Guión: Karim Friha.
Dibujo: Karim Friha.
Páginas: 128.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Julio 2015.
Karim Friha cierra El despertar del Zélfiro con esta tercera entrega, En el corazón del mal, y lo hace de una forma notable, confirmando que esta es una de las más entretenidas aventuras juveniles que nos han llegado de Francia en los últimos tiempos. Es verdad que este tercer volumen puede ser el menos redondo de los tres, debido a que es el que menos hace avanzar como personajes a los dos principales protagonistas, Sylvan y Serafina, que sólo se colocan en el foco del desarrollo narrativo en el cierre de la aventura (y se agradece mucho cuando sucede), pero el entretenimiento que es capaz de ofrecer Friha se ha mantenido como una constante a lo largo de toda la serie, con esa mezcla de fantasía, superpoderes y steampunk que también funcionaba en las dos entregas precedentes, Corteza y savia (aquí, su reseña) y Príncipe de sangre (aquí, su reseña). Aunque su envoltorio sea amable, en parte por unos fantásticos diseños de personajes, vehículos y escenarios, Friha ha sido capaz de deslizar personajes bastante siniestros, y es ahí donde esta tercera entrega destaca, en la creación de un nuevo villano, siempre ligado a la historia de los personajes ya conocidos y que además le sirve a Friha para ahondar en el escenario político del universo que ha creado.
La constatación de que Silvan y Serafina no tienen el mismo protagonismo en este álbum está en que ella no aparece en la historia hasta la página 34, y aunque él sí tiene un papel algo más constante en En el corazón del mal, al principio aparece completamente supeditado a Lenora, su inconstante pareja que ha ido apareciendo en toda la serie y que, apuntando algo más, no termina de ser un personaje que rompa, incluso en este tercer volumen que es el que más actividad ofrece por su parte (su primera escena, de hecho, puede ser la mejor en la serie). Como siempre, Friha construye con mimo el dilema al que tendrán que hacer frente los héroes, y de nuevo destaca en los flashbacks con los que informa al lector sobre la historia de la secta del culto Dreghan y de todas sus vertientes, las más fantasiosas pero también las más políticas. El autor, de hecho, deja algunas ideas bastante atractivas en este sentido, no demasiado nuevas pero sí muy adecuadas para el entorno de la serie. Y cualquier problema en la distribución en este tercer libro del papel de los personajes que han venido haciendo que El despertar del Zélfiro se afiance como una historia formidable se acaba olvidando al final, porque Friha construye un clímax espectacular y vibrante, al que da además un hermoso colofón.
Como dibujante, la eficacia de Friha se mantiene intacta desde el arranque de la serie. Incluso en ese clímax se le ve ir más allá de lo que había mostrado hasta ahora, manejando bastante bien, y sin desvelar nada de lo que acontece en esa espectacular escena, la escala de todo lo que quiere introducir en las viñetas. Como sucede con la misma historia, son las novedades las que merecen un lugar destacado al repasar el trabajo de Friha en este volumen. Los uniformes, los vehículos, lo sobrenatural y los escenarios asociados a Dreghan son los que se llevan los mejores momentos del relato. No quiere decir eso que el autor descuide a Sylvan, Serafina o el profesor, pero sí se nota que están en un segundo plano casi siempre, hasta ese espléndido cierre, que vale tanto para esta parte de la historia como para su conjunto. Si En el corazón del mal se puede considerar algo inferior a Corteza y savia y Príncipe de sangre es, probablemente, porque Friha nos ha acostumbrado mal. Lo ha hecho con la calidad de su trabajo y con la presencia de sus dos protagonistas, y quizá sea la ausencia de Serafina lo que provoca un juicio ligeramente más severo. Pero no nos engañemos, todo El despertar del Zélfiro sin excepción es fantástico, como tebeo juvenil y para lectores de cualquier edad.
Gallimard publicó originalmente Le réveil du Zelphire 3. Au coeur du mal en octubre de 2012. El único contenido extra son las habituales versiones de cuadros clásicos que Karim Friha traslada a su universo de ficción.