Título original: La vie d’Adèle.
Director: Abdellatif Kechiche.
Reparto: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Jérémie Laheurte, Catherine Salée, Aurélien Recoing, Sandor Funtek.
Guión: Ghalia Lacroix.
Duración: 179 minutos.
Distribuidora: Vértigo.
Estreno: 9 de octubre de 2013 (Francia), 25 de octubre de 2013 (España).
Las perspectivas no podían ser más ilusionantes. El azul es un color pálido es una novela gráfica sensacional, un trágico aunque hermoso retrato de la historia de amor homosexual entre una adolescente y una joven con algunos años más y con un distintivo pelo azul. Su adaptación al cine, rebautizada como La vida de Adéle, salió del Festival de Cannes entre elogios y coronada como la mejor película del certamen con la Palma de Oro y una mención especial a sus dos protagonistas, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. Pero aún asumiendo sus aciertos, que los tiene y sus dos actrices protagonistas son el mayor de todos, la película tiene dos severos problemas: los dudosos pasos que ha dado en la traslación del cómic a la gran pantalla, traicionando parte del espíritu de la novela gráfica, y su exageradísima duración de tres horas, bastante injustificable. Y aún con todo, es cierto que la película ya queda para siempre como el primer largometraje basado en un cómic que se alza con un galardón tan prestigioso como la Palma de Oro, y eso es algo aún más importante teniendo en cuenta que el presidente del jurado de la última edición fue nada menos que Steven Spielberg.
El azul es un color pálido es una historia trágica. Lo es desde su arranque y hasta el final. Pero La vida de Adèle no lo es. El tono es totalmente diferente, el retrato que hace de la homosexualidad es distinto, no tiene las mismas repercusiones sociales ni se afronta de idéntica manera. Sus protagonistas no son en realidad las mismas, aunque compartan algunos detalles. Y así se escapa parte del espíritu que la autora, Julie Maroh, dio a su novela gráfica. Es verdad que sigue siendo la historia de amor entre dos mujeres, que hay gestos y frases idénticos y algunas escenas que están directamente calcadas de las viñetas. Pero cambia tanto el corazón de la película que a veces es difícil entender que debía tratarse de la misma historia en dos medios diferentes. Cannes, en todo caso, salvó la apreciación más fácil y en realidad dañina para la película, la que se circunscribe a sus explícitas escenas de sexo. Maroh las criticó en su momento, aduciendo que para ella era obvio que no había lesbianas en el plató cuando se rodaron. Y al margen de esa consideración, sin el respaldo crítico es evidente que la película habría pasado a la historia por esas escenas. La homosexualidad sigue teniendo la aureola de tema tabú en muchos ámbitos, el cine es uno de ellos. Y mucho más si se trata de dos lesbianas. Brindemos por la normalidad a la que pueda contribuir la película.
Sin embargo, lo que duele de la adaptación es que se hayan perdido tantos elementos definitorios de la novela gráfica, y que no procede desgranar para no reventar a nadie su lectura. Tan evidente es el cambio que la película se ve obligada a buscar incluso un nuevo nombre para su protagonista. Clementine pasa a ser Adèle. Por algo será, aunque también se podría haber cambiado el nombre de Emma porque su personaje también es muy diferente al del cómic. Y no se trata de aspectos superficiales, como el trabajo o la edad. Se trata de cuestiones de personalidad, que son los que sirven para construir el personaje. En todo caso, y prescindiendo de esas apreciaciones, es sobresaliente el trabajo de las dos protagonistas. Exarchopoulos y Seydoux están soberbias y ofrecen un trabajo sensible, tierno cuando debe serlo y triste cuando la película lleva por esos caminos. Son, con mucha diferencia, lo mejor de la película. Ellas son la razón más poderosa para aguantar estoicamente las tres larguísimas horas que dura el filme. Es difícil entender cómo es posible que una novela gráfica de 156 páginas se convierta en una película de 179 minutos, y ahí el responsable es Kechiche, que cae en abundantes repeticiones y redundancias que alargan la película sin motivo.
Los cambios y la duración hacen que la experiencia no sea tan positiva como se esperaba. Es verdad que Kechiche rueda con mucho acierto, que sus primeros planos son hermosos y que en algunas escenas es capaz de hacer que la sensibilidad desborde la pantalla. Pero esos dos detalles son esenciales. El primero afecta directamente al aficionado de la novela gráfica. No es cuestión de ser purista o, incluso, integrista, puesto que una adaptación no tiene en absoluto que ser una fotocopia. De lo que se trata es de que El azul es un color pálido no es sólo una novela gráfica sobre dos lesbianas, que también. Es una historia trágica, que busca conmover con una historia fatalista y muy dura. La vida de Adèle no tiene las mismas pretensiones, no llega a las mismas conclusiones y, por tanto, se aleja de la misma historia que le da origen, aunque recoloque viñetas en la pantalla. Y al espectador de cine que no conozca la novela gráfica se le pide un esfuerzo exagerado. Tres horas son una barbaridad para esta historia, que podría haberse contado al menos con idéntica precisión en muchísimo menos tiempo.
Sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… porque mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance.
Soy lesbiana y estoy muy harta de escuchar tantas alabanzas absurdas a esta película que no es más que el desahogo pornográfico de las obsesiones de un director déspota. Fui a verla ilusionadísima porque el cómic me había encantado y tenía las esperanzas de encontrarme con algo igual de bueno o quizá mejor, pero no puedo expresar mi sorpresa al encontrarme tamaña basura… Quince minutos de porno lésbico completamente gratuito e injustificado que ensucian el resto del metraje y actúan a modo de llamada de atención desesperada (así como llamada a la recaudación, a la audiencia y a la crítica masculina) para disculpar tres horas insustanciales, desaprovechadas y vacías, con lo que podía haber dado de sí una temática inicial tan fantástica. El director sólo se preocupó de rodar tijeras y cunnilingus, no hay rastro de la profundidad de la novela gráfica, de su estética cautivante, de su buen gusto, de su sensibilidad, de su despliegue en cuanto a temas y motivos… sólo sexo explícito, poses ridículas y morbo facilón para arrastrar a la gente a verla y convertirla en vouyers.
Sin esas largas escenas de sexo la película habría ganado en dignidad y fuerza, precisamente es contraproducente a su causa este excesivo regodeo. En lugar de estas escenas (o de gran parte de ellas) se podría haber aprovechado metraje e incluir, por ejemplo, una escena de ataque homófobo de los que están tan tristemente vigentes en Francia u otros países europeos, eso sí contribuiría a una mayor sensibilización del público y no una escena como la de las tijeras con la que la película cae en el ridículo, se descalifica a sí misma y le da la razón a quienes afirman que es pornografía mostrada sólo con el propósito de excitar. ¿Cuál es la intención si no de regodearse de tal manera? ¿Si no vemos ocho orgasmos no entendemos la pasión entre ambas protagonistas? ¿O la “necesidad” de meter estos quince minutos de sexo salvaje era porque si no nadie aguantaría tres horas soporíferas viendo a una actriz con cara de empanada? Mucho más importante y vital para la trama era la escena suprimida en el montaje final de los padres de Adèle echándola de casa cuando la pillan en la cama con Emma, que en el cómic marca un punto de inflexión importantísimo en la vida de la protagonista y así debería haber sido igualmente en la película para entender mejor su desamparo y su soledad. ¿Por qué se suprimió entonces? ¿Para darle más minutos al sexo? Resulta incomprensible.
Me pregunto cómo es posible que nadie (o muy pocos) vean lo que es en realidad esta película: una fantasía pornográfica de un director heterosexual, basándose en un juicio apriorístico de cómo follan dos lesbianas que no es más que su propio deseo puesto en imágenes (y además tiránicamente, en plan “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo mientras babeo). De haber sido dos hombres los protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría sido tan brillante para los críticos. Si la pareja hubiera sido heterosexual y si el sexo, aunque realista, hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes…
Por eso, lo que me escama de todo esto (aparte de que me es imposible simpatizar con un señor que ha hecho que sus actrices se sientan poco menos que abusadas…) es que el director ha reducido una historia compleja sobre el amor, la amistad, la intimidad… en una larguísima escena de sexo hecha desde el punto de vista de un observador masculino que reduce a las lesbianas y a las mujeres en general en objetos hipersexualizados cuyas prácticas sexuales deben ser aquellas que despiertan los deseos del público. Como siempre, se reduce a las mujeres (lesbianas o no) a lo mismo. Objetos. Objetos con los que vender, comerciar, excitar… objetos masturbatorios y poco más.
Esta película no hace ningún favor a la causa homosexual, más bien todo lo contrario.
Si me extiendo tanto y me expreso con tanta vehemencia es porque quiero que mi punto de vista (que es el de muchas lesbianas también) ayude a entender por qué tanta indignación justificada con esta película, por eso insisto en dar explicaciones de lo que considero que es un enfado lógico (el que también siente la propia autora del cómic) y no una pura histeria “porque sí”.
Recomiendo encarecidamente la lectura del cómic original para que cualquiera compruebe la diferencia por sí mismo en todo cuanto afirmo: claro que hay sexo, de hecho nadie niega la necesidad de que lo haya, pero está tratado de una manera completamente diferente: con buen gusto, sensibilidad y respeto. Son escenas estéticas y realistas, no tan facilonas, exageradas y burdas como en la película, donde la mirada masculina y casi onanista se delata por sí sola. La autora, Julie Maroh, también expresó su indignación al respecto. Conste, insisto, que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como “arte”. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual.
Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia… Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista. Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc.)… Creo sinceramente que Kechiche no quiso desarrollar con la misma extensión y profundidad ningún otro tema más que el sexual, disfrazando tal cantidad exagerada de escenas pornográficas bajo tres horas de “cine” y “arte”. El director parece que sólo se dirige a un público específico para que alabe su obra. Podía haber hecho una verdadera maravilla, pero se dejó cegar por el recurso más fácil y explícito. Es verdaderamente una lástima.
Paula, muchas gracias por dar tu punto de vista, de verdad que lo agradezco. Y comparto bastante cosas de las que dices, desde un punto de vista masculino y heterosexual. Al final, lo que me interesa es que una historia esté bien contada y, como dices, creo que ésta no lo está, al menos durante la mayor parte del metraje. Como tú, soy un entusiasta del cómic en el que tan libremente se basa, y coincidimos en que hay enormes omisiones, como la escena que citas de los padres (impresionante en la novela gráfica de Julie Maroh). De nuevo, gracias, un placer leer todo lo que tenías que decir de la película.
Gracias a ti por tu respuesta y tu comprensión, creo que es importante dar a entender por qué estas escenas están completamente injustificadas de la manera que se exponen y que quienes así lo defendemos no lo hacemos por cuestiones de militancia fanática o por una simple pataleta..
Muchas lesbianas estamos muy hartas y muy indignadas de escuchar tantas alabanzas sobre esta película. Si alguien quiere hacer porno, que lo haga, pero que no lo justifique haciendo ver que defiende algo o a alguien y sobre todo que se atreva a llamarlo por su nombre y a no disfrazarlo de otra cosa. Está claro que a los hombres heterosexuales el tema lésbico les encanta y les atrae muchísimo, pero se les ve mucho el plumero para que luego lo nieguen con tanta hipocresía… Lo que ha rodado Kechiche no es arte, es simplemente pornografía para canalizar sus propias fantasías y disfrazarlas a través de tres horas de “pasión”, “filosofía de los cuerpos” y “sensibilidad”, y si algo me molesta especialmente en esta vida es que traten de venderme una moto falsa o que quieran hacerme comulgar con ruedas de molino.
El tema de la justificación a toda costa del sexo explícito me parece muy cansino de puro evidente. Es más: creo que forma parte de una corriente pseudoprogresista que confunde tías en pelotas con apertura de mente. Y no me lo trago: una tía desnuda en una peli de autor está tan desnuda como una tía desnuda en una peli de Pajares. De hecho, la actitud del cine de Pajares me parece más honesta que la de Kechiche…
En ningún momento digo que el sexo sobre en una película o que haya que taparlo. El sexo puede ser explícito y necesario en una película, claro que sí, pero cuando se muestra de manera tan evidentemente morbosa, degenerada (con respecto al cómic) y vulgarizada como aquí pues sí, me sobra, porque ver unas tijeras de 10 minutos no creo que me aporte nada al resto del argumento, ni a mí ni a nadie, salvo mera excitación o morbo… eso es lo indignante, que en ellas el director está lejos de ser ingenuo o esteta al haberlas rodado, sino morboso. Nuestra indignación (mía y de muchas lesbianas) radica en el hecho de que la mirada de este director es bastante hipócrita, porque nos quiere vender unas escenas sexuales supuestamente filmadas con realismo, belleza y sensibilidad cuando lo que vemos es pura recreación pornográfica con fines comerciales. El sexo lésbico vende, y eso el director lo sabía y por eso lo ha explotado, por eso todas las justificaciones de estas escenas nos parecen cuentos y engaños bastante perversos. No digo que sea tu caso, pero creo que muchos tíos han visto la peli sólo buscando las escenas porno, es más, esas escenas ya aparecen insertadas desgraciadamente en muchas páginas porno de internet o incluso el vídeo entero de 10 minutos se puede encontrar fácilmente si se quiere ver porno lésbico…
Eso es lo triste. Nos ha costado mucho que a las lesbianas se nos respete (y aún nos sigue costando diariamente) para que nos tengamos que ver expuestas de este modo y se nos visibilice sólo para fomentar el mito erótico frente al público mayoritariamente masculino, lo cual además resulta de muy mal gusto y muy frustrante, porque sentimos que es como si al exponer nuestro disgusto nos increparan: “¡Encima que os visibilizamos y de una manera artística además, os quejáis cuando deberíais aplaudir, sois unas histéricas y unas puritanas!”. Es casi como cuando las mujeres se ven “obligadas” a agradecer ese piropo que reciben por la calle sin haberlo pedido. Sinceramente creo que el día que veamos penes en pantalla con la misma frecuencia con que vemos coños y tetas podremos empezar a hablar de igualdad… y hasta que no vea una película de este mismo director que se recree durante diez minutos en dos hombres gays practicando un “justificadísimo” y “bellísimo” sexo anal seguiré pensando que Kechiche es un vulgar onanista y sólo ha buscado plasmar su propia fantasía.
