Guión: Michael Alan Nelson.
Dibujo: Damian Couceiro.
Páginas: 104.
Precio: 12 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Junio 2014.
A menos que el lector sea un experto en la obra de Robert E. Howard, el nombre de Cormac Fitzgeoffrey no le será tan familiar como los de Conan, Kull o Solomon Kane. Pero este guerrero de la época de las Cruzadas es tan esencial en la obra del escritor nortamericano con éstos. Y el salto al cómic en Halcones de ultramar es tan gozoso como la más violenta de las historias de Conan. De hecho, puede que ahí esté la clave, en lo desatada que es la historia de Fitzgeoffrey un personaje que desprende el mismo carisma que el cimmerio y que precisamente por eso ofrece un entretenimiento adulto y salvaje de primer nivel. Lo hace, además, con una historia harto sencilla, base perfecto para lo que en otro salto de medio sería un espléndido episodio piloto de una serie de televisión. Es, en ese sentido, poco más que una presentación del personaje protagonista y del mundo en el que vive, en el que Saladino es una presencia espléndida tanto cuando aparece como cuando está fuera de plano como objeto del odio de Fitzgeoffrey por los infieles. El marco medieval completa un tebeo tan salvaje como divertido.
Michael Alan Nelson se ocupa de la adaptación de la obra de Howard, que apenas llegó a escribir dos relatos sobre Conrad Fitzgeoffrey y la sinopsis de un tercero que fue acabado tras su muerte, y lo hace dejando muchísima libertad a su ilustrador. Son continuas las escenas de trifulca, mayoritariamente sin diálogo, pero es así como mejor se describe al protagonista, un hombre de actos y no de palabras, que habla lo justo para hacerse entender, aunque de una forma diferente a la de Conan o Solomon Kane, pero que como mejor se define es con las armas. Eso, que en apariencia es fácil, es un peligro, pero Nelson lo esquiva con una enorme facilidad, equilibrando muy bien acción y escenas conversadas para que no quede ninguna duda de cómo es Fitzgeoffrey. Como esa construcción es sólida, casi rocosa, es muy fácil entrar en el juego que propone, en la historia de justa venganza en la que se embarca el guerrero. Como Howard en sus relatos, Nelson no esquiva lo más violento y desagradable del mundo que muestra. Una vez asimilado que ese es el camino que quiere tomar el tebeo, no hay razón alguna para no aceptarlo y disfrutarlo.
Partiendo de la primera premisa señalada del guión de Nelson, es obvio que estamos ante un tebeo de eminente disfrute visual. Y por eso es tan agradecido el trabajo de Damian Couceiro, que sabe aprovechar todos los regalos en forma de batallas y splash pages que le hace el escritor para que la espectacularidad esté siempre presente. La poderosa estampa de Fitzgeoffrey luce desde su primera aparición, pero encuentra perfectas descripciones en las escenas de acción. Lo curioso es que lo que tendría que ser violento e incluso repulsivo es lo que provoca la sonrisa cómplice del lector, que lo más probable es que caiga rendido al encanto de la historia, del entorno y, sobre todo, del personaje. Eso sucede con la forma en la que resuelve sus diferencias con Conrad von Gonler con el foso de su castillo entre ambos o en la espléndida escena muda del clímax, sólo alterada por el sonido de las espadas desenvainándose, preludio a diez páginas de desatada y, por qué no reconocerlo, gozosa violencia. Halcones de ultramar es puro Robert E. Howard. Y una buena adaptación de Robert E. Howard, como Conan lleva años demostrado, es algo que siempre merece la pena leer.
El volumen incluye los números 1 a 4 de Hawks of Outremer, publicados por Boom! entre junio y septiembre de 2010, y después recopilados en diciembre de ese mismo año. El contenido extra lo forman un artículo de modo de conclusión del especialista en Robert E. Howard Mark Finn y las cubiertas originales y alternativas de la serie, ilustraciones de Joe Jusko, Karl Richardson y Damian Couceiro,