Director: Jeff Wadlow.
Reparto: Aaron Taylor-Johnson, Chloë Grace Moretz, Christopher Mintz-Plasse, Jim Carrey, Clark Duke, Olga Kurkulina, Lindy Booth, John Leguizamo.
Guión: Jeff Wadlow.
Música: Henry Jackman y Matthew Margeson.
Duración: 103 minutos.
Distribuidora: Universal.
Primera advertencia lógica: quienes no disfrutaran con el primer Kick-Ass, con el cómic de Mark Millar y John Romita editado por Marvel en que se basa o, en general, con la glorificación cómica de la violencia en el cine de acción, mejor que no pierdan el tiempo con Kick-Ass 2. Con un par. La fórmula intenta ser idéntica a la que explotó el primer filme (Matthew Vaughn, 2010), pero el resultado está por debajo del que consiguió aquella. Jeff Wadlow, con escaso bagaje tanto de guionista como de director, asume las dos funciones en esta secuela, que dista bastante de ser la película rompedora, original o completa que le hubiera gustado ser. En realidad, se convierte en un movido batiburrillo en el que no hay mensaje alguno o, al menos, se mezclan docenas de mensajes sin demasiado sentido, y que encuentra su única justificación en las escenas violentas. No parece demasiado verosímil el debate sobre esa violencia que abrió precisamente uno de los actores de la película, Jim Carrey, porque es obviamente una violencia de mentira, exagerada, falseada para que produzca risas en un auditorio. Pero sí es verdad que es una fórmula de la que Wadlow apenas saca partido.
Dentro del estilo que propone, Kick-Ass 2 es una película más floja que su predecesora, y no sólo porque se haya agotado la capacidad de sorpresa que en algún momento pudiera tener aquella. La clave hay que buscarla en el personaje protagonista, interpretado por Aaron Taylor-Johnson con algo menos de frescura. El saco de golpes que era en la primera entrega no encuentra una evolución demasiado lograda en esta continuación, que busca descaradamente el protagonismo del personaje que más llamó la atención de la película original, la Hit Girl de Cloë Grace Moretz, una de las actrices infantiles que más ha destacado en Hollywood en los últimos años. Y ella es la que, en buena medida, soporta el peso de la narración, suyas son las mejores escenas y suyo es el único recorrido emocional que sí parece funcionar en la película… hasta el clímax final, donde todo se convierte en un intercambio de golpes y puñaladas sin demasiado sentido. Si bien es lógico que Kick-Ass se acabe enfrentando al Hijoputa (Chrostopher Mintz-Plasse) como némesis definitivo del héroe, la justificación del papel de Hit Girl es esa masiva escena final es completamente aleatoria. En realidad, como buena parte de lo que sucede en el filme.
Y es que el triunfo de una película de superhéroes, incluso las que adoptan como ésta un tono de parodia, está en que funcione el viaje emocional y psicológico de los protagonistas. Kick-Ass 2 no lo consigue. Se deja llevar por la estética, por el chiste, por el gag y por la acumulación de personajes. Pero aunque intenta dar más contenido a los propósitos de Kick-Ass y Hit Girl, sobre todo vinculándolos con los deseos de sus padres, presente en el caso de él y ausente ya en el de ella (Nicolas Cage, en la primera parte), todo esto se pierde precisamente por lo que suele perjudicar al cine de este subgénero: demasiados elementos que no se dejan respirar unos a otros. La venganza personal del Hijoputa, los dilemas personales de Kick-Ass y Hitgirl, el intento de ésta de llevar una vida normal (aunque rematada con un toque excesiva e inmotivadamente escatológico, es la subtrama que más juego da, por la divertida participación de Claudia Lee), la formación del grupo de héroes Justicia para Siempre (liderado por el Coronel Barras y Estrellas, interpretado por Jim Carrey) y su contrapartida de villanos, la relación de Kick-Ass con sus amigos más cercanos, la situación de la familia del Hijoputa (la brevísima aparición de Iain Glen es mejor que prácticamente el resto de la película)… Muchos temas, poco tiempo y mal desarrollo.
El problema de las secuelas está precisamente ahí. Se suele optar por acumular y no por mejorar. Por abaratar y no por progresar. Por repetir y no por innovar. Y casi siempre, cuando se opta por los segundos caminos expuestos en esas elecciones, el resultado suele ser peor que el original. Y así, Kick-Ass 2. Con un par es inevitablemente peor película que Kick-Ass. Incluso aceptando su propuesta y sus parámetros, la fórmula no termina de funcionar, porque lo único que sí se acepta con agrado visualmente son las coreografías de pelea. Ni los efectos visuales parecen a la altura de una película que no termina de tener la factura que cabe esperar de una producción con las que Hollywood intenta hacer taquilla en verano. En todo caso, los fans de Kick-Ass podrán pasar un buen rato porque lo que inspiró el cómic y la primera película sigue ahí, aunque sea en menor medida. Es decir, superhéroes cutres y urbanos, disfraces caseros, peleas sangrientas y muy pocos límites en cuando sangre o lenguaje. Quizá es que tampoco quería ser mucho más que eso.