‘El castillo’, de David Zane Mairowitz y Jaromír 99

Editorial: Nórdica.

Guión: David Zane Mairowitz.

Dibujo: Jaromír 99.

Páginas: 160.

Precio: 19,50 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Octubre 2014.

Adaptar a Franz Kafka a cualquier medio es una tarea compleja. Llevar al cómic una de sus novelas inacabadas llega a rozar la temeridad. Eso es El castillo, el salto a las viñetas de uno de los trabajos que Kafka dejó inacabados antes de su muerte, no se sabe si con pretensiones de finalizarlo en caso de haber superado la tuberculosis que se llevó su vida o si con el deseo de que fuera destruida junto con otros escritos por terminar. Pero David Zane Mairowitz, adaptador de la obra, consigue sumergirse en la mente del escritor y en una historia que en apariencia es un ataque brutal a la burocracia y que en su fondo esconde un retrato de la desesperación humana para ofrecer una versión plenamente coherente con el universo kafkiano. Las casi expresiones ilustraciones de Jaromír 99 contribuyen con fuerza a que el conjunto se sienta como una obra de Kafka de pleno derecho y una inmersión profunda en el relato. Mairowitz no pretende ir más allá de lo que escribió Kakfa, lo que supone que la novela gráfica, como el original queda inacabado. Ese es quizá el mayor pero que se le puede poner a este libro, y la mayor advertencia que procede hacer a quien se asome a él.

David Zane Mairowitz busca que lo kafkiano cobre todo el protagonismo en El castillo. Siguiendo literalmente la novela inacabada con mucha fidelidad, es la atmósfera lo que predomina en la lectura y, sobre todo, cuando se llega al abrupto final. Lo que importa es la asfixia de K., el agrimensor que llega al pueblo en el que ha sido contratado y se enfrenta a la maraña burocrática que le impide no sólo hacer su trabajo sino incluso conocer a sus empleadores. Ese agobio se va transformando. De lo profesional pasa a lo personal y de ahí accede directamente a la esfera de lo privado. K. sufre porque eso es lo que quería Kafka, y Mairowitz con acierto condensando la historia de una forma brutal, con elipsis poco marcadas y dejando una libertad absoluta a su dibujante para que sea él quien marque el nivel de opresión que se siente en cada escena. El castillo es, como novela gráfica, un estímulo constante a nivel visual, de una forma más marcada que en el reto que supone la parte narrativa seguramente debido a que falta el final que permita encontrar una vía de escape o de explosión a ese sentimiento opresivo que rodea a la historia desde su arranque.

De esta forma, Jaromír 99 cobra un enorme protagonismo en el éxito de El castillo, ya incluso desde el hipnótico poder que ejerce su ilustración de cubierta (en realidad, la página 50 de la obra). Juega con mucho acierto con el blanco y negro mezclado con los grises, con las sombras, con la imaginativa forma en la que describe todo lo que rodea a los personajes y con la expresividad que consigue arrancar de esa mezcla y un trazo grueso, más basado en formas que en líneas. Todo lo que Jaromír 99 coloca en la página sirve para incrementar poco a poco esa opresión por la que apostó Kafka, y que consigue mostrar a medio camino entre lo realista y lo onírico. La lectura de esta versión de El castillo es estimulante para los conocedores de la obra de Kafka precisamente porque apuesta por la fidelidad y por rellenar con imágenes el adjetivo kafkiano que con tanta facilidad se usa en nuestros días. Quien no haya leído a Kafka se encontrar un universo a medio camino entre la desesperanza y el surrealismo, una acertada crítica hacia la burocracia pero también hacia el funcionamiento de la sociedad, donde la desconfianza se erige por encima del optimismo.

Self Made Hero publicó originalmente The Castle en noviembre de 2013. Como contenido extra, el volumen ofrece una introducción de David Zane Mairowitz.