Guión: Jaime Hernández.
Dibujo: Jaime Hernández.
Páginas: 124.
Precio: 14,50.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Abril 2015.
Advertir que Chapuzas de amor no es una historia única, sino el nuevo capítulo de una historia mucho más larga no tendría que ser un freno para los lectores que no sepan quién es Maggie Chascarrillo. No hace falta saberlo, porque Jaime Hernández se encarga de describirla de nuevo en cada gesto, en cada mirada, en cada diálogo. Pero sí, es un capítulo más, el siguiente, de una trayectoria vital que Hernández lleva escribiendo desde hace mucho. Y eso también se nota. Se nota en que hay un poso, hay detalles, hay complicidades que tienen que ver con ese bagaje anterior. ¿Imposibilita eso leer Chapuzas de amor en plenitud de condiciones? En absoluto. ¿La razón? Que Hernández es un autor fascinante. Es verdad que siempre va a faltar información, ¿pero es así la vida? ¿Y lo que hace Fernández no es justo eso, mostrar un pedazo de muchas vidas a través de su personaje central? Por eso cobra protagonismo su habilidad como narrador, como escritor y como dibujante, por encima de lo que normalmente suele llamar la atención en una narración de ficción, que es su tema, su protagonista o su ambientación. Chapuzas de amor es una de esas novelas gráficas que provocan un nudo en el estómago por la enorme sinceridad que desprenden sus páginas, porque se trata de un retrato crudo y realista que evidencia que hay pocos autores que sepan bucear en el alma humana con más acierto que Jaime Hernández.
Viendo el título de la obra, no sorprende que empiece y acabe hablando de amor. De amores muy diferentes, de personas distintas, pero de amor al fin y al cabo. Es, en ese sentido una auténtica fotografía de la vida que quiere capturar, porque en ese Hernández es un maestro. Hay eventos extraordinarios y ausentes de muchas realidades en Chapuzas de amor, especialmente en esa formidable manera de romper el tiempo en la narración que supone su segunda parte, con diferencia el momento más turbador que hay en todo el volumen, pero el autor le da a todo lo que incluye en la vida de Maggie y los suyos un aire de cotidianidad que asombra por lo sencillo que parece cuando en realidad es la tarea más compleja para un autor de cómics. Incluso lo más dramático está mostrado con una sensibilidad demoledora. Hay momentos de felicidad, incluso de comicidad, que hacen que Hernández no tenga una mirada pesimista sobre la vida, hasta el final da la impresión de ser un colofón ciertamente optimista, pero no esconde en ningún momento que para él la vida es un viaje complejo, en el que las dudas, los miedos, los celos y las circunstancias son obstáculos que afrontar. Eso es lo que hace especialmente intenso el viaje cotidiano que propone Hernández, no sólo en Chapuzas de amor sino todo el periplo de Maggie, el que se ve aquí y el que ha tenido antes y se puede intuir en estas páginas.
La pretensión de realismo que hay en los guiones de Hernández se reflejan en lo que dibuja. De una forma diametralmente opuesta a la de Terry Moore, pero lo que hace es capturar la realidad, y por eso las medidas de sus personajes no son perfectas, ni las de los hombres ni las de las mujeres. Y eso no menoscaba en absoluto el atractivo o la belleza que los personajes desprenden, de la atracción física y sexual que pueden sentir entre ellos. Eso es síntoma de que el trabajo de Hernández es soberbio de una forma especial. El confort de las figuras ideales se rompe por todas partes, y se rompe con naturalidad y realismo. Pero eso, siendo algo digno de elogio, no es la clave de la maestría que hay en Chapuzas de amor. Esa es la expresividad de cada personaje, el profundo significado que se atisba en el lenguaje corporal, en los gestos, en las miradas. Leer Chapuzas de amor sin atender a los diálogos no aleja demasiado al lector de las sensaciones que desprende cada escena. Y eso, con un trazo tan sencillo y un blanco y negro tan bien entendido, es de un mérito extraordinario. Por eso Jaime Hernández es un autor capaz de cosechar tantos elogios y mantenerse durante tanto tiempo como uno de los referentes del cómic de corte más independiente, porque no hay forma de encontrar flaquezas a su fascinante narrativa y a su intensa mirada hacia la vida.
Fantagraphics publicó originalmente The Love Bunglers en noviembre de 2014. El volumen no tiene contenido extra.