Guión: Olivier Jouvray.
Dibujo: Jérôme Jouvray.
Páginas: 104.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Octubre 2011.
Lincoln es un inclasificable personaje, enfadado siempre con el mundo, que un buen día se topa con un anciano que le dice ser Dios y le hace inmortal para comprobar qué es capaz de hacer con ese don. Esa es la premisa de la serie creada por el guionista Olivier Jouvray, dibujada por su hermano Jérôme y coloreada por la esposa de este último, Anne-Claire. Todo queda en familia en esta irreverente historia ambientada en el viejo oeste. El arranque de Lincoln sirve para sentar las bases de lo que uno puede esperar de los dos primeros números y, por extensión, de esta serie. Lincoln creció, en sus propias palabras, siendo un “muchacho socialmente marginado” pero con “un cerebro bastante bien amueblado”. Siendo ya adulto, es un tipo desagradable que no duda en robar y timar si con ello saca algo de provecho, tosco de lenguaje y de modales, siempre malencarado. Resulta curioso que de alguien que responde a semejante descripción, Olivier Jouvray consiga crear un personaje simpático. El mérito no es sólo suyo, sino que hay que achacarlo también al divertido dibujo de su hermano Jérôme. Siempre que un dibujante procede del mundo de la animación suele decirse que quedan rasgos de ese trabajo en sus cómics, y en este caso el tópico se cumple.
Después de asaltar una iglesia para comer y conseguir algo de dinero, Lincoln se topa con un anciano que le asegura que es Dios. El anciano busca comprenderle y estudiarle, por lo que decide concederle la inmortalidad. Lincoln sólo pretende seguir adelante y no tiene nada que perder con la extravagante propuesta. El diálogo que se traza, y que ya no se abandona en ninguna de las dos historias de este volumen, es cínico, directo, muy divertido, y acaba componiendo una delirante reflexión sobre numerosos aspectos de la vida. Es un humor irreverente, pero, a pesar del protagonismo de Dios, su irreverencia no está especialmente dirigida hacia la religión, no es ese el objetivo de Lincoln. Al contrario, el respeto a la fe es absoluto y la presencia de un Dios omnipotente sólo sirve como excusa para lanzar la historia y algún que otro gag. Lo que trata de explotar esta novela gráfica doble en su edición española es el contraste, la lucha entre dos posiciones contradictorias. Lo busca constantemente y a partir de ahí es cuando surge el conflicto y la comicidad. La religión no es más que la excusa para dar rienda suelta al particular y casi siempre muy divertido sentido humor de los Jouvray.
La primera de las historias, Duro de mollera, es más una presentación que otra cosa, aunque en ella Lincoln tendrá que convertirse en un héroe, muy a su pesar, y atrapar a un peligroso fugitivo. En la segunda, Indian tonic, el antihéroe protagonista hará frente a las injusticias que sufre un indio y su padre, y tendrá sus primeros coqueteos con el diablo. Su lectura es sencilla y las poco más de cien páginas de este volumen se acaban en un suspiro. El acertado humor de la historia creada por los hermanos Jouvray encuentra un magnífico marco en los últimos años del viejo oeste, cuando los inventos y la tecnología comenzaban a popularizarse. Algunos de los mejores momentos tienen que ver con el uso de inventos como el coche o la cámara fotográfica, y la mezcla entre ese mundo anticuado en el que Lincoln encaja a la perfección y las sorprendentes novedades tecnológicas con las que se encuentra es muy divertido. El dibujo, aunque de trazo sencillo, sabe sacar partido tanto al humor dialogado como a los silencios, que narra con muchísima habilidad, y además crea una atmósfera muy adecuada, ayudado por un buen trabajo de coloreado que ayuda a mostrar la acertada variación de ambientes y escenarios que plantea la historia, evitando cualquier riesgo de caer en la repetición.
El volumen de Dibbuks comprende los dos primeros volúmenes de la serie francesa, Crâne de bois, publicado originalmente por la editorial Paquet en noviembre de 2002, e Indian Tonic, que salió a la venta poco más de un año después, en diciembre de 2003. El libro se completa con un pequeño portafolio, en el que algunos dibujantes españoles y franceses exponen su visión de este particular personaje creado por la familia Jouvray. Se trata de ilustraciones creadas por Kenny Ruiz, Boulet, Efas, Antonio Lapone y Juanjo Guarnido, que ponen la guinda perfecta a la muy entretenida lectura de este cómic francés.