Director: Charles Russell.
Reparto: Jim Carrey, Cameron Diaz, Peter Greene, Richard Jeni, Peter Riegert, Jim Doughan, Amy Yasbeck, Orestes Matacena, Nancy Fish.
Guión: Mike Werb.
Música: Randy Edelman.
Duración: 101 minutos.
Distribuidora: Lauren Films.
Estreno: 29 de julio de 1994 (Estados Unidos), 25 de noviembre de 1994 (España).
Cuando Batman (aquí, su crítica) se convirtió en un inmenso éxito de taquilla a nivel mundial (y social), abrió una puerta extraña. Cualquier estudio de Hollwyood, por modesto que fuera, quería su película de superhéroes. Pero con DC como propiedad de Warner y Marvel perdida en un maremagnum de derechos vendidos a gente insolvente o sin ideas, los personajes que fueron llegando a la gran pantalla en los años siguientes fueron los de compañías más pequeños, incluso convirtiéndose esas películas es el primer contacto que muchos aficionados tenían con sus títulos. La Máscara fue uno de ellos. Basado en una propiedad de Dark Horse, el filme acabó convirtiéndose en la plataforma hacia el éxito de Jim Carrey, protagonista absoluto de la función, y Cameron Diaz, que actuaba aquí por primera vez para la gran pantalla. Es verdad que lo más destacado sigue siendo la presencia de ambos, con sus armas características, su inconfundible comicidad (no necesariamente comprendida por todo el mundo) en el caso de él y su extraordinaria belleza, aderezada por la plenitud de la juventud, en el caso de ella, pero quedarse sólo con ellos sería despreciar el probablemente ingenuo pero al mismo tiempo acertado intento de llevar a la gran pantalla la locura superheroica de los años 90, plasmada en este ingenioso y nada oculto homenaje a la animación clásica, en especial a las creaciones del animador Tex Avery.
En realidad, La Máscara es un dibujo animado hecho con imagen real. Y esa valoración no se debe únicamente a los sofisticados aunque no demasiado caros efectos especiales del filme que permiten todas las transformaciones del antihéroe protagonista (y que, mostrando movimientos no demasiado lejanos a los del Míster Fantástico de Los 4 Fantásticos, tiene muchísimo más encanto a pesar de haberse estrenado este filme más de una década antes), sino a que todo, absolutamente todo, se mueve en los mismos parámetros que cualquier dibujo animado clásico, desde el planteamiento de la historia (claro, directo, sin equívocos, con un slapstick sencillo y sincero) hasta la puesta en escena (el momento en el que Cameron Diaz aparece por primera vez en la película, aprovechando su espectacular físico para que Jim Carrey caiga perdidamente enamorado de ella), pasando por el villano tópico del filme, uno de los muchos estereotipos que la película usa sin rubor, o escenas tan previsibles pero al mismo tiempo tan simpáticas como las que se basan en la música como elemento central (el baile entre la Máscara y la chica o el enfrentamiento entre el protagonista y la policía maracas en mano). ¿Algo sorprendente? Probablemente no haya demasiado, más allá de formar parte de la fiebre por el cómic que se desató en aquellos años, pero lo que se ve funciona bastante bien.
La clave está en que La Máscara no es más que lo que aparenta ser, un producto sencillo, divertido, para mayor gloria de su protagonista y de los efectos visuales, colorista y simpático. No tiene nada que ver con la adulta aproximación al superhéroe de Bryn Singer en X-Men (aquí, su crítica) o de Christopher Nolan en la trilogía iniciada por Batman Begins (aquí, su crítica), sino que Charles Russell monta una historia juvenil, desenfadada y alocada en la que las muecas de Jim Carrey se mezclan a la perfección con el protagonismo del enésimo perro simpático que forma parte ineludible de la trama en sus escenas más importantes. Y aunque es verdad que con algún personaje sí intenta que la película tenga una complejidad algo mayor, lo cierto es que todo es bastante blanco, bastante obvio, porque lo que busca el filme no es impactar o sorprender. Lo que busca es divertir. Y divierte, sería absurdo negarlo. Su estilo visual, juguetón y casi atemporal, su vestuario llamativo y chillón, y la perfecta comprensión de los actores del tono que necesitaba el filme hacen de La Máscara un agradable entretenimiento que, y eso sí que resulta llamativo, no ha envejecido en absoluto. Y si lo ha hecho es más por sus planteamientos que por su estilo visual o sus efectos, que siguen funcionando igual de bien que en la época de su estreno.
El punto flaco de la película lo terminó de revelar Jim Carrey en su segunda incursión en el mundo del cómic, dando vida a un sobreactuadísimo Acertijo en Batman Forever (aquí, su crítica), y es que el cómico no estaba en realidad interpretando a un personaje de las viñetas sino incorporando su propio repertorio personal al papel. Es decir, sólo el maquillaje y los trucajes digitales hacen que Jim Carrey pueda distanciarse algo de sí mismo pero no funciona siempre. Aceptando su humor, y dejándose llevar por el colorido y por los efectos sonoros que convierten la película, como se ha dicho, en un dibujo animado de acción real, la acción cargante de Carrey sí se diluye lo suficiente. Pero, obvio, no es la película para quien no comulgue con este humorista, que en todo caso fue nominado al Globo de Oro en la categoría de comedia por este papel. Eso puede dar una idea de que La Máscara, pese a su aparente modestia, cumple con creces sus objetivos. Cuando necesita el misterio de la máscara vikinga que aparece por casualidad en la vida del protagonista, sabe introducirlo en la historia; cuando busca la química entre Carrey y Diaz, la encuentra con cierta facilidad; y cuando tiene que crear una amenaza real a partir de un personaje más o menos insulso, logra que el villano sea interesante, sobre todo desde el punto de vista visual. Así que, sin complejos, se puede admitir la enorme diversión que produce el filme.