Guión: Ryan Ferrier.
Dibujo: Matías Bergara.
Páginas: 100.
Precio: 15 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Abril 2017.
El cómic basado en la serie de televisión de Hijos de la Anarquía nació de manera paralela a su etapa final en la pequeña pantalla, pero cuando el producto de la Fox vio su fin, las viñetas se convirtieron en el vehículo perfecto para que este universo continuara. En su quinto volumen, esa tradición se mantiene bastante viva. La de Ryan Ferrier, en su irrupción en la serie, no es que sea una historia tremendamente original, pero sí que es un muy buen exponente de los derroteros en los que se mueve y el tono que mejor le siente. Desde luego, estamos al otro lado de la ley, pero sobre todo explorando el concepto de familia. De eso ha ido siempre Hijos de la Anarquía, Ferrier lo entiende bastante bien y nos sirve una historia de confianza y traición de lo más clásica. El gancho es el sobrino de Eddy, admitido en la banda como novato precisamente por su relación familiar, pero que desde el principio despierta los recelos de varios integrantes de los Hijos. Con razón, como se verá un poco más adelante, ya que sus actos generarán serios problemas. No hay nada que se salga demasiado de lo previsible, pero al mismo tiempo es justo lo que tiene que ser. Bandas, motos, violencia, drogas y dinero salpicando unas relaciones de confianza como solo se pueden ver en ambientes de esta naturaleza en un relato bien llevado.
Las franquicias tienes unas normas, Hijos de la Anarquía tiene las suyas, y, al final, la clave para conseguir un buen rato con las nuevas historias que se basan en un producto así está en respetarlas. Ferrier lo hace y por eso convence. La suya es una historia de honor y familia, de confianza y violencia. Y en ese entorno, no hay muchas dudas. El personaje de Dillon, el novato, es quizá demasiado transparente como para que el relato esconda muchas sorpresas, pero es eficaz y está bien escrito. Lo que sucede a partir de cada uno de sus actos, también es relativamente previsible. Eso es lo peor que se le puede sacar a este quinto volumen de Hijos de la Anarquía, dentro de un nivel de entretenimiento bastante agradecido. La clave está en el siempre delicado equilibrio que hay entre contentar a los fans y ofrecer algo que pueda interesar a quien nunca haya visto la serie. Aún asumiendo que no mucha gente entrará en este mundo por un quinto volumen, lo cierto es que Ferrier cumple bastante bien con las premisas de lo que sería un muy buen acceso. Es autoconclusivo aunque esté dentro de una continuidad, saca todo el partido posible de los personajes recurrentes y de los invitados y es bastante certero a la hora de mostrar las características esenciales de los Hijos, su forma de proceder y las consecuencias de no seguir sus normas.
Si Ferrier debuta en la serie, Matías Bergara ya nos había dado muestras de lo que era capaz de hacer en Hijos de la Anarquía en dos volúmenes anteriores (aquí y aquí, sus reseñas). En esta ocasión, vuelve a encontrar un hueco para utilizar de una manera muy inteligente las onomatopeyas, algo que parece haber convertido en una suerte de marca de fábrica que complementa su dibujo. Este es muy eficaz, entiende muy bien, como el guion de Ferrier, el universo de los Hijos y, sobre todo, su lado más violento. Eso hace que las escenas dialogadas, quizá donde más se nota que ya no se siente una obligación en acercar el dibujo de los personajes a los actores de la serie que sirven de referencia, no estén entre las mejores de sus páginas, pero en cuanto que el relato cobra ritmo, cuando hay un robo, una pelea, una persecución o una huida, el dibujo crece. Es ahí donde Bergara sobresale, donde saca todo el partido posible al material. Y por eso el dibujo también contribuye a que el nivel de entretenimiento sea el adecuado, a que satisfaga al converso y al profano prácticamente por igual, porque en el fondo no deja de ser un buen thriller accesible para todo el mundo, por mucho que esté contando dentro de un contexto tan determinado como el que marca el título de la portada.
El volumen incluye los números 19 a 22 de Sons of Anarchy, publicados originalmente por Boom! entre marzo y junio de 2015. El único contenido extra son las cubiertas de Toni Infante.
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