Título original: Star Wars: Clone Wars. Volume 1.
Director: Genndy Tartakovsky.
Reparto: Matt Lucas, James Arnold Taylor, Tom Kane, Grey DeLisle, Anthony Daniels, Corey Burton, John DiMaggio, Nick Jameson.
Guión: Genndy Tartakovsky, Bryan Andrews, Darrick Bachman y Paul Rudish.
Música: John Williams, James L. Venable y Paul Dinletir.
Duración: 67 minutos.
Distribuidora: 20th Century Fox.
Estreno: 7 de noviembre de 2003 (Estados Unidos).
Quizá apabullada por las seis temporadas de The Clone Wars, la serie de dibujos animados en 3D que entre 2008 y 2013 exploró el periodo entre El ataque de los clones y La venganza de los Sith, tiende a olvidarse que hay un curioso experimento previo, de 2003, que se convirtió en una de las más portentosas y originales visiones de Star Wars. Se trata de Clone Wars, una serie de dibujos animados realizada por Genndy Tartakovsky, el genio detrás de Samurai Jack, que se plantó como una colección de pequeños microepisodios de apenas tres minutos. ¿Se puede contar una historia en tres minutos? Si esto no lo prueba, nada lo hará, porque la categoría de Clone Wars es extraordinaria de principio a fin. Se produjeron veinte de estos microepisodios, el último de ellos de una duración ligeramente superior, con lo que la fusión de todos ellos se puede ver como un pequeño largometraje de poco más de una hora que sirve para explorar todo lo que George Lucas no tuvo tiempo de mostrar en su nueva trilogía. Y el balance no pudo ser más positivo. Su esquemática y de alguna manera limitada animación no fue impedimento para que esta serie dejara momentos deslumbrantes dentro de un conjunto ya de por sí sobresaliente, valiente en su forma de entender el universo de Star Wars y fuente original de algunos personajes que han perdurado en otros medios que expanden de la mitología de la saga.
Clone Wars sólo tenía una prohibición: no podía acercarse a la historia de amor entre Anakin y Padme, nexo entre el Episodio II y el III y desencadenante final de que el primero cayera finalmente en desgracia y se convirtiera en un Sith. Con esa salvedad, compensada por el inigualable nexo de unión entre todos los títulos de Star Wars que supone la presencia de C-3PO y R2-D2, el cuadro que compone la serie sobre ese periodo de tiempo es extraordinario. Aún no habíamos comprobado que Anakin fuera efectivamente el mejor piloto de la Orden Jedi, y aquí lo vemos. No habíamos visto a Obi-Wan Kenobi ejerciendo de general, y es lo que hace aquí. Pero tampoco habíamos visto en acción, más que fugazmente en la batalla de Geonosis del Episodio II a muchos de los Jedi que aparecen en la historia, y aquí tenemos la oportunidad de ver a unos cuantos, desde Kit Fisto a Mace Windu, pasando por Luminara Unduli y Barriss Offee o Ki-Adi Mundi. La animación permite ver el esplendor de los Jedi ignorando los límites que tiene el cine. Y así, Mace Windu pelea con sus propias manos contra un ejército de droides o Kit Fisto lo hace bajo el agua, mostrando un precioso efecto visual en la forma en la que funciona un sable de luz en ese entorno. Esos son los detalles que embellecen una historia que sirve esencialmente a la historia central de Star Wars por el odio creciente que manifiesta Anakin.
Tartakovsky pasa por todos los escenarios posibles de esta guerra, las batallas más espectaculares y los enfrentamientos más pequeños, vemos planetas asolados, un templo Jedi en un mundo helado, un planeta en el que predomina el agua y otro selvático, aparecen Dooku, Yoda y Darth Sidious, hay sables de luz, blasters y nuevas armas y vehículos. Tras un primer episodio introductorio, se desplaza al escenario principal de la serie, Muunilinst. En la superficie, Obi-Wan lucha con sus soldados clon contra un ejército de droides liderado por el clan bancario y que cuenta con Durge como principal figura. Ese personaje, por cierto, es uno de los que dio el salto a los cómics de Star Wars. En el espacio, mientras tanto, Anakin lidera a las naves de la República, cuando una aprendiz de Sith, Asajj Ventress (otro personaje creado en esta serie que la franquicia adoptó), llama su atención para conducirle a una trampa. La batalla entre Anakin y Ventress es impresionante a todos los niveles, hasta llegar a un final brutal que permanece en la historia de la saga como la primera vez que su protagonista a uno y otro lado de la Fuerza empuña un sable rojo. Otro de esos detalles memorables, como ver a un puñado de destructores estelares posados sobre el agua o las tácticas de los soldados clon, aspectos necesarios para entender la grandeza de las famosas Guerras Clon sobre las que las películas acaban pasando de puntillas.
El estilo de animación de la serie puede llevar a error. Ni es infantil ni es simple. Es verdad que el trazo es básico y que la animación mezcla movimientos deslumbrantes por ordenador (que permiten además imprimir una velocidad nunca vista antes en el universo de Star Wars) con otros realizados de la forma más económica posible. Pero todo, y esto es lo importante, se siente como parte integral de este universo al que rinde homenaje y expande. Los nuevos diseños encajan con lo que Lucas quiso mostrar en sus tres últimas películas y por eso no es de extrañar que el creador de Star Wars permitiera a Tartakovsky presentar a quien sería uno de los villanos del Episodio III, el General Grievous, en ese episodio final ligeramente más extenso, una pieza maestra del suspense, la sorpresa y la acción. Esa batalla entre Grievous y seis Jedi es el colofón extraordinario a esta serie, menos referenciada de lo que su calidad merece, que supuso una forma novedosa de contar historias y que se puede ver con la misma facilidad de la forma en que se planteó, tres minutos de episodio diario, o con el montaje de las veinte piezas juntas para conformar una historia completa. Clone Wars no sólo es una obra imprescindible para cualquier seguidor de Star Wars o de la animación, sino que se trata de una formidable aventura de ciencia ficción accesible para todo tipo de públicos.
Yo vi esta serie cuando la emitió Cartoon Network aquí en América del Sur en su momento; ciertamente, agrega mucho a los mitos de la saga galáctica y llena muchos huecos entre los hechos de la segunda y tercera entrega. La recuerdo con mucho cariño, eso si.
Esta serie, conjuntamente con muchas otras más (en especial Sym Bionic Titan y Samurai Jack del mismo autor) dejaron un agujero de gran tamaño en la programación del mencionado canal.
Como dices, son muchas son aportaciones a los mitos de ‘Star Wars’. Eso es lo que más valor tiene, porque una historia entretenida en este universo está al alcance de muchos autores, pero algo que deje huella… Eso es lo complicado. Y Tartakowsky lo hace. A ver si dentro de poco subo la crítica del segundo volumen.