‘Deathmatch’ 2, de Paul Jenkins y Carlos Magno

Editorial: Aleta.

Guión: Paul Jenkins.

Dibujo: Carlos Magno.

Páginas: 128.

Precio: 13,95 euros.

Presentación: Rústica.

Publicación: Mayo 2014.

Misterio y violencia. Esas fueron desde el primer número las claves de Deathmatch y este segundo volumen las mantiene intactas. Eso, que es un elogio, implica también alertar del mayor riesgo que tenía esta serie, el de no saber profundizar en los misterios que planteaba y dejar que las escenas violentas robaran el protagonismo a la historia. Pero Jenkins, guionista hábil, equilibra a la perfección lo que va demandando el relato. Siguen los misterios, las sorpresas, las respuestas a enigmas ya planteados y los cliffhangers, pero mientras tanto los héroes no dejan de matarse los unos a los otros en esta suerte combate definitivo en el que, en teoría, no puede quedar con vida más que uno de ellos. Jenkins sigue moviendo a su antojo los hilos de esta historia para retorcer los cimientos del cómic de superhéroes, algo que puede permitirse por el uso de personajes nuevos pero que, de alguna manera, tienen un sabor clásico y en algún que otro caso un referente claro. Pero quien vaya buscando tópicos, se equivoca de serie. Los hay, porque el género tiene unas claves ineludibles, pero Jenkins y Carlos Magno les dan la vuelta con una facilidad asombrosa.

Deatmatch arrancó muy bien (aquí, reseña del primer volumen). Jenkins dio por sentado de que el lector reconocería a sus personajes a pesar de ser la primera vez que los veía y que la inmersión en la historia sería inmediata. Y tenía razón. Por eso la lectura de este segundo volumen confirma las buenas sensaciones de la serie, la velocidad de crucero que tiene la narración y la sensación de inevitabilidad que crece con la muerte de cada uno de los héroes que aparecen. Jenkins se mueve admirablemente bien entre el fatalismo que desprende la historia (acentuado aquí por el relato de Meridian, émulo evidente de Superman) y la emoción que hay en cada combate. Y usa los tópicos del género (el enfrentamiento contra uno mismo, la inevitable pelea entre mujeres o el enfrentamiento entre héroes que trabajan juntos) para retorcerlos, estirarlos y encajarlos en la enorme tensión que va generando. No sólo importa el desenlace del torneo, sino también todos los interrogantes que hay en torno al enclave en que se desarrolla y la forma en que todos los héroes fueron a parar allí. Jenkins responde poco a poco y por eso Deathmatch sigue creciendo.

Siendo el guión el vehículo por el que se va administrando el misterio, en manos de Carlos Magno queda toda la espectacularidad que necesita el planteamiento. Son peleas de superhéroes en un entorno de ciencia ficción, cargadas además de altas dosis de violencia, algo a lo que el ilustrador saca partido de una manera adecuada, sugerida con efectos visuales magníficos en el caso del desenlace entre la pelea entre Melody Toon y Visón o mostrado de una forma más directa en el brutal enfrentamiento entre Meridian y Anti-Meridian, pero también con una sutileza admirable como la que hay en la lucha entre Sable y Omni Engine. Eso y los espléndidos escenarios de ciencia ficción bastan para que la historia de Jenkins siga abriéndose camino con acierto y espectacularidad. Y si se supera este segundo volumen, ocho números americanos, con la sensación de que todavía hay mucho por averiguar y mucho con lo que disfrutar, es que la serie va todavía por el buen camino que anticipaba en su arranque. La cercanía del final no sólo no merma el impacto sino que aumenta la expectación. A Deathmatch ya sólo le queda un final a la altura.

El volumen incluye los números 5 a 8 de Deathmatch, publicados originalmente por Boom! entre abril y agosto de 2013. Como contenido extra, el libro ofrece las cubiertas de Carlos Magno, Whilce Portacio, Reilly Brown y Jung-Geun Yoon, el cuadro del combate que narra el cómic y una pequeña ficha de todos los personajes.