Guión: Stephen Collins.
Dibujo: Stephen Collins.
Páginas: 252.
Precio: 23 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Febrero 2014.
Hay dos claros reclamos en la portada de La gigantesca barba que era el mal, y los dos tienen su razón de ser en lo diferente. La ilustración es diferente, inusual, poco explicativa más allá de avanzar que el protagonista de la obra tendrá una enorme e irrealista barba. La segunda, su título. De cuento, pero de cuento perverso, nunca infantil. ¿Y qué es La gigantesca barba que era el mal? Obviamente, algo completamente diferente a la amplia mayoría de novelas gráficas que se publican. Por ese motivo, lo mejor es dejar la mente en blanco y zambullirse en el estrafalario pero muy atractivo mundo que plantea Stephen Collins en este su debut en el medio. Como todas las grandes fábulas, detrás del imaginativo planteamiento que hay aquí se esconden reflexiones sobre nuestra vida diaria, sobre la realidad. Como en todas las grandes obras, un entorno de ficción, incluso de fantasía, se convierte en el caparazón de una historia llena de corazón y humanidad. Y La gigantesca barba que era el mal, como todas las grandes obras, se introduce sin pedir permiso tanto en el alma como en el cerebro del lector, porque apela a sus emociones pero también a su inteligencia, y lo hace con brillantez en ambos terrenos.
Lo que Collins construye en esta portentosa y poderosa novela gráfica es una inmensa metáfora sobre la diversidad y lo que la sociedad llega a hacer con aquello que es diferente. Y lo hace con un planteamiento cargado de imaginación. Lo hace con el personaje protagonista, Dave, un hombre sin un solo pelo en el cuerpo salvo por las cejas y un único pelo en el bigote al que de repente comienza a crecerle una enorme e incontrolada barba. Pero sobre todo lo hace con el escenario y con el desarrollo de la historia. El escenario es Aquí. Es donde vive Dave y es un lugar de forma elíptica al que el mar aleja de Allí, un sitio maligno del que apenas sabemos nada. Es una separación brillante que intriga al lector ya desde que el sencillo plano de situación se convierte prácticamente en lo primero que ve cuando abre la novela gráfica. En el desarrollo es donde finalmente corona la brillantez de sus metáforas y de su sátira. Dave forma parte de la masa de Aquí, forma parte del sistema. Y de repente algo cambia, en este caso la barba, y Dave deja de ser una parte integrada de la sociedad. La gente le ve diferente, le convierte en un fenómeno, incluso en un peligro. En algo a apartar. Collins no se limita a exponer, sino que teje con maestría. No es un hecho, es un proceso.
Hay algo grandioso en que sea un proceso en lo que rodea a Dave, pero también en que se ve en Dave mismo, porque él se da cuenta de la vida que tenía según va cambiando. Y dentro de esa espiral satírica que va montando Collins, el aspecto visual no se queda atrás. Arranca con una sencillez absoluta, tanto en el trazo como en el blanco y negro por el que opta, para ir ofreciendo poco a poco imaginativas construcciones de página, dobles splash pages que incitan más a la reflexión que al impacto visual, y dando a la lectura un ritmo tan alto y creciente que las ideas que genera se van agolpando en la mente del lector. No de forma atropellada, sino acumulativa. La gigantesca barba que era el mal no va sustituyendo una idea con otra, no pierde en ningún momento el hilo de su propuesta, sino que va añadiendo temas para que haya una reflexión más allá de los inauditos hechos que va narrando. Y por eso, aunque haya quien se deje engañar en un primer vistazo por el sencillo estilo de las ilustraciones (lo que, probablemente, no deje de ser otra metáfora más de este inteligente juego que plantea), se trata de historia de madurez. Tanta que llega a ser hasta difícil asimilar que se trata del debut de Collins en la novela gráfica. Tan diferente como extraordinaria.
Jonathan Cape, sello del grupo The Random House, publicó originalmente The Gigantic Beard That Was Evil en mayo de 2013. El libro no tiene contenido extra.