‘Los surcos del azar’, de Paco Roca

Editorial: Astiberri.

Guión: Paco Roca.

Dibujo: Paco Roca.

Páginas: 328.

Precio: 25 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Noviembre 2013.

Hace ya algunos años que es imposible afrontar una obra de Paco Roca sin unas expectativas muy elevadas. Qué tendrá el valenciano, que siempre las acaba incluso superando. Con creces. Los surcos del azar podría haber sido una historia más de aquellos tiempos en los que los sueños republicanos en tiempos del franquismo tenían algo de romántico. Podría haber sido una muestra de exaltación de la memoria histórica. O podría haber sido una historia magníficamente narrada pero que tuviera cierto sabor a nostálogica repetición. Pero Los surcos del azar es algo más, es un tebeo enorme, y no por ese azar que lleva al título procedente de uno de los versos de Antonio Machado. Roca realiza un meticuloso retrato histórico de inmenso calado, comprometido y veraz, pero al mismo tiempo se adentra en los terrenos más complicados, los del alma humana. Y, más aún, crea una doble narración fascinante, en la que es tan bonito descubrir cómo combatieron este grupo de españoles en la Segunda Guerra Mundial tras huir de nuestro país como ir viendo los pequeños detalles que hacen que el relato del presente sea hermosísimo, desde su intrigante comienzo hasta su maravilloso final. Otra joya más de Paco Roca, que otra vez deja la sensación de que ha tocado techo cuando, en realidad, todos sabemos que no es así.

Si miramos a Los surcos del azar desde la vertiente histórica que toca, el triunfo de Roca es similar y desde un tono diferente al que logró Steven Spielberg con Salvar al soldado Ryan: el lector es introducido en la guerra de una forma modélica. No hacen falta aspavientos o exageraciones. La guerra es, debe de ser, como la cuenta Roca. Con toda su crudeza y su drama, que asalta la mente del lector ya en la secuencia del puerto con la que se abre la novela gráfica, pero también con todo su romanticismo, sus amistades, sus momentos de diversión. Pero al final, lo que diferencia Los surcos del azar de cualquier historia bélica (o de las películas de Hollywood a las que se hace referencia en sus páginas), está en el doble relato. El presente es un grito reivindicativo. Y no sólo de aquello que se ha venido a llamar la memoria histórica, por desgracia reivindicada sólo por un bando (aunque la escena del brindis deja muy claro el planteamiento del propio Roca), sino también de la necesidad de recordar, del interés que en realidad tienen todas estas historias, la Historia con mayúscula, incluso para aquellas nuevas generaciones que no reciben información de gente como Miguel Ruiz. Pero también sobre el arte de hacer tebeos, y hacerlos con la profundidad necesaria para llegar a públicos muy diversos.

Por todo esto, la doble narrativa es un acierto. Pero también lo es a nivel gráfico. La forma en la que Roca diferencia ambas partes del relato, simplemente con el color y recuadrando sus viñetas, es tan sencilla como soberbia y coloca al lector en una posición envidiable para disfrutar de los dos momentos, ver cómo se mezclan, asistiendo a ese momento prodigioso en que las palabras de Miguel se funden con sus recuerdos y las páginas de Roca se se fusionan con la verdad, por muchos elementos de fantasía, idealizados o dramatizados que haya podido incluir el autor. Roca triunfa con su retrato histórico, minucioso y documentado, hasta el punto de contárnoslo él mismo como personaje de su propia historia. Porque Los surcos del azar, en realidad, es la historia de un autor de tebeos que charla con un veterano soldado español tanto como los recuerdos de ese soldado desconocido. Como en todas las grandes obras, del arte que sea, hay muchas formas de entender y asimilar esta novela gráfica. Pero todas las que hay en Los surcos del azar son reivindicativas. En todas hay un mensaje, una voz, un grito que nadie podrá acallar. Y es que la historia, la memoria y los tebeos son una poderosísima combinación que nadie puede frenar si hay talento en ella. Absolutamente imprescindible.

El único contenido extra es un epílogo del historiador Robert S. Coale.