Guión: François Whaltéry, Mittéï y Étienne Borgers.
Dibujo: François Whaltéry, Pierre Seron y Jidéhem.
Páginas: 168.
Precio: 29,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Julio 2015.
No hay ninguna duda de que este tercer volumen de Natacha supone un punto y aparte en la serie. De las intrigas policíacas y aventureras se pasa a la ciencia ficción. De perseguir a ladrones y criminales, se pasa a la investigación de fenómenos extraterrestres. El responsable de ese cambio es Étienne Borgers, escritor de las dos historias principales historias de este volumen, Instantáneas para Caltech y Las máquinas inseguras, continuación la segunda de la primera. Ambas llevan a la adorable y decidida azafata de François Whaltéry a un escenario que nada más revelarse la temática de la obra cuesta asimilar. Es una dificultad más por costumbre que por otra cosa, porque en realidad no es un cambio tan radical más que en algunos aspectos, y encaja con las inquietudes de la época en la que se publicaron originalmente estos tebeos. Y es que es difícil discutir que una temática más cercana y terrenal le va mucho mejor a Natacha, incluso aunque la trama sea tan alocada como la de Natacha y la guerra de los monigotes, a medio camino entre lo rocambolesco y lo directamente surrealista. La pequeña gran joya de este volumen, no obstante, es La azafata y La Mona Lisa, un divertimento tan ligero como encantador en el que Whaltéry y Mittéï nos cuentan algo más sobre el pasado de Natacha. ¿O no es ella…?
El lector que se haya enamorado de Natacha con los primeros álbumes, probablemente disfrutará más del primero de los tres que incluye este tercer volumen recopilatorio. No sólo por la deliciosa vuelta de tuerca que supone La azafata y La Mona Lisa, que juega admirablemente con el lector manejando a una protagonista en un escenario que no termina de encajar con lo que sabemos de ella, sino también por el divertido homenaje que Walthéry rinde a la profesión en Natacha y la guerra de los monigotes. Ambos guiones, urdidos junto a Mittéï, se acercan a la versión más liviana, jovial y divertida del personaje, abandonando sus acercamientos al noir y a un tono mucho más oscuro, pesimista y violento. De hecho, la violencia que hay en estas dos aventuras es siempre cómica. Y Natacha, con su mezcla de encanto, belleza y fuerte carácter, se desenvuelve francamente bien en esos escenarios. Ayuda, por supuesto, el sensacional trabajo gráfico de Walthéry, cada vez más cómodo, que le permite recrear a incontables compañeros de profesión en la segunda de las aventuras y a recrear con mucho acierto una época diferente en la primera. La misma Natacha, entre esas dos aguas, sigue siendo tan carismática y atractiva (y no sólo en el plano físico, que es evidente, dando así una de las claves del personaje), con lo que el entretenimiento está más que asegurado.
Las dos aventuras que escribió Borgers mantienen el tono de comedia que tan bien le sienta a la serie, pero hacen que descienda a un segundo plano. Es evidente que Walthéry quiso llevar la acción a terrenos que nada tenían que ver con los que había pisado en los siete primeros álbumes, primero por mover el escenario hasta Estados Unidos y segundo por acercarse al fenómeno ovni que tan en boga estaba a finales de los años 70 desde una perspectiva fantástica. No abandona en realidad el toque más policíaco, puesto que en la búsqueda de dar con una explicación científica a los ovnis avistados Natacha, Walter y sus aliados se topan con el FBI, pero la apuesta por la ciencia ficción es contundente, sobre todo en el segundo álbum, Las máquinas inseguras. No es que se pueda decir que sean peores historias que las anteriores, pero el cambio es tan evidente que cabe la posibilidad de que no todos los lectores las reciban con los brazos abiertos. Borgers, eso sí, escribe con mimo y se nota, por lo que incluso sacando la historia del contexto de Natacha es muy disfrutable. Whaltéry apostó tan claramente por el cambio que quiso asegurarse un buen resultado también en el dibujo. Sus personajes ya eran inconfundibles, pero para los fondos reclutó a Pierre Seron, para que fueran lo más aceptables posible desde un punto de vista más científico. Natacha, en todo caso, mantiene todo su encanto por muchos cambios que sufra.
El volumen incluye los álbumes 7, 8 y 9 de Natacha, todos ellos publicados originalmente por Dupuis. El séptimo, que incluye L’Hôtesse et Monna Lisa y Natacha et les Petitis Miquets, es de 1979; Instantanés pour Caltech, de 1981; y Les Machines incertaines, de 1983. El contenido extra lo forman una conversación entre el editor Alain de Kuyssche y Frabçois Whaltéry, las opiniones sobre Natacha y Walthéry de Neal Adams e Isaac Asimov, una pequeña entrevista con Jidéhem, páginas de álbumes de otros personajes en los que Whaltéry utilizó a Natacha y un portafolio de portadas e ilustraciones del personaje.