Guión: Massacre.
Dibujo: Massacre.
Páginas: 80.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Febrero 2014.
En la cubierta de Nasty Pills están las pastillas, el arma y la cara de la protagonista. Dentro del tebeo está el resto de lo que indica el título, lo «nasty», lo desagradable, lo explícito y lo violento. Porque Massacre, pseudónimo de Alejandro Miguel de Hoyos, es un experto en el género negro más truculento. Y justo eso es lo que ofrece en su último trabajo, en el que retrata un sórdido mundo de sexo, drogas, una muy singular forma de tráfico de seres humanos, mafia, y armas. Massacre escribe y dibuja para pasárselo bien y no escatima en nada, por muy políticamente incorrecto o gráficamente violento o chocante que pueda resultar. Y tan pronto muestra balas penetrando en los cuerpos como escenas de desnudo o sexo explícito. Son los mundos en los que le gusta moverse a su autor y los explota con una seña de identidad muy clara: la espectacularidad por encima de todo. Eso se puede aplicar tanto a la historia, supeditada a las numerosas e gozosas escenas de improbable acción con las que salpica el relato, como al dibujo, con muchas viñetas en las que los personajes y muy especialmente los femeninos, se están exhibiendo en posiciones igualmente imposibles pero siempre atractivas. Eso es Massacre. Eso es Nasty Pills. Si aceptas las reglas del juego, hay entretenimiento en el álbum.
Al citar que todo está supeditado a la espectacularidad, se está destacando lo mejor y lo peor de Nasty Pills. Massacre sabe lo que quiere construir, que es una historia turbia con una protagonista sexy, la detective May Campbell, en la que aparezcan mujeres desnudas, muchos disparos y un mundo turbio. El interés prioritario es que sea un álbum impactante desde el primer vistazo y eso hace que el guión sea mucho más sencillo de lo que podría haber sido con el inquietante punto de partida que imagina, las pastillas que dan título a la obra y cuyos efectos se van desvelando poco a poco. Aún así, Massacre apuesta por uno de los elementos más clásicos del noir, la narración en off de la protagonista, investigadora y parte de la trama y trata de introducir unos flashbacks, aunque no los identifica visualmente de ninguna manera y eso, en cierto modo, corta ligeramente el ritmo de la lectura. Más que en lo violento, donde destaca Nasty Pills es en lo más escabroso de su planteamiento, detonante del misterio que se plantea en la larga segunda escena del cómic. Y los lectores más clásicos de cómic de superhéroes agradecerán el guiño sobre Estela Plateada que les lanza Massacre, y que dota de un cierto aire poético al desenlace final.
Para mostrar todo eso, Massacre apuesta por viñetas muy grandes que no dejan demasiado espacio a una narración más elaborada y que suponen una clara apuesta por las escenas de acción a pesar de que, en realidad, sólo hay dos grandes y prolongadas secuencias climáticas que respondan a esa descripción. En ambas se desborda la violencia y se multiplican los disparos, haciendo honor con claridad al pseudónimo del autor, como suele suceder a lo largo de su obra. Dentro de la espectacularidad que quiere ser el centro de atención de la historia, destaca el buen uso de las sombras, incluso en las escenas más descriptivas, que son las que de verdad consiguen construir los ambientes sórdidos en los que se desarrolla el relato. Y en esa labor es esencial el coloreado de Dani Seijas, por algo destacado en la cubierta de la obra al mismo nivel que Massacre. Nasty Pills ofrece de esta manera exactamente lo que promete: chicas sensuales, drogas y violencia. Es un cóctel muchas veces ya mezclado en el cómic, en la literatura o en el cine, pero que si es lo que busca el lector sigue funcionando como siempre. Lo que Massacre le añade aquí es una atractiva base argumental y un desarrollado bien llevado con los flashbacks. Y un final abierto, algo que no deja de ser aconsejable por si acaso se le ocurre retomar la historia de May Campbell.