Guión: Raoul Cauvin.
Dibujo: Willy Lambil.
Páginas: 160.
Precio: 29,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Abril 2015.
Cuando no es el primer álbum de una serie el que se tiene entre las manos y sin embargo la sensación que deja su lectura no es de extrañeza sino de absoluta familiaridad, es que algo han hecho bien sus autores. Eso es lo que sucede con este volumen que recoge las aventuras de Casacas azules publicadas entre 1973 y 1975, el primero que publica Dolmen pero en realidad el tercero de la serie, algo que se explica en que los anteriores relatos ya tuvieron ediciones previas aunque los que aparecen aquí también llegaron a ser publicados en su momento. Pero Raoul Cauvin, a partir de estas historias con el dibujante Willy Lambil, entiende tan bien las claves del humor y las del western, los dos géneros que combina en las aventuras del sargento Cornelius Chesterfield y el cabo Bluth durante la Guerra de Secesión norteamericana, que no hace falta saber absolutamente nada de forma previa para aterrizar de una forma tremendamente agradable en las correrías de estos dos personajes. Los desertores, La prisión de Robertsonville y Los novatos de la Marina son tres álbumes de corte muy diferente pero que tienen dos cualidades comunes muy notables. La primera, que es un tebeo muy divertido, apto para públicos de todas las edades. Y la segunda, que no esquiva en absoluto los aspectos más problemáticos del escenario que ha escogido. No es que sea un western cómico, es que es un western de guerra cómico. Y la denuncia de los sinsentidos de la guerra está ahí, tan presente como la comedia más simpática y atractiva.
Ese es el mérito esencial de Cauvin, que consigue situaciones humorísticas de las cuestiones más crudas. Los desertores parte de los abusos marciales de un capitán y del plan de varios de sus soldados de desertar para evitar que ese capitán les encarcele por las más triviales cuestiones. En La prisión de Robertsonville vemos a Chesterfield y Blutch en manos del enemigo. Y Los novatos de la Marina le sirve a Cauvin para mostrar los diferentes cuerpos del ejército tras renunciar nuestros héroes a seguir formando parte de la Caballería por un divertido malentendido. No deja de ser curioso que en apenas tres álbumes el recorrido por la época descrita sean tan detallado. Vemos a los bandos enfrentados en la guerra, sí, pero también a los indios (¿se puede hacer un western tan prolongado como Casacas azules y que no aparezcan los indios?), vemos el ambiente militar pero también muchas cosas más. Y todo ello sin perder de vista que se trata de un tebeo juvenil que tiene como primordial objetivo la risa del lector. Y ahí es donde Cauvin da verdaderamente en el clavo porque lo que tienen sus historias de hilarantes no es algo que se pierda en el contexto, ni en el de la historia ni en el de la época en la que estos álbumes vieron la luz, hace nada menos que 40 años. El humor de Cauvin es sincero, directo y muy logrado. Y aunque quizá Los desertores sea el mejor de los tres álbumes, en todos ellos hay momentos que destacan.
Lambil, además, aterriza más que de pie en la serie. Sus tres primeros álbumes no sólo mantienen el estilo de las primeras historias de Casacas azules sino que demuestran un entendimiento casi perfecto del humor que plantea Cauvin. La gran variedad de personajes que se mueven en torno a Chestefield y Blutch es lo que permite a cada ilustrador dar un toque más personal, y Lambil lo aprovecha con mucha categoría, como por ejemplo con el capitán o los indios de Los desertores o el sensacional despliegue visual a través de los diferentes escenarios que ofrece Los novatos de la Marina. En su dibujo funciona muy bien la exageración humorística, pero también el uso de las onomatopeyas, que se acaban convirtiendo en parte esencial del humor sin estorbar lo más mínimo las grandes escenas de batalla que también plantea, y que de hecho le sirve como cierre del álbum tanto en La prisión de Robertsville como en Los novatos de la Marina. El mismo estilo de Lambil es una de las mejores muestras de que Casacas azules es una serie que no ha envejecido nada mal. Aunque hay elementos que sirven para ubicarla correctamente, si no se le dijera al lector ya desde la cubierta que el origen de lo que está leyendo en los años 70, la obra bien podría pasar por una de nuevo cuño. Por eso, leer ahora Casacas azules es una oportunidad magnífica para disfrutar a lo grande con una de esas series que nunca pueden pasar de moda, digan lo que digan las tendencias y los gurús. Y es que un buen tebeo nunca puede pasar de moda.
El volumen incluye tres álbumes de Les tuniques bleues, Les déserteurs, La prison de Robertsonville y Les Bleus de la marine, publicados originalmente en la revista Spirou y después como álbum por Dupuis en 1974 los dos primeros y 1975 el tercero. El contenido extra lo forman dos artículos de Alfons Moliné sobre la publicación de Casacas azules y el trabajo de Willy Lambil, acompañado por numerosas ilustraciones y portadas de la serie.