Guión: Víctor Santos.
Dibujo: Jesús Alonso Iglesias.
Páginas: 64.
Precio: 11,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Octubre 2012.
Tras una primera entrega muy entretenida, Silhouette regresó por por la puerta grande. Arcángeles oscuros es la segunda entrega de una saga, creada por Víctor Santos y Jesús Alonso Iglesias, que emprendía así un camino muy atractivo. Siguiendo la estela del primer libro, ésta es una aventura breve, directa y sencilla, que encuentra sus mayores atractivos en unos personajes muy bien desarrollados incluso con tan poco espacio y en la casi infalible mezcla de la fantasía más aterradora con un momento concreto de la historia, en este caso la Segunda Guerra Mundial. Han pasado siete meses desde que Silhouette, como se vio en el primer libro, desbaratara los planes de los nazis para hacerse con las armas de Roland, con las que querían crear un ejército de soldados que volvieran de entre los muertos. Pero la guerra continúa y París sigue bajo la ocupación nazi. Tras contactar con la resistencia parisina, Silhouette derrota a un escuadrón con la ayuda de dos hermanos que, aunque son alemanes, se presentan ante él como aliados. Será entonces cuando aparezca un enemigo que temen hasta los nazis y que puede alterar el curso del conflicto europeo.
La segunda aventura de Silhouette mantiene, a grandes rasgos, lo que hizo de la primera una sorpresa más que agradable. Hay un innegable y reconocido tono pulp, que invita a pensar en los héroes que nacieron en la primera mitad del siglo XX. También persiste la indudable influencia de Hellboy, el personaje de cómic que más popular ha hecho la fusión del nazismo y el ocultismo más fantástico. Y finalmente hay un sincero y genuino sentido de la aventura. Lejos de complicadísimas tramas, lo que se busca es la diversión continua. ¿Funciona de nuevo la mezcla? Sin duda. Y probablemente mejor que en la primera entrega. La historia de este volumen se desarrolla en apenas 49 páginas. Víctor Santos, su guionista, se basta con ese espacio para desarrollar acertadamente algunos de los aspectos apuntados en el primer título. Con un magnífico flashback, Santos recuerda que en el fondo de esta aventura fantástica hay una historia familiar. Es también un relato de guerra que bebe en el clásico asalto a un tren tantas veces visto en el cine. Y es, por supuesto, una historia de marcados elementos sobrenaturales. El equilibrio entre todo ello es espléndido y funciona de principio a fin.
Con un guión inteligente, que apuesta por las mismas raíces originales pero encuentra en un nuevo camino argumental y emocional, donde quizá se pueda apreciar con más intensidad la evolución de Silhouette es en su dibujo. Jesús Alonso Iglesias, que debutó en el mundo del cómic con el primer libro de este personaje, aquí experimenta mucho más con las viñetas y con el ángulo de visión, no depende tanto de las sombras que dominaban el primer Silhouette y alcanza un mayor grado de espectacularidad en las escenas de acción. Hay dos explicaciones para que las sombras del blanco y negro sigan presentes pero no acaparen toda la atención, y den a Iglesias un rango visual mucho más amplio. En primer lugar, que la historia tenga lugar en diciembre y que la nieve forme parte del escenario en varias de las secuencias. En segundo lugar, que el ilustrador consiga un efecto hermoso en una secuencia de dos páginas que se mueve a medio camino entre lo onírico y lo extrasensorial. La influencia del dibujo animado sigue ahí, pero Alonso Iglesias es ya, gracias a estas obras, un nombre más que destacado para el mundo del cómic.
En los extras del volumen se evidencia aún más el tono pulp del personaje. Imitando la forma en que esos magazines hablaban de otros títulos, Santos no duda en hacer publicidad de trabajos suyos como Ezequiel Himes: Zombie Hunter o Ragnarok (aquí su reseña). También incluye un breve relato de prosa con una formidable portada al más puro estilo pin-up de Rafa Vargas, y Alonso Iglesias aporta una reducida galería de bocetos y cuatro portadas desechadas.