El pasado día 22 de octubre, Abdellatif Kechiche y Adèle Exarchopoulos estuvieron en Madrid para promocionar La vida de Adèle, película que está basada en la novela gráfica El azul es un color pálido, de Julie Maroh. Sobre todo el director entró sin tapujos en las polémicas que han rodeado el estreno de la película después de su exitoso paso por el Festival de Cannes, donde logró la Palma de Oro y el reconocimiento a sus dos actrices protagonistas, la ya mencionada y Léa Seydoux. Pero Maroh lanzó algunas críticas sobre la película, en las que, entre otras cosas, rechazaba la forma en la que Kechiche había plasmado las escenas de sexo porque, a su juicio, «se nota que no había ninguna lesbiana en el plató». «En primer lugar ella no sabe si había o no. Y no tiene el monopolio del amor femenino, Adèle es una chica joven que no se ha acostado con todas las mujeres del mundo», explicó. El director explicó que la Maroh le pidió ver la película antes de Cannes para saber si podía ir al festival a defenderla.
«Al salir de la proyección me escribió una carta en la que me decía cuánto le había gustado la película, cómo se había reconocido en esa película aunque la historia era totalmente diferente a la suya, cuánto le había emocionado y cómo le hubiera gustado que yo hubiera estado allí para llorar en mis brazos. Lo que ocurrió después, ese cambio de orientación, lo atribuyo a una especie de deslealtad, una falta de sinceridad y una voluntad de llevarse la atención mediática para que se hable de su cómic y de sus obras futuras, hacerse un poco la estrella. No lo necesitaba, gracias a la película ha vendido muchísimos más cómics en todo el mundo de los que hubiera podido esperar», explicó.
Y también quiso replicar las duras palabras que ha pronunciado sobre él Seydoux en diferentes apariciones públicas tras el éxito de la película en el Festival de Cannes. «Si hubiera vivido realmente el rodaje como una pesadilla, ¿por qué vino a Cannes? ¿Por qué vino a la alfombra roja? ¿Por qué subió llorando al escenario? No lo sé, pero cuando la relación es mala y se habla de sufrimiento, si se tiene una pequeñísima nobleza de alma, no vienes a Cannes», dijo. Y aunque habló del «egoísmo» de la actriz, también se mostró convencido de que hay «gente que le han llevado a actuar así», que son «auténticos manipuladores». Adèle Exarchopoulos también habló sobre este asunto, aunque menos extensamente, para afirmar que «se han dicho cosas en la prensa que estaban algo deformadas». En todo caso, sí reconoció que la película es «una aventura humana y en una aventura humana con pasión hay altos y bajos». «Después de hablar entre nosotros, entre adultos, el problema quedó zanjado», dijo.
Quien vea La vida de Adèle después de haber leído El azul es un color pálido descubrirá que hay muchas diferencias entre ambas, que es «una adaptación libre» como la calificó su protagonista. Kechiche explicó por qué prescindió del punto de partida del cómic, sumamente trágico como colofón a una la relación entre Clementine (que es el nombre de la protagonista en las viñetas) y Emma. «No quería que esa pasión amorosa llevara a la muerte, sino todo lo contrario, a la vida, a las ganas de vivir», dijo, y por eso apostó por «un personaje más valiente, con más sed de vivir», algo «totalmente opuesto al personaje del cómic, que vive la culpabilidad, tiene miedo de vivir y termina muriendo». «No tienen nada que ver», dice Exarchopoulos de su personaje y el de la novela gráfica, Clementine. Ésta, añadió, «es mucho más ingenuo y está sufriendo hasta el final».
