dicho, es un tipo hábil. Sabe dirigir. Sabe lo que quiere llevar a la pantalla. Y lo hace con mucha eficacia. Su Dick Tracy es entretenido, nostálgico y diferente que no necesita grandes artificios narrativos. Su historia es, sencillamente, correcta. Pero eso le sirve para que los personajes cobren vida. Él mismo como Tracy sabe trasladar a la pantalla ese toque ingenuo con las mujeres y los niños, pero determinado con los criminales que le da tanto encanto. Al Pacino, quizá con un exceso de griterío, aprovecha ese carácter de villano de opereta que tiene su Big Boy. Madonna y Glenne Hedley, las dos protagonistas femeninas, se llevan con creces los mejores diálogos de la película, puro noir comiquero, pero la primera no termina de sacarle todo el jugo a su personaje, quizá demasiado concentrada en parecer la cantante del garito de Big Boy y algo menos en ofrecer un punto más de calidad a su interpretación.

En realidad, muy poco más se le puede reprochar a Dick Tracy porque es exactamente la película que quiere ser. Beatty consigue contar una historia solvente en una duración bastante contenida, cuenta con un repartazo en el que resulta imposible no destacar, por ejemplo a un divertidísimo Dustin Hoffmann y técnicamente firma una de las películas más bonitas de su década, arriesgada en muchos aspectos y con una combinación espléndida de realidad y ficción. Aunque Disney volcó su promoción precisamente en arrastrar el éxito de Batman, son películas muy diferentes. Quizá haya que buscar ahí el motivo por el que Dick Tracy no tiene esa consideración de culto, o al menos el recuerdo, que sí han conseguido otras cintas de cómic que no tienen tanta calidad como esta. Desde luego, el de Warren Beatty es un filme claramente a reivindicar y, seguramente en muchos casos, a descubrir. No hace falta conocer las tiras de Chester Gould para sentir que pocas cintas se habrán hecho con tanta intención de honrar un material de referencia. Porque mientras los aficionados de DC o Marvel siguen peleándose por la fidelidad de sus adaptaciones a sus etapas favoritas, con Dick Tracy no hay dudas. Esta es la película definitiva del personaje, y no porque no se haya hecho otra después, sino porque es exactamente lo que quería y lo que tenía que ser.

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