‘El despertar del Zélfiro 2. Príncipe de sangre’, de Karim Friha

Editorial: Dibbuks.

Guión: Karim Friha.

Dibujo: Karim Friha.

Páginas: 128.

Precio: 16 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Septiembre 2014.

Karim Friha, creador de esta espléndida saga juvenil que es El despertar del Zélfiro, definía esta segunda entrega, Príncipe de sangre, como una tragedia romántica. Lo es en muchos sentidos, y el final al que se llega en esta continuación de Corteza y savia (aquí, su reseña), resolución en algún caso abierta de las diferentes tramas que se van planteando, confirma de nuevo la frescura de una lectura espléndida. Friha ofrece un tebeo trepidante que repite los aciertos de la primera parte (esto es, una brillante mezcla de géneros, escenarios y referentes, un relato atractivo, un escenario histórico del siglo XIX, unos personajes carismáticos y un dibujo tan sencillo como efectivo y próximo a un estilo de dibujos animados) y que profundiza, más que en tramas ya abiertas, en la expansión del mundo en el que se mueven los zélfiros, estos seres con extraños poderes. Friha sabe encontrar raíces en el pasado para que todo tenga mucho sentido y para que el resultado final sea prácticamente redondo, sin duda a la altura del original y quizá mejor.

Como secuela es bastante natural. Friha no se limita a retomar la historia donde la deja, sino que introduce esos sutiles cambios que hacen que la vida de los protagonistas avance. Los zélfiros, como le ha sucedido a casi todos los superhéroes (que no dejan de ser una de las primordiales influencias de esta saga), están al margen de la ley y perseguidos por ella. Y en ese marco surge el nuevo villano, que está significativamente vinculado al antiguo régimen político al igual que al profesor Wermes y su hija, Serafina. Friha sabe aprovechar las posibilidades de este nuevo enemigo con espléndidos flashbacks, especialmente el primero porque parece sacado del cine de terror más clásico, y con una descripción contundente dentro del tópico. Sylvan sigue siendo el héroe, desde un plano un tanto más secundario por momentos, pero al que su historia de amor da la relevancia que necesita. Incluso el papel de los niños que aparecieron en Corteza y savia, aunque aquí mucho menos trascendente, es el justo para que nadie se olvide de ellos. Y es que los personajes son tan importantes como el escenario en El despertar del Zélfiro.

Por eso Friha prest tanta atención al dibujo, que es donde mejor se aprecia la verdadera mezcla de todas sus influencias. El ambiente romántico del siglo XIX, la imaginativa manifestación de los poderes en especial de Sylvan y Serafina, el elaborado vestuario y los espectaculares artilugios que parecen encontrar su inspiración en las novelas de Julio Verne, todo encaja a la perfección para que el ritmo de Príncipe de sangre sea intenso. Friha es, en ese sentido, un ilustrador hábil. Sus dibujos no son esencialmente espectaculares, pero tienen cualidades que surgen de su expresividad y de lo mucho que contribuyen a la narrativa. Tanto es así que a veces da la impresión de que no hacen falta ni los diálogos para seguir la acción. El despertar del Zélfiro sigue así creando un mundo sumamente atractivo, con un nivel bastante notable y muchas buenas ideas bien desarrolladas. Y con un final espléndido, rico a muchos niveles tanto a en su guión como en sus ilustraciones, que hace que las altas expectativas que había puestas en este segundo volumen queden tan satisfechas como hinchadas las que se ponen desde ya en el tercero de la serie.

Gallimard publicó originalmente Le réveil du Zelphire II: Prince de sang en octubre de 2010.