Cine – ‘El Castigador’, de Jonathan Hensleigh

Título original: The Punisher.

Director: Jonathan Hensleigh.

Reparto: Thomas Jane, John Travolta, Will Patton, Rebecca Romijn, Roy Scheider, Laura Harring, Ben Foster, John Pinette, Samantha Mathis, Marcus Johns.

Guión: Jonathan Hensleigh y Michael France.

Música: Carlo Siliotto.

Duración: 123 minutos.

Distribuidora: Sony.

Estreno: 16 de abril de 2004 (Estados Unidos), 4 de junio de 2004 (España).

Uno de los motivos por los que el Batman de Christopher Nolan consiguió ser una de las mejores versiones del personaje está en la habilidad de su director para recolectar algunos fragmentos de los mejores tebeos de los últimos años e irlos colocando de forma coherente a lo largo de sus tres películas. Esa fórmula no es sencilla de aplicar con semejante nivel de acierto, y El Castigador es una perfecta muestra de ello. La película, debut en la dirección de Jonathan Hensleigh, un guionista capaz de escribir libretos tan brillantes como el de Jungla de cristal. La venganza o tan horribles como el de Armageddon, bucea en varios cómics, pero se le olvida un detalle fundamental: el lenguaje del cine y el del cómic no es el mismo. Lo que en las viñetas funciona no tiene por qué hacerlo en el cine. Por ejemplo, dar un papel importante a los vecinos de Frank Castle funciona francamente bien en una serie, porque permite incorporar elementos muy diferentes, pero  en la pantalla acaba resultando ridículo porque no hay tiempo ni realmente demasiadas ganas de desarrollarlos. Ese, en todo caso, no es el principal problema de El Castigador, una película que apenas se sostiene y que acaba por no tener claro sus objetivos. Cierto que apunta a un cine de otra época, los años 70 y 80, mucho más que al de su año de producción, pero ni con eso basta para salvarlo.

La película tiene un severo problema de ritmo. Como tantos otros filmes basados en cómics, la insistencia de hacer una historia de origen extremadamente detallada acaba lastrando el resto. Hensleigh opta por un larguísimo prólogo, un minucioso retrato sobre el trabajo de Frank Castle y sobre su vida familiar. Cuando uno espera ver el vigilantismo en estado puro del Castigador, lo cierto es que tantas escenas bucólicas y felices no terminan de cumplir una necesaria función de contraposición. Lo que hacen es retrasar aquello por lo que la película podría haber sido atractiva. Al mismo tiempo, crece el protagonismo del villano de la función, interpretado por John Travolta. Ahí radica otro de los problemas de la película. No es un villano interesante, no está escrito como si realmente pudiera ser una amenaza para Castle (ni siendo policía, ni siendo el Castigador), no da juego como para tener tanta atención en la cinta, y sus acciones son las de un mafioso de poca monta. Con ese panorama, es difícil sentir cierta empatía por la venganza que urde Castle, sobre todo cuando la película se siente en la necesidad de rebajar el tono violento de sus acciones con un diálogo en off que directamente saca al protagonista de lo que uno espera del Castigador. Son demasiados errores los que ha acumulado la película sin que se haya llegado a ver a su protagonista vistiendo la emblemática camiseta con la calavera, cuya introducción tampoco es un momento muy afortunado.

Lo que desperdicia El Castigador es un buen protagonista. Thomas Jane encaja en el papel de héroe, tanto en el de porte feliz, el padre de familia con el que arranca la película, como el apesadumbrado y melancólico de la segunda mitad. Y la lástima es que se le vea tan poco tiempo con la calavera sobre el pecho, porque su estampa es lo suficientemente poderosa como para creérselo en el papel. Jane es la razón más contundente para llevar con cierto agrado las algo más de dos horas que dura la película, en la que no es fácil encontrar más alicientes. Desde luego no los hay en el intento de introducir un interés romántico para Castle, algo que resulta tremendamente chocante en una primera historia de origen, uno que precisamente nace del ansia de venganza del protagonista por el asesinato de su familia. No sólo es que esté fuera de lugar el intento, sino que tampoco hay demasiada química entre Jane y Rebecca Romijn. Tampoco es algo muy achacable a los actores, es que no hay tiempo en el filme como para que la relación entre ambos pueda estar bien escrita y se nota demasiado que no es lo importante de la trama, sino simplemente algo que Hollywood se siente en la obligación de introducir. Y en comparación con el tono de comedia que introducen los otros vecinos, con el rostros de Ben Foster y John Pinette (mucho más interesante el primero, aunque también desaprovechado), la presencia de Romijn es hasta agradable.

Hay un clarísimo desequilibrio en la historia hasta el punto de que ya se ha olvidado la primera mitad del filme cuando se llega al final, un clímax bastante poco espectacular y que sólo se intenta remontar con la iconografía de la calavera utilizada de una forma no demasiado coherente con el tono que quería tener la película. En realidad, cuando termina queda la sensación de que no ha habido grandes escenas que expliquen por qué el Castigador tiene que ser una amenaza para los criminales, apenas una pelea sangrienta en la que vence más por casualidad que por sus habilidades y que además pierde potencia por el tono cómico que se le quiere dar. Viendo que el recorte de diferentes tebeos para ensamblar la película no termina de funcionar, la acertada estampa de Jane sí puede servir para intentar trazar ese paralelismo con los vigilantes urbanos y solitarios que en décadas pretéritas interpretaron Clint Eastwood o Charles Bronson. Pero en realidad el guión no tiene el ingenio de aquellos años para dotar de un carisma tremendo a sus protagonistas ni el carácter rompedor en cuanto al retrato de la violencia que tenían incluso los ejemplos de peor calidad y al que ahora el espectador ya está completamente acostumbrado. Y así queda la sensación de que si no fuera porque la película se basa en un conocido personaje de cómic, probablemente sería un filme ya olvidado casi por completo. Una lástima.