Guión: Régis Hautiére.
Dibujo: Antonio Lapone.
Páginas: 64.
Precio: 20 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Abril 2015.
Cualquiera que leyera la exquisita Acordes y desacuerdos sabe de lo que son capaces Régis Hautiére y Antonio Lapone. Verles de nuevo compartiendo créditos en Adam Clarks es una auténtica delicia, en primer lugar porque demuestran ser autores capaces de abordar historias muy diferentes. Si en aquella la música era el hilo conductor, aquí entablan una historia a medio camino entre el noir y los espías, con un toque futurista y una impresionante elegancia visual que completa un cóctel espléndido, servido adecuadamente en una edición de gran tamaño que hace que todo luzca mucho más. Hautiére y Lapone apuestan y gana, porque saben jugar. A lo que juegan es a sorprender al lector con picardía, con mezcla que bucea con la misma facilidad en las historias más populares de ladrones de guante blanco y en cualquier referente que invite a pensar en los años 50 o en un mundo casi de ciencia ficción, porque de ambos toma elementos para crear el escenario único en el que se mueve este relato. Original y divertido, Adams Clarks es casi una sucesión de macguffins (Hautiére no duda en utilizar el término en su guión) que sirven para describir al protagonista y al resto de personaje que se mueven a su alrededor, pero también al escenario fascinante en el que transcurre el relato, tanto a nivel narrativo como en lo visual.
La clave para entender la propuesta de Adam Clarks está, precisamente, en entrar en el juego que propone: un ladrón elegante, una mujer fatal, un entorno de género negro, un enredo de espías, un escenario futurista de coches voladores e inventos deslumbrantes y una mezcla de todo ello para dar forma a un relato muy entretenido, cargado de sorpresas y con un desarrollo siempre inteligente, que acepta las reglas del juego que propone dentro de una estructura circular, episódica, puntual, sólo una presentación de un personaje y un universo que funciona de la misma espléndida manera si se entiende como una historia única o como la puerta de entrada a una saga, ojalá, más duradera, puerta que queda abierta con un final espléndido. Hautiére tiene la rara habilidad, ya demostrando en Acordes y desacuerdos, de hacer que tenga tanta importancia su personaje protagonista como el entorno en el que le coloca. Adam Clarks podría haber tenido lugar en otro entorno, en otro tiempo, de otra manera, pero seguramente no habría tenido la misma fuerza de haber cambiado alguno de sus elementos. La gracia, el encanto y la personalidad está en el cocktail que propone el escritor, consciente de que hay una magnífica ingenuidad en su historia y en sus personajes que sirve a la historia de una forma casi perfecta.
Es bastante evidente, en todo caso, que las propuestas de Hautiére están muy supeditadas al dibujo de Antonio Lapone. Su trazo limpio, elegante, por momentos bellísimo y siempre muy personal es perfecto para ese maravilloso anacronismo que preside Adam Clarks, el de un vestuario de mediados del siglo XX y un entorno futurista. Da igual que sea en viñetas pequeñas o grandes, con cuya mezcla juega a conveniencia, Lapone hace una narración espléndida y vuelca en cada página una imaginación desbordante para que los detalles arquitectónicos o tecnológicos más fantásticos encajen junto a un vestuario clásico y formal. Siendo los personajes lo más llamativo en primera instancia, con el paso de las páginas resulta igualmente irrestible deleitarse con los grandiosos escenarios que crea. Y por si faltaba algún detalle para considerar el trabajo de Lapone como una auténtica maravilla, el uso que hace del color es absolutamente deslumbrante. Ver un ejercicio de estilo tan bonito como el que propone Adam Clarks es siempre una delicia, pero no es ese su único mérito. Muy al contrario. Hautiére y Lapone se entienden a la perfección, potencian sus mejores habilidades y minimizan sus puntos débiles. Si es que los tienen, porque la lectura es tan trepidante que no hay tiempo para encontrar defectos en este altamente recomendable tebeo.
Glénat publicó originalmente Adam Clarks en octubre de 2014. El único contenido extra es un portafolio de bocetos e ilustraciones de Antonio Lapone.