El arte, al menos como yo lo entiendo, y el verdadero talento de un director, está en su capacidad para mostrar algo verídico sin tener que echar mano de los recursos más fáciles, sino sugiriéndolos o al menos no haciéndolos tan absurdamente explícitos. La película habría ganado así en fuerza, poder de sugerencia, universalidad y sobre todo mensaje, sin quedarse en una superficialidad tan vacua y concesiva. Pero claro, sin estas escenas tan provocadoras no habría causado tanto entusiasmo en la crítica, de hecho habria pasado bastante desapercibida. No puedo por ello dejar de pensar que la de Kechiche es una visión muy cosificadora, aprovechada y morbosa sobre las lesbianas y que con el diamante que tenía entre las manos podría haber hecho una obra verdaderamente maravillosa pero se quedó en lo fácil, lo cual me parece muy triste. Existen multitud de alternativas y estrategias a la hora de comercializar una obra. Implicar y ofender a una serie de personas, e incluso a la autora de la obra literaria, es un mal recurso que demuestra, además, mucha prepotencia e interés por parte del director, preocupado más en vender un producto por el camino más burdo y facilón, reduciéndolo a un mero espectáculo morboso para llamar la atención, que en extraer y saber plasmar un mensaje más profundo.
Siempre que haya opiniones tan bien razonadas como la tuya, ¿cómo no ser comprensivo? Y más cuando hablamos de reflejos de la realidad. Porque los gustos son tan diversos que es imposible que nos gusten las mismas cosas a todos, pero lo que tú expones es valioso en sí mismo como una forma de entender y de analizar el arte. Como te digo, comparto bastante tus apreciaciones, y creo que en mi entorno cinéfilo soy la única persona que no ve ‘La vida de Adèle’ como una obra maestra. A mí me pareció una película mucho más discutible, y veo reflejadas mis opiniones en muchos de los detalles que citas. De verdad que te agradezco mucho el comentario… y también que lo compares con la novela gráfica, que al final es lo que me interesa más de esta película en lo que escribo aquí, la vinculación de este cine con el mundo del cómic. Y con la vida real, por supuesto.
Gracias otra vez, yo les insisto mucho a quienes defienden lo contrario que es evidente que el morbo de lo lésbico es el principal imán y reclamo que se ha utilizado en esta película. A los heterosexuales nunca se les ha utilizado con propósitos meramente comerciales o morbosos o sólo se les ha visibilizado para eso. Por el contrario, el cuadro del tipo que se excita viendo sexo entre dos mujeres es tan antiguo como el mundo, y «La vida de Adèle» no hace sino alimentar la fantasía de la que se nutren las películas porno de toda la vida. No entiendo con qué derecho este director se ha atrevido a utilizar a las lesbianas a través de una película que no es más que una apropiación machista y morbosa de su sexualidad. Y precisamente si en la era de internet existen tantos vídeos de porno lésbico fácilmente accesibles, aún entiendo menos la necesidad de incluir escenas de este tipo en una historia que no las necesitaba.
Esta película está llena de tópicos machistas y muestra una ignorancia absoluta sobre la realidad homosexual y lésbica, pero claro, como lo que prima y gusta siempre es la carnaza, pues se concede a la audiencia lo que pide, y ya si eso encontraremos argumentos para escudarnos hábilmente en que «son tres horas» y que «se le dedica la misma atención y duración a todas las escenas», etcétera. Ya sé que es cine, pero a menudo el cine y toda ficción tienen la obligación de verismo, sobre todo si se presenta como una película extremadamente realista, y también de educar y sensibilizar al público sobre lo que está viendo, además de no ofender tan descaradamente a ningún colectivo como lo ha hecho Kechiche cuando lo que encima se cree que está abanderando es todo lo contrario.
¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
– Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
– Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, #Elazuleselcolormascalido, de #JulieMaroh, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
– Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
– Cosifica y explota a las actrices, #LeaSeydoux y #AdeleExarchopoulos, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
– Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
– Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
– Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
– #AbdellatifKechiche demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
– Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
– Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
– Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
– Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
– Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.
Comparto bastantes de vuestros argumentos, creo que se ve en la crítica. Desde este ámbito más centrado en el cómic, lo que más me molestó fue vulnerar por completo el espíritu de la novela gráfica original, son cosas que me resultan difíciles de entender. Y en cuanto a lo demás, siempre me alegra leer el punto de vista de colectivos que tienen un conocimiento mucho mayor que el mío sobre esa realidad. Muchas gracias por compartirlo.