Guión: Neil Gaiman.
Dibujo: Michael Zulli, Jon J. Muth y Charles Vess.
Páginas: 176.
Precio: 17,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Junio 2014.
«Aquello que se sueña no puede perderse ni considerarse que no se ha soñado». Esa frase de Neil Gaiman en el penúltimo número de Sandman, incluido en este décimo libro con el que acaba la serie, es una forma perfecta de resumir el portentoso viaje que propuso el británico hace ya tantos años y que tan gozoso es rehacer una y otra vez con el paso del tiempo. El episodio final, El velatorio, junto con los dos hermosos epílogos que cierran definitivamente la serie, es un colofón sencillamente perfecto, que también se puede resumir con la frase con la que Gaiman cierra el relato: «…intentas seguir dormido… desearías que durase eternamente… sabes que, cuando termine, este sueño nunca volverá… pero despiertas». Sandman es un sueño hecho realidad, la obra magna de Gaiman como autor de cómics, porque es una de esas historias hermosas, poéticas, dramáticas y magníficamente construidas. Lo que esta serie hizo y sigue haciendo por el cómic es imposible de cuantificar, pero tiene que ver con un reconocimiento adulto del medio, con una consideración literaria que no tenía y como marco incomparable para desarrollar un relato dentro de una de las grandes editoriales pero que nada tenga que ver con sus propiedades más reconocibles, los superhéroes. Es, en su final, absolutamente imprescindible.
Hay un mensaje en este último gran arco argumental de Gaiman que produce una sensación de enorme placer, aún asumiendo la enorme tristeza del escenario. Nada acaba, todo sigue su curso y permanece en la memoria. Morfeo ha muerto, sus hermanos Eternos le entierran en presencia de todos los personajes que han pasado por la serie, en definitiva todos los que sueñan, pero ya hay un nuevo Rey del Sueño que ocupa su lugar y que es tanto un reflejo como una continuación. Pero no es ésta su historia, es la nota a pie de página de tan fascinante lectura, y por eso queda al margen. Gaiman consigue que haya tanta tristeza como alegría en su relato y eso es algo al alcance de pocos. El velatorio es una maravillosa mezcla de sensaciones, en la que todos a uno y otro lado de la viñeta sabemos que estamos despidiéndonos de un viejo amigo pero al mismo tiempo estamos celebrando que haya existido. Esa comunión con el lector traspasa la fronteras de la página con tanta facilidad que las emociones son genuinas. Y eso es impagable. Por eso Sandman es literatura en estado puro, no sólo por las amplias referencias eruditas que hay en el trabajo de Gaiman o con su maravilloso cierre a través de la figura de William Shakespeare, a la que ya se había acercado en algunas de las mejores historias de la serie.
Tras un continuo baile de ilustradores en la serie, El velatorio necesitaba un tono uniforme. Y el escogido para dibujar el final del viaje fue Michael Zulli. Su estilo entre lo realista y lo abocetado, con muchas líneas, es espléndido y encaja en el tono de lo que se está contando. Y eso no era nada fácil, precisamente por esa mezcla de sensaciones contradictorias por las que apuesta Gaiman. Pero Zulli encuentra la forma adecuada de que todos los personajes luzcan como deben, desde los más majestuosos a los más cotidianos, haciendo que cada una de las intervenciones en la ceremonia tenga elementos propios y adecuados a cada uno de los asistentes. Cuando hablan los Eternos, se les reconoce. Cuando lo hace la reina de las hadas se ve su majestuosidad. Pero como la diversidad visual es marca indeleble de Sandman, los dos últimos episodios cambian de ilustrador. Jon J. Muth firma el penúltimo episodio, con un precioso juego de tintas, sombras y blancos. Y el honor de cerrar Sandman es de Charles Vess. Si El Velatorio es un final sublime, La tempestad es otra pequeña maravilla, en su guión y en su dibujo. Sandman acaba así, con las habituales muestras de grandeza y leyenda que caracterizaron toda la serie. Y es acabar la lectura y surgen las ganas de volver a empezar. Irrepetible.
El volumen incluye los números 70 a 75 de The Sandman, publicados originalmente por DC Comics entre agosto de 1995 y marzo de 1996. El único contenido extra de este último volumen de la serie son las portadas originales de Dave McKean.