‘Wolverine’, de Sam Wickert y Eric Leigh

Director: Sam Wickert y Eric Leigh.

Reparto: Jamie Costa.

Duración: 7 minutos.

Año: 2013.

Puede que los dos personajes de cómic más difíciles de interpretar en un fan film ahora mismo, independientemente de los medios de que dispongan sus autores, son Iron Man y Lobezno. La enorme identificación de Robert Downey Jr. y Hugh Jackman con estos dos papeles hace que sea muy difícil ver a otros actores en sus botas, sean estos profesionales o amateurs. Y el caso es que Jamie Costa convence en este corto. Wolverine está realizado por dos jovencísimos aspirantes a cineastas que mezclan entusiasmo, acierto, efectos visuales tradicionales y un uso del ordenador que da resonancia a sus imaginativas ideas pero también idea de las limitaciones que tuvieron para rodar. Y eso no hay que entenderlo como un defecto, sino como una característica de este fan film, que apuesta por dar una acción más adecuada al personaje de la que le dio Gavin Hood en X-Men orígenes: Lobezno porque no se impone las habituales restricciones de un gran estudio para lograr la deseada calificación por edades que permita acceder a las salas a los niños. En otras palabras, en este Wolverine sí hay sangre. No es un festival gore en absoluto, no hace falta que lo sea, ¿pero acaso se puede rodar una película sobre un tipo con garras de adamantium sin que se vea algo de sangre?

Logan está a lo suyo, en un magníficamente escogido escenario (que también recuerda al refugio canadiense del personaje en su primera película en solitario) y llega un grupo de mercenarios para abatirle. Tan sencillo como apropiado. No hace falta una historia más compleja para mostrar a Lobezno. Aunque el modelo de Jamie Costa es la encarnación cinematográfica de Hugh Jackman, él es un Lobezno más cercano al del cómic, aunque sólo sea por una claramente menor estatura en comparación con sus oponentes. Una de las claves de su versión está en el progresivo enfado que va mostrando según van pasando sus oponentes. También su salvajismo inherente, que enseña en sus furiosos ataques y que redunda en la presencia de sangre, propia y de sus atacantes. Y, por supuesto, sus imaginativas soluciones en la lucha, más propias de una pelea de bar que del refinamiento procedente de una educación de combate. Ahí destaca la hilaridad del uso del tronco en el que se quedan atrancadas sus garras. Es verdad que ahí está el efecto digital menos logrado de todo el cortometraje, pero la planificación y rodaje de esa escena son modélicos. Con algo más de dinero, esos planos los podría haber protagonizado Hugh Jackman sin problema. El único error más o menos grave que cometen Wickert y Leigh es la falta de atención a la continuidad, que les lleva a mezclar planos soleados y nublados durante la pelea, algo que sí saca al espectador de la acción. Quizá fuera por falta de tiempo, pero se nota demasiado.

En todo caso, este corto de Lobezno ofrece muchos detalles interesantes y siete minutos de puro divertimento fan, completados con un sobresaliente final, todo un homenaje al mundo del cómic, perfecto colofón al festival de lucha que supone y muestra del espíritu amateur de este trabajo. Es evidente que esa escena deja al espectador con ganas de que la historia continúe… ¿y qué mejor que eso para evaluar de forma entusiasta a este Wolverine? Al fan film, producido bajo el sello SoKripsyMedia, le falta sólo un pequeño detalle, menor si se quiere, pero que viste muy bien un trabajo notable: no tiene títulos de crédito ni tampoco un póster con el que se pueda vender. Sin embargo, en su página de Youtube el corto se acompaña de un making of y Michael Gibbons ofrece un sensacional álbum fotográfico que en nada tiene que envidiar al de películas de alto presupuesto. Esos detalles ayudan a disfrutar aún más de la experiencia de ver a Lobezno en la pantalla sin el rostro de Hugh Jackman pero igualmente disfrutable a su nivel.