Director: Peyton Reed.
Reparto: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michael Douglas, Corey Stoll, Bobby Cannavale, Michael Peña.
Guión: Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y Paul Rudd.
Música: Christophe Beck.
Duración: 117 minutos.
Distribuidora: Disney.
Estreno: 17 de julio de 2015 (Estados Unidos), 24 de julio de 2015 (España).
Viendo el gran cartel de personajes Marvel, cuesta creer que un personaje como Ant-Man, hoy en día de claro segundo nivel a pesar de ser uno de los fundadores de los Vengadores allá por los años 60, generara en su momento una expectación tan alta cuando se anunció su salto al cine. El motivo estuvo en la contratación de Edgar Wrigth, un director que prometía un enfoque diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver en en el universo cinematográfico de la editorial. Pero su salida del proyecto prácticamente condenó todas las posibilidades de que la película llegara a las cotas más altas a las que podía aspirar. Y no necesariamente porque Wright hubiera planificado la mejor película Marvel, a pesar de que el mismísimo Joss Whedon alabó sin medida su guión, sino porque la labor de Peyton Reed ha sido claramente de aliño. Le ha tocado lidiar con un proyecto tocado y con muchos agujeros. Y, con todo, hay que reconocerle que ha salido bastante airoso del trance, porque Ant-Man no es una mala película, no es un fracaso evidente y tiene muchos puntos favorables. Pero sus defectos son tanto o más visibles, y por eso es evidente que estamos ante un filme que podría haber dado muchísimo más de sí pero que al menos sirve como una presentación mínimamente decentes para personajes que Marvel no va a olvidar en la inminente Capitán América. Civil War.
Empezando por los méritos, en primer lugar hay que destacar algo que seguramente se heredó del proyecto original de Wright: Ant-Man no es Hank Pym, el original, sino Scott Lang. Es un acierto por varios motivos. Lo es porque evita la posibilidad de sumar otro científico que compita con Iron Man en el universo cinematográfico (y hay un diálogo genial que ilustra esa situación), y también porque entiende que el cine es el cine y no tiene por qué seguir los pasos del cómic. Adaptar, se dice, y en este caso se hace. Y se agradece, porque el personaje de Scott aporta ese toque macarra y humorístico que tan bien le sienta a la gran saga cinematográfica que forman estas películas tan dispares, la socarronería que inauguró Iron Man (aquí, su crítica) y que elevó a sus cotas más altas Guardianes de la Galaxia (aquí, su crítica). Pero es que además la película es un festival visual bastante impresionante. No sólo por la sorpresa que esconde su prólogo (en realidad, una escena tan innecesaria como otras muchas del filme si no fuera por ese detalle, porque sólo sirve para introducir un antagonista que después apenas se utiliza), sino por la formidable plasmación en imágenes realistas de todos los poderes y habilidades de Ant-Man, tanto por su relación con las hormigas como por su forma de pelear, incluso un traje muy, muy logrado y que funciona muy bien.
Todo eso es lo que permite a Reed explotar lo mejor de la película: Ant-Man es verosímil, su tamaño es creíble, y la ciencia que quiere soportar a la historia es fácilmente asumible. El reparto colabora muy efectivamente en que el universo de Ant-Man ofrezca esas sensaciones, empezando por un Paul Rudd que conociéndole de antemano podía generar dudas como héroe de acción pero que en la película convence por completo como el Scott Lang convicto, padre y héroe a la fuerza. Michael Douglas, Hank Pym, ejerce un notable papel de mentor. Y Evangeline Lilly es, al mismo tiempo, el gran hallazgo de la película y, a su pesar, su punto débil, porque es el personaje que mejor demuestra los fallos que esconde la película tanto en su guión (¿de verdad nadie es consciente de que no puede estar en tantos sitios a la vez para cumplir el cometido que le asigna la trama?) como en su montaje. Y es una pena, porque si Marvel tira de ella ha encontrado una posibilidad de aumentar un reparto de personajes femeninos todavía muy corto (a la espera de que Capitana Marvel se convierta en su primera película protagonizada por una heroína). Falta un villano a la altura, que no es ni el Darren Cross de Corey Stoll ni el Chaqueta Amarilla que se enfrenta a Ant-Man en el clímax (y del que seguramente se ha enseñado demasiado en los trailers), y además no hay demasiada originalidad a la hora de plasmarlo.
Ant-Man prometía ser una mezcla interesante entre la fantasía más absurda (no lo olvidemos, el protagonista es un Hombre Hormiga), el humor más gamberro y la acción más compleja por la escala de los personajes, y el caso es que en todos los terrenos encuentra puntos a favor y puntos en contra. Eso habla sobre todo de una película irregular, con algún que otro tiempo muerto que ralentiza demasiado la acción, especialmente en una primera hora que pide a gritos un recorte. Ni siquiera la escena del aprendizaje de Scott Lang, que secuencia a secuencia es simpática, está bien montada, y el uso del tiempo que demuestra Reed es incluso torpe (como ejemplo, el momento en el que se incluye la secuencia final del experimento de Chaqueta Amarilla, que claramente tendrían que haber entrado más tarde). Ant-Man es, así, una de esas películas que pide a gritos un montaje diferente porque en la misma pantalla se ven los mimbres para hacer algo mejor que lo que llega a los cines. Cumple, tampoco se puede decir que estemos ante un título fallido, pero desde luego sí que deja la sensación de que con menos injerencias, más personalidad o un poco de las dos cosas el resultado habría sido mucho mejor. Aún así, sigue siendo un correcto producto Marvel que apuesta por sus credenciales habituales, incluyendo las dos escenas postcréditos, la primera espléndida y la segunda pensada para abrir boca con lo que se avecina.