Guión: Jack Kirby.
Dibujo: Jack Kirby.
Páginas: 400.
Precio: 35 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Mayo 2017.
Cuando un personaje como Superman, auténtico reclamo para conectar las creaciones de Jack Kirby con el universo tradicional de DC, se siente ya sin tapujos en un segundo plano, es evidente que lo que estamos leyendo está cobrando una fuerza inusitada. Es lo que le sucede a El cuarto mundo. Le sucedía en realidad desde el principio, desde lo que leímos en el primer volumen (aquí, su reseña), pero en este segundo salta a la vista sin esfuerzo. Superman está y se agradece, pero ni es lo más importante ni mucho menos lo mejor de leer el inmenso universo propio que se creó el Rey en cuatro series que pretendían complementarse sin necesidad de tocarse. Kirby, como con tantas otras cosas, se adelantó a su tiempo, y creo una forma de narrar que el cómic no se había atrevido a tocar hasta aquel momento. Y lo hizo, además, con un control creativo sobre su criatura que hoy parecería imposible. Pero, claro, Kirby solo hubo uno. Es tan intenso el ritmo, tan asombroso el nivel de imaginación y tan diversas las series que conforman este cuarto mundo que parece imposible aburrirse. Los Nuevos Dioses, Los Jóvenes Eternos, Mr. Milagro y Jimmy Olsen forman un conjunto que en su día fue rompedor y que hoy sigue leyéndose con una mueca de admiración en el rostro porque se siente que es algo especial en cada página.
Lo destaca un tipo que algo sabe de este mundo como es Walter Simonson en la introducción del volumen. La escena de Darkseid en el parque de atracciones, en la que nadie salvo una niña pequeña se da cuenta del terrorífico ser que tiene ante sí, es una perfecta muestra de lo bien que entendía Kirby a sus personajes. Puede que el paso del tiempo haya hecho que algunas de las cosas que escribió parezcan ingenuas, pero da gusto ver al sádico Desaad, al poderoso Darkseid, al trágicamente heroico Orion, al valiente y a veces insensato Mr. Milagro o a la magnífica Barda. Kirby les da vida a todos ellos sin repetir esquemas ni estereotipos en el marco de un universo de ciencia ficción deslumbrante. El hecho de que sean cuatro series mezcladas, y no necesariamente conectadas en cada momento, puede inducir a cierta confusión, pero la velocidad que el autor imprime a sus series, el descomunal ritmo de introducir elementos y personajes que sirven a la historia, compensa cualquier problema que pueda haber. Porque El cuarto mundo tampoco es una lectura fácil si se busca asimilar desde el principio el gran marco que engloba todo, es un torrente que apabulla, en el que casi resulta difícil concentrarse en todo lo que significa y en cómo se conecta cada serie con las demás, pero el detalle sí se disfruta sin problema y sin darle un segundo pensamiento.
El dibujo de Kirby siempre ha sido rompedor. Puede que incluso sea un dibujo que nunca encajó en su tiempo. Y en el caso de El cuarto mundo eso se hizo mucho más acusado, porque cuando Kirby aterrizó en DC el cómic había cambiado ya mucho, sobre todo desde que sus lápices fueran clave en los años 60 para afianzar el éxito de Marvel. Pero Kirby era un genio. Sus perspectivas forzadas, sus movimientos acentuados, su tecnología deliciosamente arcaica y pesada, su inconfundible manera de diseñar criaturas, todo forma parte de una manera de entender el cómic que sigue siendo fascinante. Puede que los lectores más jóvenes, los que no hayan profundizado todavía mucho en la historia del noveno arte, echen un primer vistazo a este libro y piensen que hay algo raro. Pero no es rareza. Es genialidad. Es una forma de dibujar tan personal que no puede confundirse. Y con el paso de las páginas hay que rendirse al talento que desplegaba en cada esquina. No se pueden negar ciertas irregularidades, pero da igual. Kirby siempre fue Kirby. Y El cuarto mundo una obra, un mosaico, una idea que siempre va a merecer la pena leer por primera vez o rescatar de los rincones de la memoria que nos hagan recordar lo mucho que nos gustaba todos leer cómics dibujados por el Rey Kirby. Pase el tiempo que pase, seguirá siendo una obra necesaria.
El volumen incluye los números 141 a 145 de Superman’s Pal Jimmy Olsen y los números 4 a 6 de The Forever People, The New Gods y Mister Miracle, publicados originalmente por DC Comics entre julio de 2000 y agosto de 2001. El contenido extra lo forman una introducción de Waler Simonson, un epílogo de Mark Evanier, un artículo de Jorge García, las portadas originales de Jack Kirby y un portafolio de bocetos del autor.
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