Guión: Marcos Prior.
Dibujo: Danide.
Páginas: 104.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Enero 2014.
Más que un cómic, un tebeo o una novela gráfica, aplíquese el término con el que cada lector esté más cómodo, Potlatch es una enorme experiencia. Tras algún que otro trabajo, Marcos Prior y Danide llamaron la atención con Fagocitosis, un libro que se burlaba abiertamente de la sociedad de consumo en la que vivimos mediante una original exposición narrativa. Ésta es completamente diferente a aquella pero, al mismo tiempo, acaba recorriendo los mismos lugares y mostrando críticas parecidas y extendidas, a través de un envoltorio rompedor y atractivo de principio a fin. Potlatch, un nombre ocurrente que hace referencia a una ceremonia de intercambio que utilizaban normalmente los indios de Norteamérica hasta comienzos del siglo XX, es una historia exigente, narrada con mil artimañas, saltando en el tiempo y dejando huecos de forma consciente para que los rellene el lector. Es una obra que puede ser tan ligera o tan densa como quiera cada uno de esos lectores. Se puede devorar, porque la historia lo permite. Pero se puede leer pausadamente, analizando cada salto, cada cambio y cada personaje. Y se puede releer, porque en ningún momento da la sensación de que sea una historia agotada en la primera lectura. O en la segunda. O en la tercera. Por eso Potlatch, más que una lectura, es una experiencia.
Es evidente que las sinopsis se hacen para captar posibles lectores, pero si hay algo a lo que no se presta fácilmente Potlatch es a ser resumida. Ni siquiera el texto que aparece en la contraportada es una definición precisa de lo que hay en las páginas interiores. Es, por supuesto, parte de lo que sucede, pero el plan del guión de Marcos Prior es mucho más amplio. No es una historia de amor, aunque la tiene y ocupa las partes más bonitas y, sin que tenga por qué ser un reproche en absoluto, convencionales del libro. Tampoco es una de misterio, por mucho que haya más de uno que se tiene que resolver en el relato. No es una comedia, pero indudablemente contiene momentos divertidísimos, derivados de las situaciones y de algunos de los personajes. Y no es sólo una crítica social, aunque el epílogo deja bien a las claras que acaba siendo su objetivo más importante, tanto en su parte de actualidad como en la más futurista que plantea. Y aunque Prior construye un universo magnífico, apelando a saberes tan diferentes como el cómic (siempre parece un punto a favor que se hable de la historia de los tebeos desde un punto de vista tan personal) o la medicina (por la enfermedad que sufre el protagonista, la hipertimesia, que le permite tener una memoria prodigiosa), es el conjunto, la mezcla, lo que hace crecer el resultado a niveles fascinantes.
Todo lo anteriormente expuesto sobre Potlatch es imposible de entender sin la presencia de Danide, un dibujante con el que forma una sinergia asombrosa. Es verdad que tiene escenas que le convierten en un dibujante digamos tradicional sumamente interesante, y ahí cabe destacar la historia de amor entre Máximo y Claudia (y el rostro de ella, marcadamente clásico). Pero lo que hace de él no sólo un autor genial sino uno que rompe moldes es la configuración de la obra, narrativamente imaginativa de principio a fin y en la que no hay nada dispuesto al azar o que no tenga un significado. Hay que saborear cada una de las páginas de Potlatch para entender la dimensión que alcanza este cómic. Los fondos dicen algo, como los títulos, o la disposición de las viñetas, o el uso de libros o páginas mecanografiadas. O esa doble narración que se desprende de la memoria de Máximo, o las marcas que va colocando en ellas, otra muestra más del claro objetivo de análisis social que hay en la obra. Casi todos los lectores que conecten con la obra se rendirán a su formidable trabajo de documentación y a su ocurrente y magnífica narrativa, pero lo que hace grande a Potlatch es que cada uno de ellos encontrará algo diferente en la propuesta de Prior y Danide y verá su historia con ojos propios. Por eso es una lectura absoluta e incondicionalmente recomendable.
El único contenido extra que tiene el libro es una cronología detallada de todos los momentos que toca su relato, identificando a los personajes que aparecen en cada uno de ellos. Norma publica Potlatch como el número 66 de su colección Nómadas.