‘Y, el último hombre’ 9, de Brian K. Vaughan, Pia Guerra y Goran Sudzuka

Editorial: ECC.

Guión: Brian K. Vaughan.

Dibujo: Pia Guerra y Goran Sudzuka.

Páginas: 144.

Precio: 13,95 euros.

Presentación: Rústica.

Publicación: Septiembre 2014.

Después de cuatro años de vida, Y, el último hombre ofreció las respuestas definitivas en los números que se incluyen en este noveno volumen de la serie. Todo está aquí, el porqué de la plaga y otras explicaciones con las que Brian K. Vaughan llega al clímax de su historia, aunque quedando todavía algunos cabos sueltos a contestar en los números finales. Y es un clímax absolutamente satisfactorio desde todos los puntos de vista. La de Yorick, el último hombre vivo de la Tierra, no es una de esas historias que parten de una premisa imaginativa, que se dedican a enrevesar el camino de las formas más descabelladas que se puedan imaginar y que, cuando toque llegar a un final, buscan desesperadamente alguna explicación racional que no decepcione a sus seguidores. En absoluto. Vaughan, inteligente como pocos narradores actuales, certifica aquí un plan magnífico, en el que el gran cuadro y las pequeñas historias de los protagonistas que ha ido escogiendo a lo largo del relato llegan a un entendimiento espléndido. Ahí está la magia de la serie. La premia, siendo muy imaginativa y diferente, era relativamente fácil de concebir. Pero el desarrollo está sólo al alcance de unos pocos.

La sorpresa continua es clave en una serie de este tipo. Vaughan consigue que funcione, pero de una forma doble. El impacto se consigue en cada número suelto, pero no merma esa capacidad la lectura de la serie de una forma más continuada, sea por volúmenes recopilatorios o incluso de toda su extensión en conjunto. Y Vaughan, además, nunca ha perdido de vista que el éxito de Y está en sus personajes, en la irresistible  socarronería de Yorick (ojo a la escena que abre este noveno volumen, que dice tantas cosas sobre él desde una original perspectiva) y en cómo encaja entre el grupo que le acompaña, sobre todo la doctora Mann y la agente 335, pero también en todos los personajes a uno y otro lado del la línea que separa los aliados de los enemigos. Eso sí, no descuida y eso es lo que termina de fascinar de esta serie, cómo se mueve a su alrededor este nuevo mundo sin hombres. Eso es lo que ha permitido tanta variedad en la historia a lo largo de estos volúmenes y lo que aquí permite a Vaughan cerrar la historia principal y permitirse el lujo de echar un vistazo, durante dos números, a lo que sucede lejos del entorno de Yorick, en un ambiente mucho más distendido sin el futuro de la humanidad en juego.

El aspecto de Y siempre ha sido el que le imprime Pia Guerra y en estos números decisivos sigue sobrasaliendo a la hora de dar un aspecto realista e impactante a la historia que imagina Vaughan. Con una sencillez a veces aplastante, domina la sorpresa, el cliffhanger que traduce con tanta habilidad en splash pages, y aunque a veces pueda dar la sensación de que sus figuras son algo estáticas en realidad está sugiriendo un movimiento diferente al habitual, sin necesidad de grandes artificios que potencien una espectacularidad que esta serie no necesita para convencer. Personajes y ambientación, todo convence en el dibujo de la ilustradora canadiense, que se mueve siempre en una página de corte clásico, contribuyendo al acierto narrativo de este cómic. Eso sí, aunque Guerra es parte integral del éxito de la serie, no se puede desdeñar el papel de Goran Sudzuka, que aquí se despide de la serie dibujando los dos últimos episodios del volumen, ese interludio tras el clímax de la historia central. Sudzuka, que realiza un muy divertido homenaje al propio mundo del cómic en su último número, se ha convertido en continuador perfecto de la labor de Guerra y partícipe absoluto del éxito de Y, el último hombre.

El volumen incluye los números 49 a 54 de Y: The Last Man, publicados originalmente por DC a través de su sello Vertigo entre noviembre de 2006 a abril de 2007. Además de un artículo de David Chaiko, el libro incluye las cubiertas originales de Massimo Carnevale.