Guión: Fabien Nury.
Dibujo: Brüno.
Páginas: 104.
Precio: 18 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Abril 2014.
Hay dos formas de fascinarse con Tyler Cross. Río Bravo. La primera es dejándose llevar por su historia, una apasionante historia de gángsters en los años 50, en un pueblo perdido del medio oeste norteamericano, en el camino de un matón al que un encargo le va saliendo tan mal que acaba metido en más de una guerra en la que no querría haberse metido. La segunda, de alguna manera complementaria de la primera, es dándose cuenta en la primera lectura de las incontables referencias que hay en la obra de Fabien Nury y Brüno o, por qué no, repasándolas en un más que merecido segundo paso por un libro digno del talento de sus dos autores. Que esas dos visiones son complementarias es evidente. Si Nury reconoce que hay muchas influencias que son inconscientes, lo mismo sucede para el lector. Se pueden pensar en muchas de ellas mientras se van pasando las páginas, aunque es inevitable pensar sobre todo en el tramo intermedio de la novela gráfica en Conspiración de silencio, película que dirigió John Sturges en 1955 y cuyo título original, Bad Day at Black Rock, da una clara idea de lo que sucede también en Tyler Cross: un mal día. Pero malo de verdad para la gran mayoría de los personajes que desfilan por este brutal y magnífico mosaico.
Nury mimetiza tan bien todas esas influencias en su historia, que aún asumiendo desde el principio ese carácter homenajeador que hay en Tyler Cross, no se es del todo consciente de que están ahí hasta la brutal viñeta final del segundo de los tres actos en que se divide el relato. Hasta ahí, Nury ha creado un personaje carismático, ha moldeado a su antojo las normas del noir, ha jugado con el tiempo a su antojo y ha dado protagonismo con la magnífica voz en off (que, rompiendo los moldes del género, no corresponde al protagonista) hasta a una serpiente. Puede que no haya nada especialmente original o rompedor en Tyler Cross, pero la mezcla es extremadamente hábil. El guionista crea un mundo sórdido, sucio, poblado por malas personas, por intereses viles, por criminales y comportamientos lejos de toda moral. Y si el propio Tyler Cross es un personaje fascinante, no se puede decir menos de buena parte de los secundarios, a los que Nury describe con la aplastante sencillez de una frase carismática. Y ahí hay que destacar ese «Joe Bidwell nunca ha tenido suerte», con su espectacular desarrollo posterior para crear una trama más extensa en el tiempo que la original y que transcurre de forma paralela hasta romper absolutamente con los esquemas que el lector podía intuir.
Es curioso que Nury sea capaz de hacer de la sorpresa uno de los elementos clave de Tyler Cross cuando el cómic es, en sí mismo, un compendio de homenajes y referencias. Pero es tal su dominio de la narrativa, que esa curiosidad era casi de esperar. No hay más que pasar las primeras páginas del cómic para darse cuenta de que hay algo especial dentro. Y que a eso contribuye decisivamente su fantástica unión artística con Brüno. El ilustrador, aunque en algún momento puede llegar a dar la impresión de que algunos rostros son algo sencillo o desdibujados, triunfa porque todo eso es en realidad algo buscado. Buscado porque es así como Brüno da una enorme personalidad a su trabajo, excepcional en todo momento, en las escenas de acción, en la creación de escenarios y, sobre todo, en la transmisión de emociones. Siempre impactando y amplificando el efecto que Nury es capaz de crear en las escenas más trascendentes del relato. Y el espléndido trabajo de coloreado de Laurence Croix, que hace olvidar lo bien que sienta el blanco y negro a este género, termina de dar forma una novela gráfica espléndida, mezcla de noir,, western y del cine de Sean Peckinpah o Arthur Penn, que asfixia con su ambiente y fascina por su relato y por la elaborado personalidad de sus protagonistas.
Dargaud publicó originalmente Tyler Cross en agosto de 2013. El volumen incluye como contenido extra un listado de referencias que se pueden encontrar en el cómic, un portafolio de bocetos, viñetas descartadas y primeras versiones y otro con ilustraciones basadas en la obra de Cyril Pedrosa, Sylvain Vaillèe, Pierre Alary y Richard Guérineau.