CÓMIC PARA TODOS

‘Monika 1. Baile de máscaras’, de Thilde Barboni y Guillem March

numeros-F864-308-783-928Editorial: Diábolo.

Guión: Thilde Barboni.

Dibujo: Guillem March.

Páginas: 60.

Precio: 15,95.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Abril 2015.

Con permiso del sugerente guión de Thilde Barboni, Monika es un tebeo pensado para convencer por los ojos. La propuesta sensorial, magnética y sensual de Guillem March es lo que hace de Baile de máscaras, primero de los dos álbumes que conformarán la historia, una experiencia absorbente y por momentos muy fascinante. Porque justo eso es lo que busca, fascinar. Monika quiere fascinar como personaje, como entorno, como historia y como retrato de un universo que, si tuviera que buscar referentes cinematográficos, probablemente los encontraría a medio camino de algunas películas de Brian De Palma, Stanley Kubrick y David Lynch, pero siempre en el lado más carnal y realista de sus viajes al fondo del alma humana. Es verdad que la historia puede dejar algunas dudas, y que estas pueden quedar más o menos solucionadas con lo que Barboni haya escrito para el segundo de los álbumes, pero el dibujo de March engatusa con tanta facilidad que los defectos quedan muy bien sepultados. Es tal la explosión de formas y colores que propone el ilustrador, que parece imposible escapar al influjo de cada página, de cada viñeta, casi en realidad de cada curva del cuerpo de esta Monika que describe con tanta minuciosidad con su lápiz y sus acuarelas. De hecho, casi hay dos lecturas en Monika, la del texto y la del dibujo, y se pueden hacer tanto juntas como por separado.

Si en la primera página Barboni ya coloca a la protagonista sin ropa y planteándose misterios que el lector desconoce, es evidente que las cartas de Monika están ya sobre la mesa. Trampa, ninguna. Con lo que si el lector entra en el juego que se le propone desde el principio la diversión y la intriga están garantizadas. Aún a riesgo de ser algo injusto con el trabajo de Barboni y la historia que plantea, este acaba escribiendo un auténtico caramelo para March, y parece asumirlo desde el principio. Hay una coincidencia absoluta de objetivos y por eso la historia fluye con facilidad en los dos terrenos que pisa, el del misterio y el de la sensualidad. Lo segundo es territorio fundamental del ilustrador, pero lo primero tiene que introducirlo en primer lugar el escritor. Uno de sus principales aciertos en ese sentido está en que sabe imprimir una muy agradecida diversidad. De escenarios, pero sobre todo de sensaciones. Mezcla los mundos del arte, del sexo, del crimen, de los hackers y de la policía con mucha facilidad, haciendo que los personajes tengan roles importantes en la historia. No se trata de introducir cuerpos femeninos para desnudarlos y sufrir un deleite masculino, aunque algo de eso también haya, sino que lo que se busca es construir un misterio interesante, que deje interrogantes y vías abiertas, para que después March incorpore ese brutal juego de sensualidad.

Y eso es algo que se puede dar casi por sentado desde la ilustración de la cubierta. Esa fascinación la logra March con todas las armas que utiliza. Las formas casi se pueden entender como algo previsible conociéndole, pero lo más atractivo de este primer álbum de Monika está en otros dos aspectos, en las miradas y en el color. Lo primero le da a esta serie una cualidad casi cinematográfica, y hace que los personajes prácticamente se puedan tocar. Son carnales porque March los dibuja así, pero sus ojos, lo que se lee en ellos, es lo que les convierte casi en personas reales. Lo del color es otro grandísimo acierto del aspecto visual de Monika, porque aprovecha todas las posibilidades emocionales de cada escena y sirve para construir un universo con una arrolladora personalidad. March, además, presta una atención al detalle (tanto en el trazo como en el color) que resulta, de nuevo, fascinante, y que convierte cada viñeta en una pequeña obra de arte. Es verdad que faltan cabos por atar en la historia y que el resultado dependerá mucho de lo que Barboni sea capaz de cuadrar el relato con su segunda mitad, porque por el momento hay más misterios que certezas, pero Monika convence tanto desde lo visual que el deleite está garantizado. March es, en ese sentido, un valor más que seguro, y Barboni, por el momento, lo ha sabido aprovechar.

Dupuis publicó el primer álbum de Monika, Les bals masqués en mayo de 2015. El contenido extra lo forman una nota final de Thilde Barboni y bocetos y diversas fases del proceso de dibujo de Guillem March.

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Esta entrada fue publicada en 10 junio, 2015 por en Cómic, Diábolo, Dupuis, Guillem March, Thilde Barboni y etiquetada con , , .

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