CÓMIC PARA TODOS

Cine – ‘Constantine’, de Francis Lawrence

constantine-posterTítulo original: Constantine.

Director: Francis Lawrence.

Reparto: Keanu Reeves, Rachel Weisz, Shia Labeouf, Tilda Swinton, Pruitt Taylor Vince, Djimon Hounsou, Gavin Rossdale, Peter Stormare, Max Baker.

Guión: Kevin Brodbin y Frank A. Cappello.

Música: Klaus Badelt y Brian Tyler.

Duración: 121 minutos.

Distribuidora: Warner.

Estreno: 18 de febrero de 2005 (Estados Unidos y España).

No hay nada más triste que, para poder disfrutar de una película aunque sea de forma muy justita, haya que olvidarse por completo del cómic en el que se basa. Eso es lo que sucede con Constantine, que poco o nada tiene que ver con el personaje creado por Alan Moore para DC y que se instaló con facilidad en el ala más sobrenatural del universo DC. La banalidad con la que el filme de Francis Lawrence utiliza la base de una de las historias más extraordinarias del personaje, escrita por Garth Ennis (aquí, su reseña) y centrada en la lucha de John Constantine contra un cáncer, no es más que la punta del iceberg en el despropósito que supone la película como adaptación. Una vez olvidado el tebeo original, y eso incluye todas las versiones posibles de un personaje con el que han trabajado autores tan importantes como los mencionados Moore y Ennis, Peter Milligan o Brian Azzarello, sólo entonces se puede intentar entrar en la versión de Lawrence. Y no es nada fácil porque la película es una simplificación de conceptos tan intrascendente que no consigue ningún momento memorable. Que uno de los carteles de la cinta ya recree una escena de su primer tercio, la primera visión de un infierno que por mucho trabajo digital que tenga no consigue ser impresionante, viene a ser la confirmación de que el conjunto es de lo más olvidable.

La visión de un infierno que no deja de ser el mundo real pasado por un filtro postapocalíptico, algo que resulta bastante decepcionante y está lejos de ser el mejor de los escenarios para la parte más fantástica del filme, es el primero de los grandes problemas que acumula la película. El fundamental, no obstante, es la elección de Keanu Reeves como protagonista con todo lo que eso comporta. Reeves no es John Constantine. No el de los cómics, por supuesto. Y más allá de poner alguna que otra mueca característica, Reeves no trabaja el personaje. Simplemente pasa de una escena a otra. Cierto que el guión, un batiburrillo sobrecargado de explicaciones pseudofantásticas sobre todas y cada una de las cosas que van aconteciendo, no es la mejor de las ayudas, pero sin la socarronería y la firmeza que desprende el personaje en las viñetas no hay manera de creerse a este Constantine ni a su mundo. Porque al final ese aura de inverosimilitud y ese guión excesivamente simplista se lleva también por delante a un reparto que, sobre el papel prometía mucho, sobre todo por una Rachel Weisz que no termina de salir de los tópicos que propone la película, una Tilda Swinton que quizá es quien más sabe sacar de su personaje a pesar de que es el más limitado por el guión, y un Djimon Hounsou que por desgracia está desaprovechadísimo y resulta del todo inverosímil.

Aunque sea fácil cargar las tintas sobre Reeves o sobre un primerizo Francis Lawrence, un director que ahora ha conseguido prestigio poniéndose al frente de la serie de Los juegos del hambre y que recarga la película con un efectismo que no parece necesario, lo cierto es que la gran rémora de Constantine está en su guión. No es que sea simple, que lo es, es que además es incongruente. Nunca termina de estar claro cuál es el maravilloso plan para destruir el mundo que Constantine debe evitar, sí su objetivo final, pero no por qué hay que ir dando todos los pasos que se dan y que no se justifican más que para rellenar un excesivo metraje y plagar la película de esas insufribles explicaciones pseudofantásticas que tanto aburren. Tampoco queda muy clara la presencia de la mayoría de los personajes, especialmente la del de un cargante Shia Labeouf, un sidekick en toda regla… como si Constantine necesitara uno, y más en su primera aventura cinematográfica. Y la guinda está, precisamente, en la excusa que tendría que dar una trascendencia mayor a la película, la enfermedad que padece el protagonista, una cuestión de la que la película prescinde por completo salvo para anunciarla y para darle un protagonismo en el clímax, convirtiéndose así precisamente en la mayor incongruencia de todas las que hay en la película.

Lo cierto es que lo más interesante de la película no reside ni en el personaje, que exige como decíamos olvidar el referente de cómic, ni el mundo que se construye a su alrededor, y que se ha visto ya en incontables películas del mismo corte, tampoco la pretensión de llevar al thriller de terror la idea religiosa del enfrentamiento entre el bien y el mal y el equilibrio que ha de haber entre ambas. Lo que mejor funciona son los momentos fantásticos más realistas. No la costosa ingeniería digital que la que se recreó el infierno y se dio vida a criaturas fantásticas (algunas, como los ángeles, de una manera no demasiado brillante), sino los pequeños instantes, como el ataque que sufre el sacerdote amigo de Constantine, con unos efectos especiales de aspecto tradicional. Sin demasiadas pretensiones, la película se deja ver, pero muy poco más. Desde luego, dista mucho de ser una versión aceptable de John Constantine y no tiene mucho interés en satisfacer a los aficionados del cómic. Y como thriller fantástico, dando igual su origen, habría que perdonarle muchos agujeros a su guión como para alcanzar el aprobado. Y eso que hay que insistir en que había buenos mimbres para hacer algo mucho más decente, pero parece claro que Constantine fue un intento de encontrar franquicias comiqueras de segundo rango que ayudaran a conquistar las taquillas más que de hacer justicia al personaje.

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Esta entrada fue publicada en 11 septiembre, 2015 por en Cine, Warner y etiquetada con , , , , .

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