CÓMIC PARA TODOS

‘Tiempo de canicas’, de Beto Hernández

P-Beto-Hernandez-Tiempo-de-canicas-ForroEditorial: La Cúpula.

Guión: Beto Hernández.

Dibujo: Beto Hernández.

Páginas: 148.

Precio: 18,50 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Marzo 2014.

Poco importa si Tiempo de canicas es una obra autobiográfica, semiautobiográfica o completamente ficticia. Lo que importa es que Beto Hernández ha sabido capturar con maestría lo que se siente al ser niño. Es verdad que apuesta por un escenario concreto, por unas influencias muy determinadas y por una cultura muy específica, pero los sentimientos que hay detrás de todo eso son tan realistas y están tan bien plasmados que será difícil que haya algún lector que no encuentra alguna situación, algún personaje o alguna escena con los que identificarse. En Tiempo de canicas, Hernández escoge una estructura episódica, casi mostrando lo que hay de rutinario en ser niño, si es que la enorme imaginación que todos tenemos en esas edades permite siquiera plantearse que haya algo de rutinario. Y junto a esa concatenación de episodios se va forjando, más que una historia, un conjunto de vidas, las de todos los chavales que van desfilando por sus páginas, con Huey como protagonista principal. Puede que las elecciones formales de Hernández alejen a algún lector de alcanzar las sensaciones globales que persigue, pero incluso así la lectura de esta novela gráfica seguirá mereciendo la pena, aunque sólo sea por un instante que sí haya tocado la fibra sensible.

De esos hay muchos en este microuniverso infantil (por los protagonistas, no por el tono de la historieta) que plantea Hernández. Las peleas de los mayores que los más pequeños no entienden, las colecciones de cromos que los padres no respetan, los hermanos menores a los que siempre nos creemos superiores, las chicas que no nos entienden, los nuevos amigos que nos fascinan incluso desde su lado más gamberro, los juegos que a veces no comprenden ni nuestros mismos compañeros, aquella serie de televisión concreta que cargaba de ideas nuestras ya poderosas imaginaciones a esas edades… Todo son anécdotas, pero son anécdotas de las que se quedan grabadas en la memoria de un niño y las que sirven para ir conformando, poco a poco, la personalidad de cada uno de ellos. Es un mundo de niños en el que los adultos están presentes pero nunca aparecen. Castigan, ordenan, llaman, pero no se les llega a ver en la imagen que selecciona Hernández. No hace falta que aparezcan porque esta no es su historia. Es, como dice el título, tiempo de canicas, de jugar, de soñar, de imaginar y, aunque justo eso sea lo que no se es capaz de ver a esas edades, de crecer como personas con todo lo que sucede a nuestro alrededor.

No es nada fácil capturar todas esas sensaciones, y menos aún sin tener una historia lineal, con una introducción, un nudo y un desenlace, pero eso lo consigue Hernández por otros cauces, por un desarrollo sincero, parcial hasta el punto de que cada una de las pequeñas historias que plantea podrían leerse por separado o ser material para, por ejemplo, una tira de prensa. El estilo de dibujo del autor contribuye poderosamente a la sensación de sencillez y sinceridad que transmite Tiempo de canicas. Es una forma de plasmar la ingenuidad que tienen muchos de los protagonistas, de recordar que estamos en un mundo en el que no hay maldad sino imaginación. El blanco y negro y el trazo claro son, en este sentido, las mejores herramientas que tiene a su alcance Hernández para redondear uno de esos tebeos que dejan con un sabor de boca magnífico, que apelan a la nostalgia de la niñez, que rinde homenaje a una forma concreta de ser niño cuando el mundo audiovisual no era más que una pequeña parte del ocio y había que buscarse la vida en la calle imaginando películas, haciendo deporte, formando clubes, decidiendo qué son las chicas en la vida o, efectivamente, jugando con canicas. Todo eso hace de Tiempo de canicas un tebeo delicioso.

Drawn and Quarterly publicó originalmente Marble Season en mayo de 2013. El libro se completa con un analizando la obra escrito por Corey K. Creekmur y un apéndice explicando las referencias culturales que aparecen en el texto.

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Esta entrada fue publicada el 18 marzo, 2014 por en Beto Hernández, Cómic, La Cúpula, Novedades.

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