Guión: Tim Seely.
Dibujo: Francesco Gaston.
Páginas: 128.
Precio: 13,95 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Mayo 2013.
Image Comics suele ser una editorial clara y directa en sus propuestas. Cuando promete acción salvaje, la suele ofrecer y eso es exactamente lo que sucede con Bloodstrike. Renacidos bajo un mal signo, renacimiento de esta serie de los vilipendiados años 90. Este regreso conjuga con acierto viejos elementos de esta franquicia con algunas incorporaciones para actualizar la historia, que juega correctamente con el uso de los flashbacks y que combina la acción sin límites visuales con el misterio gubernamental que rodea a este grupo de élite formado por soldados que no pueden morir. El volumen incluye los cinco primeros números de la colección original, editados por Image Comics entre marzo y septiembre de 2012. Esta nueva colección fue el relanzamiento de la franquicia, movimiento en el que se decidió mantener la numeración como en otras series (Prophet entre ellas, yo editado también su primer número en España por Aleta) en las que se siguió el mismo camino. De esta forma, se trata de los números 26 a 30, aunque curiosamente la serie original tuvo 22 números, se saltó los 23 y 24 y hubo un número 25 especial.
Bloodstrike nació en 1993, de la mano de Rob Liefeld, como una de las series de Image Comics, la editorial que fundó un grupo de creadores que abandonaron las dos grandes, Marvel y DC, para dar más poder a los artistas. Bloodstrike no fue, en todo caso, uno de los títulos más populares o mejor recibidos por la crítica. En este renacimiento lo que se pretende es cubrir el hueco entre las dos series y recuperar su identidad como grupo, ya que en su última fase se había convertido en la historia en solitario de Cabbot Stone, líder de este peculiar grupo de mercenarios. La resurrección de la franquicia que propone Tim Seely rebosa entretenimiento, con un revestimiento con el que dar cierta base narrativa al cómic, pero sin perder de vista en ningún momento lo que quiere proponer. Y esta es la historia de un grupo de tipos duros que serán revividos tras cada muerte, que serán reconstruidos tras cada amputación, y que por ese motivo son capaces de llevar a cabo las misiones más salvajes, violentas y suicidas. Un planteamiento tan alocado, y en algunos aspectos muy trillado, como sinceramente divertido.
La acción funciona porque Tim Seely, guionista de la historia, encuentra un buen desarrollo de Cabbot Stone como personaje y porque introduce con habilidad a los otros cuatro miembros del grupo: Deadlock, Fourplay, Shogun y Tag. Y el envoltorio también se disfruta porque Seely introduce las adecuadas gotas de cinismo y humor negro, como el papel de psicóloga que evalúa al grupo o la directa actitud del director de Bloodstrike, Christos Keyes, y su relación sexual y laboral con Kendra Milne. Buena introducción, dejando cabos sueltos para ser hilados en siguientes capítulos. El conjunto lo remata con las mismas pretensiones de entretenimiento el dibujante italiano Francesco Gaston (la portada de la edición española reproduce el error en el nombre que figura en la portada original, Franchesco en lugar de Francesco). Desde el comienzo apuesta por el nada recatado uso de la violencia, la puesta en escena impactante o la marcada sexualidad y exuberancia física de los personajes. Espectacularidad por encima de todo, aunque su narración sea también bastante correcta.
La escena de batalla a gran escala con la que se cierra el quinto número de este volumen es probablemente el momento cumbre del trabajo de Gaston, porque despliega con esa espectacularidad que preside todo el libro las habilidades sobrehumanas de los protagonistas, con un toque descarnado en su representación de la violencia. Lo más fantástico es lo más redondo del dibujo de Bloodstrike. El creador de la serie, Rob Liefeld, colaboró en el apartado gráfico haciendo los bocetos del cuarto número incluido en este libro. El único extra que contiene este primer número de Bloodstrike es un escueto portafolio con la evolución en los diseños de los cinco personajes protagonistas (llaman la atención las adecuadas transformaciones de Deadlock y Fourplay, muy cercano a Lobezno el primero y mucho menos carismática la segunda en sus bocetos iniciales), precedidos por un texto de Tim Seely en el que explica que él remitió unos bocetos que luego Gaston reelaboró. Lo que cuenta en esas pocas líneas tiene sentido con la lectura: es un cómic de personajes que visten spandex, lejos del corte realista que parece haberse impuesto en el género. Aceptando eso, la diversión parece asegurada.