Cine – ‘Hellboy II. El ejército dorado’, de Guillermo del Toro

Título original: Hellboy II. The Golden Army.

Director: Guillermo del Toro.

Reparto: Ron Perlman, Selma Blair, Doug Jones, John Alexander, James Dodd, Seth McFarlane, Luke Goss, Anna Walton, Jeffrey Tambor.

Guión: Guillermo del Toro.

Música: Danny Elfman.

Duración: 120 minutos.

Distribuidora: Sony.

Estreno: 11 de julio de 2008 (Estados Unidos), 29 de agosto de 2008 (España).

Dado que el primer Hellboy de Guillermo del Toro (aquí, su crítica) había dejado un regusto algo amargo, producto de su brillante estilo visual, muy cercano al de los cómics de Mike Mignola, pero con una historia que se quedaba en tierra de nadie y que no hacía justicia con el personaje, el director recurrió para la secuela a la mejor persona posible para hablar de este descarado demonio: al propio Mignola. Entre ambos urdieron la trama de la nueva película y Del Toro nuevamente se encargó de escribir Hellboy II. El ejército dorado en solitario. Es difícil saber cuánto de lo que hay en la pantalla nace de la imaginación de Mignola y cuánto de la de Del Toro, pero lo cierto es que la segunda cinta también acaba dejando una cierta insatisfacción. Es cierto que Hellboy es aquí más protagonista de lo que lo fue en el filme original, pero al mismo tiempo la película tiene un tono de sitcom que provoca algo de perplejidad (sobre todo ante la ausencia de una tercera entrega, nunca realizada pero que siempre ha estado en la mente de su director y no deja de recordarlo cuando tiene la ocasión), y una aparente desconexión entre lo que le sucede al protagonista y la trama introducida, la de ese ejército dorado que le da subtítulo, que se menciona en un simpático prólogo y que después va completamente por un lado que nada tiene que ver con Hellboy y sus compañeros.

Eso se puede entender como una repetición del principal error de la primera película: un exceso de ambición. Multiplicar los personajes, las situaciones, las tramas y los escenarios no es algo que le haya sentado demasiado bien a muchas películas basadas en cómics. Hellboy no salió especialmente bien por eso, y El ejército dorado ahonda en esos problemas. Durante más de la mitad del filme, ese ejército no tiene trascendencia alguna en la trama, muy centrada en los cambios en la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal para la que trabaja Hellboy y en la introducción de, efectivamente, nuevos personajes, en este caso Johann Krauss, un psíquico con forma de ectoplasma y un traje muy similar al de un buzo antiguo pasado por el tamiz mezclado de Mignola y Del Toro. De forma colateral pero muy escasa se va contando la historia de dos hermanos, el príncipe Nuada y la princesa Nuala, que están en el centro de una disputa de poder que no termina de enganchar precisamente porque cuando debe hacerlo aparece de una forma totalmente desconectada de la otra mitad de la película. Del Toro quiso meter más Hellboy para compensar los problemas del primer filme y lo hizo, pero no supo equilibrarlo con la gran trama que debía llevarle al clímax de la cinta. Al menos sí le bastó para hacer que antes de llegar a ese punto hubiera más escenas de acción y de una escala mucho más grande.

Ahí está uno de los puntos fuertes de la película, en la acción. Mucho más convincente que en la primera entrega, se convierte en el vehículo perfecto para ver a Hellboy, al mismo Hellboy del cómic. Es verdad que el tono cómico rebaja bastante lo que podría haber alcanzado la película y, sobre todo, que en ningún momento da la impresión de que ese ejército dorado sea tan amenazador. Cuando al final aparece, al margen de un par de planos generales realizados digitalmente, como todas esas criaturas, lo cierto es que impresiona bastante menos que en la primera y animada secuencia, en la que están dos de los mayores gozos de esta secuela, ver a un Hellboy en edad infantil y el cameo de un personaje muy querido. Desprovista de una épica en la que no quiere aventurarse por no tener medios mayores, Hellboy II destaca, como lo había hecho su antecesora, por un aspecto visual deslumbrante. Quizá chirría que las llamas que genera Liz Sherman (Selma Blair, de largo de lo mejor de la primera película y aquí mucho menos interesante) son aquí de un color más mundano que en Hellboy, pero en general se prolongan los aciertos de la primera tentativa de Del Toro en este terreno. Casi todo lo que se muestra encaja en esa mezcla entre Del Toro y Mignola que tiene el filme, con mención especial para esa enorme ciudad de monstruos oculta en Nueva York, un delirio visual incomparable.

Con esa maravillosa escena, un enorme despliegue de imaginación y una muestra del efecto que puede provocar una mezcla maravillosa de efectos digitales, marionetas, animatrónicas y escenarios, se puede llegar a la conclusión de que Hellboy II destaca por lo mismo que Hellboy, por su aspecto, y no tanto por su historia. Es decir, que Del Toro consiguió una película más grande que la original, más ruidosa, con un clímax más movido, pero no una mejora amplia. De hecho, incluso se antoja algo repetitiva en algunos momentos. Quizá por eso nunca ha llegado a hacer la tercera, probablemente la más ambiciosa por lo que siempre ha comentado de ella. No es que estemos ante una mala película, porque el entretenimiento está bastante garantizado, aunque sólo sea por el inagotable carisma del Hellboy de Ron Perlman o por el gozo visual que supone ver a personajes como Abe Sapien, pero la enrome riqueza del universo creado en el cómic por Mignola pedía a gritos algo más. Del Toro entiende el universo pero no es capaz de romper las ataduras de la realidad para dar un salto cualitativo importante que depare en una adaptación al cine definitiva del tebeo en el que se basa. La corrección es la norma, y Del Toro no se sale de ella. Sabe que con lo visual tiene mucho ganado y lo explota en profundidad, aunque por el camino se le escape la opción de hacer algo más ambicioso.