Cambiando tantos aspectos, ¿por qué no apostó Kechiche, coguionista de la película, por un libreto original en lugar de adaptar El azul es un color pálido? «Tenía un guión, cogía un personaje de una profesora de francés que estaba inspirada por otro personaje de La escurridiza y que vivía pruebas en su vida, duelo, aventuras amorosas, pero no estaba satisfecho con este guión. La novela gráfica reavivó algo con este encuentro, el azar, era un tema que me interesaba mucho y que había abordado en La escurridiza«, explicó. Y con ese guión, la película que se estrena en salas dura casi tres horas e incluso tiene Kechiche un montaje de tres horas y 40 minutos. «Cuando hago una película, trato de no preocuparme por la duración sino de escuchar lo que me pide, y eso es algo inconsciente, se trata únicamente de mi propio ritmo», dijo, convencido de que «la duración real es la que he presentado, aunque siempre lamento haber perdido una réplica, una escena, algo, y disfruto introduciendo eso en una versión más larga».
Se ha hablado mucho, también por la irrupción en el debate de Julie Maroh, de las escenas de sexo. «No es muy interesante», dijo Exarchopoulos, que también aseguró que esas secuencias no fueron «para nada lo más duro de la película» gracias a la complicidad de su compañera de reparto. «Nos habíamos visto una vez antes del rodaje para conocernos y la primera escena que rodamos juntas fue precisamente una escena de amor. Cuando una se encuentra con alguien en pelotas eso ayuda también, porque así no se pasa por todas las convenciones de educación y de hipocresía. Con Léa nunca hubo que forzar nada, todo vino naturalmente. Para mí ha sido como una hermana mayor, nos hemos hecho muy cómplices», recordó. Para Kechiche no hay diferencia entre las escenas de sexo y otras. «Para hacer una comparación más evidente, podría hablaros de las escenas de comida. Cuando les pido a los actores que coman, trato de que tengan ganas de comer. Lo que les propongo, espero que les guste y espero que tengan mucha hambre para filmarlo. Cuando hago una escena de comida, normalmente duran mucho porque cuando los actores ya no tienen hambre, lo dejo y lo retomo al día siguiente. Hago un poco lo mismo con las escenas de sexo, espero a que tengan ganas y cuando ya no tienen ganas lo dejo y lo retomo más tarde», explicó.
La película se ha convertido en bandera de la causa por el matrimonio homosexual en Francia, pero es la intención original de Kechiche. «Evidentemente, era consciente cuando hacía la película, pero cuando digo que no quería hacer una película militante es que no quería que se limitara a un discurso, caer en la trampa de su propio discurso y convertirse en una película de colectivo, porque no hay necesidad de defender una causa cerca de los que la defienden y sí una satisfacción de que exista una película cuyo tema es la homosexualidad. Era un peligro hacer una película militante, abordar frontalmente esta causa como lo hace el cómic», afirmó. Para la actriz protagonista ha sido toda una sorpresa la repercusión que ha tenido La vida de Adèle. «No pensaba que la gente se iba a adueñar de la película de maneras tan distintas ni que la gente hablara tanto de ella», expresó.
Exarchopoulos lanzó muchos elogios a su director. «Abdel, cuando tiene que trabajar con sus musas, con sus actrices, siempre cultiva una relación personal, es alguien que te comprende espiritualmente. En Francia Abdel es un genio tal que una actriz siente ganas de entregárselo todo, honra a las mujeres y a las actrices en sus películas», dijo, llegando a tacharle de «el mejor director de Francia. «Siempre ha puesto en relieve a sus actrices, todas han sido recompensadas, todas las que han empezado con él, como Sara Forestier, luego han vivido un despegue. Sabía que él me iba a hacer más allá de mis límites y eso es muy interesante», añadió. No descarta trabajar de nuevo con Kechiche, aunque «por el momento no, es una fantasía volver a trabajar juntos, pero Adbel quiere ver otra gente y yo también necesito trabajar con otra gente». ¿Y una secuela de La vida de Adèle, dado que la propia película se presenta como los capítulos 1 y 2? «Es un personaje que tiene tantas posibilidades que no es que sea fácil pero casi vienen solas las historias», dice Kechiche. Ella aseguró que le gustaría hacerla con una Adèle de más edad. «Me gusta mucho la idea de que la gente se adueñe del personaje, exista en su mente, y retomarla cuando tenga 30 años», confesó. Veremos si hay que esperar finalmente tanto tiempo para una secuela.