Título original: The League of Extraordinary Gentlemen.
Director: Stephen Norrington.
Reparto: Sean Connery, Naseeruddin Shah, Peta Wilson, Tony Curran, Stuart Townsend, Shane West, Jason Flemyng, Richard Roxburgh.
Guión: James Dale Robinson.
Música: Trevor Jones.
Duración: 106 minutos.
Distribuidora: 20th Century Fox.
Estreno: 11 de julio de 2003 (Estados Unidos), 5 de septiembre de 2003 (España).
Si tenemos en cuenta que La Liga de los Hombres Extraordinarios, junto a Desde el infierno, fue la causa por la que Alan Moore comenzó a despotricar sin cesar sobre Hollywood y exigió que su nombre no volviera a aparecer en adaptación alguna de uno de sus cómics, la primera conclusión que podemos extraer de la película es que no es precisamente fiel a lo que el excéntrico escritor plasmó en la novela gráfica junto al ilustrador Kevin O’Neill. No lo es, y es una pena porque eso supone que la ambiciosa historia de Moore, con unos personajes detallados y un escenario complejo e intelectualmente preciso de referencias literarias acaba convertido en un simple espectáculo circense. Eso no quiere decir que no sea una película entretenida, lo es porque sabe sacar partido a las escenas de acción y los exóticos escenarios que plantea, desde Kenia a Mongolia pasando por Venecia, pero el resultado se ve muy afectado por el escaso tacto e interés que tiene la película a la hora de describir a los personajes, a los que simplemente se limita a presentar y no desarrolla en absoluto, además de una aceleración innecesaria para llegar al final de una trama ya algo endeble. Puede que no sea una película tan mala como ha quedado en el recuerdo general, pero sí es comprensible la salvaje decepción que se llevó Moore con ella.
Viendo el año en que se produjo la película, casi a renglón seguido de que X-Men (aquí, su crítica) y Spider-Man (aquí, su crítica) inauguraran la época dorada del cómic norteamericano en el cine, la sensación que queda es que Stephen Norrington trató La Liga de los Hombres Extraordinarios como si fuera un tebeo de superhéroes cualquiera, dicho esto con el mayor de los respetos al género como no puede ser de otra manera, haciendo retroceder alguna década las pretensiones de esta adaptación de un cómic a la gran pantalla. Así, no entendió las sutilezas del trabajo de Moore y O’Neil. No se trataba sólo de reunir en una misma película a diversas figuras legendarias de la literatura de aventuras (además, con el añadido de Tom Sawyer como forma de introducir a un personaje norteamericano que sirviera para apelar también a la audiencia local, una concesión algo triste), sino de generar un conjunto de referencias que en la película se diluyen, limitadas a la presentación de los personajes. Eso es, de hecho, lo mejor del filme, la entrada en escena de cada uno de los miembros de esta Liga, la forma en la que se muestran las habilidades de cada uno de ellos, pero queda la sensación de que es más por el recuerdo que tiene el lector, y no ya del cómic de Moore y O¡Neill, ya una adaptación en sí mismo, sino de las novelas originales.
Los problemas de la película se acumulan en dos aspectos. El primero, el reparto. El afán de destacar por encima de todo a Sean Connery, en la que ha quedado como última película de su carrera antes de retirarse (y, probablemente, muestra del cansancio que acumuló en una última etapa en la que aceptó muchos papeles de acción) hace que el resto de los actores ocupen un injusto segundo plano. Injusto en comparación con la novela gráfica y también por la importancia que tienen estos en la literatura de aventuras y, también, en la misma trama de la película. Y eso que el casting no es nada malo, y la foto fija de todos los personajes es tan atractiva como el diseño en general que tiene toda la cinta. Pero algo falla cuando ninguno de los personajes es capaz de evolucionar lo más mínimo (si acaso, Tom Sawyer, pero siempre supeditado a Quatermain) o cuando sus acciones (la subtrama del traidor en el grupo está presente desde el principio) son del todo inmotivadas. Ese es el segundo gran problema de la película, que su guión se centra en cuestiones un tanta banales y, cuando se quiere dar cuenta, ha consumido casi todo su tiempo en la presentación y una escena de acción, por lo que acelera sin mucha coherencia hacia el clímax. Como no hay pausa, tampoco decae el entretenimiento, pero el disfrute es más por inercia que por genialidad.
La lástima es que, de esta manera, se desperdicia un buen trabajo previo. Los personajes lucen francamente bien, incluso dentro de la exageración en la que se cae, por ejemplo, con Hyde. Aunque los efectos especiales hoy parecen algo sobrepasados, en su momento tanto el Nautilus como el coche con el que Nemo lleva el siglo XIX al futuro dieron un encanta bastante especial a la película. Suficiente para que no llegara al desastre y para que la taquilla, en realidad, respondiera bastante bien al filme, pero con claras deficiencias. Norrington, al menos, no cayó en la tentación de las cámaras lentas que, probablemente, habrían destrozado lo que mejor funciona de su trabajo, que es el ritmo de acción, pero no supo hilar convenientemente los mejores momentos del filme. Puede, en todo caso, que el problema no sea tan suyo como de la adaptación que hizo James Robinson, quien curiosamente después ha destacado en el cómic precisamente por saber entender personajes como los de Tierra 2 en un marco de acción continua. Justo lo que se pretendía con La Liga de los Hombres Extraordinarios, pero con un resultado bastante alejado. La película basta para pasar el rato y queda como la última ocasión de ver a Sean Connery en pantalla, pero no resiste ni la más mínima comparación con la novela gráfica de Alan Moore y Kevin O’Neill.
Me pareció soberanamente aburrida… La vi por Sean Conery basicamente.
Es que Sean Connery es un gran reclamo en sí mismo… Y tantos años después, sigue siendo la mejor razón para ver ‘La Liga de los Hombres Extraordinarios’ sin ninguna duda…
¡Gracias por el comentario!