Guión: Étienne Davodeau.
Dibujo: Étienne Davodeau.
Páginas: 144.
Precio: 15 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Enero 2014.
Después de leer Los ignorantes (aquí, su reseña) es imposible no recordar el nombre de Étienne Davodeau. Pero si aquella era un experimento que apelaba a la nostalgia de los amantes de dos mundos tan dispares como los del cómic y el vino desde una óptica documental, Rural. Crónica de un conflicto es una decidida apuesta por el documental y por el reportaje. Subjetivo, sin duda, pero un documento puro al fin y al cabo. De hecho, casi tan atractivo y absorbente como el mismo cómic es el preámbulo que redacta el propio Davodeau, en el que explica qué es exactamente lo que ofrece. Aquel lector que lea las explicaciones y argumentos de Davodeau y no esté convencido, probablemente no estará ante la obra adecuada. Pero es difícil que no intrigue cuando explica que su libro «se resumo en pocas palabras: ver, escuchar, contar y dibujar». Y si intriga, el siguiente paso es hacer caso al autor en el cierre de sus palabras: «así que empieza a leer, y después me cuentas». Una vez leído, lo que se puede contar es que Davodeau es un muy buen narrador, pero sobre todo un gran documentalista de la vida real, capaz de capturar momentos y sensaciones con una enorme facilidad.
Rural no es la explicación del modo de vida de tres campesinos, como parece en sus primeras páginas. Es algo mucho más ambicioso. Es el retrato de un cuadro mucho más amplio que incluye la «crónica de un conflicto» que sirve de subtítulo a la obra. Leída tantos años después de su publicación original, hace casi tres lustros, y en un entorno que nada tiene que ver con el que describe, una zona francesa muy concreta, el valor de la obra está precisamente en lo que aporta el autor. No es ya contenido de actualidad, ni siquiera es cercano para el lector español, pero lo que Davodeau consigue es generar empatía incluso con esa enorme distancia. El conflicto que narra aconteció hace mucho, pero aún así se vive casi como uno propio, sobre todo cuando precisamente el centro de atención del cómic enriquece a esos tres ganaderos con la pareja que ve afectada su vida por el trazado que se pretende dar a una nueva autopista. Davodeau captura instantes, pero sobre todo sensaciones. Es un cronista, pero también un narrador. En ambas facetas es sorprendentemente sincero, hasta el punto de que explica sin reparo alguno a quién y por qué da y no da voz en su libro.
Y así, incluso convertido él mismo en actor de su historia (porque estaba allí, forma parte de la subjetividad de la que habla en el preámbulo), Davodeau va tejiendo un mundo complejo. No hace falta saber mucho sobre el campo, sobre las personas que retrata o sobre el conflicto que narra. Sus explicaciones bastan. Y sobre todo sus dibujos atraen. Porque da vida a lo anecdótico, pero también a lo general. La historia arranca con lo primero, con el nacimiento de un ternero, y finaliza con una poética y triste visión del mundo que va avasallando al medio rural que describe con precisión. La misma humanidad que desprenden sus palabras son las que se aprecian en sus ilustraciones, cálidas, sencillos y cercanas. Aunque el dibujo sí pueda parecerse al de otros géneros, lo cierto es que hay muy pocos cómics como Rural. Normalmente, los autores optan por crear una ficción a partir de hechos reales o, directamente, imaginarlos en torno al tema que quieren tratar. Pero Rural fotografía la realidad. No lo hace con una cámara, sino con lápiz y papel. Como propuesta, es lo suficientemente original como para merecer una oportunidad. Pero una vez leído, como ya sucedió con Los ignorantes y a pesar de que aquí no tenga el gancho del cómic como referente, no queda más remedio que aplaudir a Davodeau, que genera interés por un tema ajeno y construye un espléndido cómic que llega a lectores que no tendrán nunca la motivación de la cercanía al tema tratado.
El libro incluye el material de Rural! Cronique d’une collision politique, publicado por Delcourt en mayo de 2000. El volumen incluye un prefacio escrito por José Bové, portavoz de la Confederación Campesina Francesa, y el mencionado preámbulo a cargo del autor de esta novela gráfica.